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Mis días con Marcela, de María Carvajal (Rumorvisual, 2011) |
«[…] Eso me da a entender que incluso en sus complejos esta joven escritora lleva el ADN de estos tiempos tan combativos que nos han tocado en suerte, donde una biografía corre el peligro de convertirse en sinónimo de un sacrificado currículum que hay que rellenar con títulos o proezas de cara a la galería».
LOS TIEMPOS MODERNOS DE MARÍA CARVAJAL
Un estudio sociológico sobre los escritores formados en el siglo XXI podría exponer sus tesis a partir del perfil de María Carvajal. Ambos, el siglo y ella, parecen haberse echado a gatear al unísono. Mientras el tercer milenio se afanaba en buscar su espacio en el tiempo, María encontraba el suyo en el ámbito de las letras, que en realidad viene frecuentando desde que era niña. En efecto, la relación de María con la literatura no es flor de un día. Lectora desde la infancia, empezó a escribir sus primeros textos de creación cuando aún iba al colegio, escritos primerizos que le reportaron –lo explica entre risas– algún que otro premio. Estudió filología en la Universidad de Extremadura (en Cáceres), lleva varios años escribiendo y publicando en antologías colectivas de relato y poesía, ha participado en dos libros corales de poesía y relato (Trece y Un rato para un relato)… Y en los últimos años ha asistido a varios talleres literarios, participa en una tertulia literaria, coordina una sección en un blog de literatura, asiste a veladas poéticas, navega por las redes sociales para informarse de lo que ocurre en el mundo editorial, etcétera.
Y, sin embargo, suspira afligida porque considera que carece de un currículum digno de estampar en la solapa de este libro. Eso me da a entender que incluso en sus complejos esta joven escritora lleva el ADN de estos tiempos tan combativos que nos han tocado en suerte, donde una biografía corre el peligro de convertirse en sinónimo de un sacrificado currículum que hay que rellenar con títulos o proezas de cara a la galería.
En fin, por las muchas energías que derrocha en las actividades culturales, se podría pensar que la autora del libro que el lector tiene ahora en las manos es una persona perfectamente integrada en la dinámica del presente siglo, aunque yo tiendo a pensar que su incursión en la literatura, en estrecha colaboración con las nuevas tecnologías, es menos –como ocurre con tantos escritores– una prueba de su integración con la modernidad que un inevitable ejercicio de supervivencia.
Queda dicho: el interés literario de María Carvajal, sus inquietudes y sus circunstancias están en consonancia con el siglo actual. Y esas inquietudes, como no podría ser de otra manera, las ha desarrollado en este su primer libro en solitario: Mis días con Marcela, publicado por la editorial cacereña Rumorvisual.
Los títulos de los relatos vienen a potenciar la idea de la literatura como ejercicio de supervivencia del que yo hablaba antes. “Vida (perra) después de la muerte”, “Cambio de planes”, Crisis”, “Perdiendo el norte”, “Muerte entre lirios” o “Cambio de vida” adelantan una visión poco complaciente de la realidad y definen, grosso modo y acaso de manera inconsciente, la desazón que embarga a la generación a la que pertenece su autora.
Hay algo de desconfianza y de pesimismo en estos relatos, sí, pero también hay en ellos una mirada irónica, humorística y por momentos surrealista que a la larga suponen un canto a la vida. Por otra parte, el lector va encontrar en Mis días con Marcela diversos registros narrativos que María ha trabajado con constancia durante años, fruto de su interés por las técnicas de escritura, y que ha volcado –el libro da fe de ello– en géneros como el relato corto, el microrrelato o el microteatro.
Estas páginas están salpicadas de numerosas referencias culturales. Hay guiños musicales (Stones the Crows), literarios (Calderón de la Barca), pictóricos (Van Gogh), cinematográficos (Akira Kurosawa), históricos (Martin Luther King), tecnológicos (Google Earth) o del mundo del cómic (Mike Dringenberg y Neil Gaiman). Y en ellas se afrontan temas como la crisis económica, la infidelidad, la muerte o la búsqueda interior. Mucha de esa búsqueda de uno mismo se da en el relato más realista y a la vez más extenso, precisamente el que da título al libro. Por sus páginas deambula un personaje errático que inicia un viaje a Cuba, una aventura turística que en realidad es –o pretende ser– un viaje hacia las vísceras del alma. Allí, en ese presunto paraíso que es la isla caribeña, descubre entre dulces sábanas momentos de feliz abandono que, pese a todo, no lograrán frenar su hastío vital y sus dudas éticas. (¿Acaso no parece un retrato sutil de la sociedad actual?).
Me ha llamado positivamente la atención ese retrato de la distopía que supone “Cambio de vida”, así como el diálogo imposible de un banquero con un personaje misterioso en “Crisis”, o el influjo del teatro del absurdo en “Vida (perra) después de la muerte”. Se entenderá que el recurso del humor, presente en gran parte del libro, es un mecanismo de autodefensa para aliviar la pesada carga de estos Tiempos modernos, que están hundidos –ahora que lo pienso– en una crisis similar a la que retrató Chaplin en 1936 en su famosa película.
Un libro breve como este no podría soportar un prólogo excesivo. Va siendo hora de callarme. Pero voy a cerrar con una impresión: María Carvajal no está dispuesta a concederse demasiadas alegrías. Pese a la publicación de este libro en solitario y de los que probablemente vendrán después, seguirá diciendo cosas que no son ciertas. Seguirá diciendo, por ejemplo, que carece de currículum y de imaginación; seguirá esgrimiendo que no tiene nada que contar a nivel literario; que no se considera escritora sino una mera aficionada a escribir historias. Bien, que diga lo que quiera, ahora y en el futuro, mientras no deje de escribir. Por el momento sus lectores hemos de convenir en que Mis días con Marcela es un estupendo y más que digno inicio literario que nos hará pasar un buen rato, y también un anticipo aleccionador de lo mucho que su autora puede ofrecernos en el futuro.
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