Entrevista a Juan Ramón Santos

Juan Ramón Santos
Juan Ramón Santos. Fotografía de Mafalda Santos. Foto cedida por el autor
«La inmensa mayoría de la gente que lee busca en los libros una forma de entretenimiento o de evasión, e imagino que, desde ese punto de vista, es más cómodo sumergirse en una novela, sobre todo si se trata de una novela fácil, comercial, que no te complique demasiado la vida y puedas leer de forma superficial, que elegir una colección de relatos, o de microrrelatos, que cada pocas páginas te va a enfrentar a un problema nuevo, y hablo de problemas porque el relato y el microrrelato son géneros exigentes con el lector, que reclaman de él un cierto esfuerzo intelectual, una lectura más detenida que no todo el mundo parece dispuesto a hacer, aun cuando con ello se estén perdiendo infinidad de pequeñas satisfacciones».
J.R.S. 
Juan Ramón Santos (Plasencia, 1975) es autor de los libros de relatos Cortometrajes (Editora Regional de Extremadura, 2004), El Círculo de Viena (Llibros del Pexe, 2005) y Cuaderno escolar (Editora Regional de Extremadura, 2009), así como de la novela Biblia apócrifa de Aracia (Del Oeste Ediciones, 2010). Ha colaborado, además, en diversas antologías, entre ellas Relatos relámpago (Editora Regional de Extremadura, 2007) y Por favor, sea breve 2 (Páginas de Espuma, 2009).
Con los libros Cortometrajes y Cuaderno escolar resultó finalista del Premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España en sus ediciones de 2005 y 2009.
  
“¿Qué andas escribiendo?, Una novela, Ah, eso son palabras mayores, me dijo, y entonces pensé que, de ser así, sensu contrario, aquellas miniaturas, aquellas brevedades, aquellos cortometrajes en los que yo seguía enredado entre capítulo y capítulo, dándole de nuevo vueltas al peliagudo asunto de la Trinidad, o al fatal paso del tiempo, o al simple discurrir del sol por la órbita celeste, aquellas pequeñas historias sobre libros, lectores y escritores, sobre ferias, congresos o cumpleaños con las que me dedicaba a apurar la gramática, a afilar el léxico, a cincelar la prosa, en fin, con el cuidado de un orfebre, no podían ser sino palabras menores, entrañables, benditas Palabras menores”. 
 
FRANCISCO RODRÍGUEZ CRIADO: El fragmento que encabeza esta entrevista ocupa toda la contraportada de Palabras menores (De la Luna Libros, 2011). Es un texto irónico que sirve no solo para explicar la selección del título del libro que hoy nos convoca sino también para ofrecer al lector una síntesis de cuáles son los temas que te interesan narrativamente. Y ofrece por último una velada crítica hacia la opinión de que la narrativa breve es sinónimo de literatura menor mientras que la novela es sinónimo de literatura mayor.  ¿Por qué crees que son tantos los lectores refractarios a los relatos cortos? 
JUAN RAMÓN SANTOS: Recuerdo a un amigo escritor que me decía que para él es más cómodo escribir novelas que relatos, pues comenzar a escribir una novela es embarcarse en un proyecto a largo plazo que te puede llevar meses, o años, y tiene la ventaja de no tener que preguntarte cada dos por tres qué es lo que vas a escribir ahora, lo que sí sucede con el relato, más aún con el microrrelato. Algo parecido supongo que debe de pasarles a muchos lectores. La inmensa mayoría de la gente que lee busca en los libros una forma de entretenimiento o de evasión, e imagino que, desde ese punto de vista, es más cómodo sumergirse en una novela, sobre todo si se trata de una novela fácil, comercial, que no te complique demasiado la vida y puedas leer de forma superficial, que elegir una colección de relatos, o de microrrelatos, que cada pocas páginas te va a enfrentar a un problema nuevo, y hablo de problemas porque el relato y el microrrelato son géneros exigentes con el lector, que reclaman de él un cierto esfuerzo intelectual, una lectura más detenida que no todo el mundo parece dispuesto a hacer, aun cuando con ello se estén perdiendo infinidad de pequeñas satisfacciones.
 
 
F.R.C.: Es una idea muy extendida que el género del microrrelato precisa un lector culto que sepa proyectar lo mucho que el autor omite en un necesario ejercicio de elipsis. Tu caso es un claro ejemplo de ello. Autor de gran originalidad, considero que difícilmente podrá apreciar un lector todas tus posibilidades sin desconoce, pongamos, lo que significanpalabras mayores como “heterónimo”, “retruécanos”, “calambures”, “palíndromos”, o neologismos como “onanito” (todas ellas rescatadas dePalabras menores). Añadamos a esto que tienes tendencia a las frases largas… ¿Te consideras un escritor predestinado a lectores cultos?
J.R.S.: Me ha chocado de entrada, Fran, esa idea de predestinación. Me parecía exagerado hablar de que un escritor pueda estar predestinado a un público, pero pensándolo bien, creo que uno no elige, o no elige del todo la forma que tiene de escribir, y quizá tampoco elija enteramente los temas ­sobre los que escribe –aunque afirmar lo contrario, que los temas eligen al escritor, me parece casi una extravagancia, porque los temas no son nadie para elegirle a uno­–, por lo que probablemente tengas razón y la idea de predestinación no sea del todo ajena al así llamado oficio de escribir… En mi caso, tengo un gusto por la complejidad estética léxica y sintáctica en el que han influido, sin duda, entre otras cosas, mis lecturas y mi formación jurídica, y desde el punto de vista de los temas, están siempre muy presentes esas mismas lecturas, a través de la intertextualidad, además de un sentido del humor y de lo lúdico muy personal, y todo eso supongo que hace que mis relatos no siempre resulten fáciles. De cualquier modo, tú sabes que el microrrelato, pese a lo que pudiera parecer a primera vista, no siempre es un género fácil ni accesible para todos los públicos, sino que tiende a prestarse al diálogo con la tradición literaria, a la intertextualidad, a utilizar pocas palabras pero muy cargadas de significado y a juegos no siempre fáciles de descifrar, de ahí esos “problemas” de los que hablaba antes y de ahí también que los lectores de microrrelato sean también, en buena medida, escritores, o aspirantes a escritores, o individuos con un abultado bagaje de lecturas… Pero me doy cuenta de que estoy dándole muchas vueltas al asunto sin responder directamente a tu pregunta: me cuesta considerarme un escritor destinado a lectores cultos, incluso aunque pueda serlo, sencillamente porque al sentarme a escribir no pienso, salvo contados excepciones, a qué público me dirijo. Escribo lo que me gusta, como puedo y cuando me apetece, y poco más.
 
F.R.C.: Palabras menores (De la Luna Libros, 2011) es un nuevo capítulo de la serie de cortometrajes, que se inició con Cortometrajes (Editora Regional de Extremadura, 2004). ¿Qué balance haces de estos siete años como –por así decirlo– “cortometrajista”? 
J.R.S.: Aun a riesgo de parecer demasiado complaciente, el balance me parece bueno. Modestamente bueno. Como he dicho en algunas ocasiones, titulé a aquel primer libro “Cortometrajes”, entre otras cosas, por ignorancia, porque aunque había leído autores y libros de microrrelato, no sabía que aquella forma concisa de escritura constituyese o aspirase a constituir un género. Por eso busqué esa denominación genérica propia que luego he decidido mantener por coherencia, pero también por honradez, porque soy consciente de que muchos de los relatos que integran mis libros no encajarían del todo en una definición canónica de microrrelato.
Aquel primer libro tuvo buena aceptación, teniendo en cuenta las limitaciones que suponen el propio género y el hecho de publicar en editoriales pequeñas y periféricas, e incluso, inesperadamente, quedé finalista en la segunda edición del Premio Setenil, algo que también consiguió mi siguiente libro de “cortometrajes”, “Cuaderno escolar”. Es más de lo que podía esperar antes de publicar, cuando escribí aquellos primeros relatos, que permanecieron varios años medio olvidados en un cajón. Por eso no puedo decir más que el balance es bueno. Modestamente bueno, repito.
 
 
F.R.C.: Hablemos finalmente de la relación entre el escritor y las editoriales. Tu semblanza te retrata como un nómada en el mundo de la edición. Has publicado varios libros en solitario con diversas editoriales españolas: dos con Llibros del Pexe (Asturias), uno con la Editora Regional de Extremadura, otro con Del Oeste Ediciones, y ahora con De la Luna Libros (tres editoriales extremeñas). Participaste también en la antologíaSea breve, por favor 2, publicada por la editorial madrileña Páginas de Espuma… ¿Te sientes cómodo en esta situación de “nomadismo” o preferirías tener un editor fijo? 
J.R.S.: Tú sabes bien, Fran, que salvo contadas excepciones, la elección entre nomadismo y sedentarismo no está al alcance del escritor. Publicar no es tarea fácil y poder hacerlo, aunque sea de esta forma un poco vagabunda, un día en una editorial, otro día en otra, es ya una suerte enorme. En mi caso, he ido pasando de una editorial a otra por razones diversas, e incluso en la Editora Regional de Extremadura, en la que he publicado en tres ocasiones (una de ellas en una antología en la que también tú participas), con tres directores sucesivos, pero en todas las editoriales, con unos directores y con otros, me he sentido cómodo, satisfecho, y con todas volvería a publicar. Lo único que realmente uno echa en falta es poder contar con una distribución mejor, que te dé acceso (al menos un acceso potencial) a más librerías, a más lectores, aunque, vete tú a saber, puede que después de todo tampoco consiguiese mayor difusión ni más lectores de los que he conseguido hasta ahora…
 
 J.R.S. Gracias, Fran, por darme un poco que pensar.
 
Juan Ramón Santos nos recomienda el poema [A la hora de poner la mesa éramos cinco], del poeta portugués José Luís Peixoto, incluido en su libro A Criança em Ruínas, y el cuento «Los gallinazos sin plumas«, de Julio Ramón Ribeyro. 

 

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