«Mi querido Dostoievski», según Juan Manuel de Prada

Paloma González Rubio, Juan Manuel de Prada y Francisco Rodríguez Criado durante la presentación en Madrid de Mi querido Dostoievski (La Discreta, Madrid, 2012).

Juan Manuel de Prada presentó la novela Mi querido Dostoievski, de Francisco Rodríguez Criado (La Discreta, Madrid, 2012) en la librería Centro de Arte Moderno (c/ Galileo, 52, Madrid) el 23 de marzo de 2012. Esta es la transcripción literal de las palabras que pronunció Juan Manuel de Prada durante el acto, rescatadas de un archivo de audio.

Juan Manuel de Prada: “Hola, muy buenas tardes a todos. Muchas gracias por vuestra presencia hoy aquí. Muchas gracias al autor del libro que hoy presentamos, Francisco Rodríguez Criado, por haberme elegido para acompañarlo en esta puesta de largo de su segunda novela. La verdad es que yo también he disfrutado mucho de su lectura, una lectura, además, que al principio te desconcierta, y que no sabes exactamente adónde te va a llevar. Ahora hablaremos de ello.

El título Mi querido Dostoievski ya nos está diciendo mucho. Es una novela epistolar, una rara novela epistolar, puesto que el destinatario nunca asoma, el destinatario se mantiene en un silencio impasible, pero toda la novela, todas las cartas que integran la novela, son cartas dirigidas a este gran maestro ruso. La primera pregunta que uno se hace es por qué Francisco Rodríguez Criado habrá elegido a Dostoievski. La protagonista de la novela, Laura Bauer, a la que ya ustedes seguramente conozcan si han leído el libro, cuyo nombre acaban de escuchar ahora, es una devota de la literatura rusa, casi podríamos decir obsesiva, que trata de conseguir las ediciones más raras de los escritores rusos del XIX, pero evidentemente debe de haber alguna razón más. Claro, aquí uno ya no puede entrar en el mundo interior del autor hasta ese extremo, pero uno podría adivinar que elige a Dostoievski porque tal vez Dostoievski haya sido el autor que mejor ha penetrado en el dolor, en los dolores escondidos del ser humano, en los dolores desgarradores, en esas culpas que se van pudriendo dentro de nosotros, y que finalmente de un modo u otro provocan catarsis tan extraordinarias e inolvidables como provocaron Raskolnikov en Crimen y castigo, Los Hermanos Karamazov, en fin, en tantas y tantas obras que cualquier lector tiene en su genealogía como lector. Y la verdad es que en esta novela Francisco Rodríguez Criado, con una técnica diferente a la de Dostoievski, nos va a contar haciendo un ejercicio de espeleología, digámoslo así, un alma torturada. Un alma torturada que al principio desconcierta. Uno no sabe exactamente qué es esta mujer… ¿Es una ciclotímica?, ¿una histérica?, ¿es simplemente una impertinente? Hay algo en ella de estos personajes que parecen haber perdido el sentido pero que al mismo tiempo tienen una inteligencia vivísima, que han perdido el contacto con la realidad y que viven como en una bruma de glorias pretéritas, de nostalgias por las cosas que nunca tuvieron… En fin, es un personaje que tiene ciertos rasgos que nos pueden recordar a una mujer que vive en su vejez la melancolía y la nostalgia de glorias pasadas… Podría tener algo de la Gloria Swanson de la célebre película de Billy Wilder El ocaso de una estrella. Pero al mismo tiempo esta mujer, que a veces, como digo, resulta impertinente, es sobre todo una mujer desvalida que bajo un caparazón de decisión, bajo un caparazón de resolución, a veces de carácter incluso fuerte, adivinamos en ella poco a poco, a medida que vamos avanzando en la novela, una debilidad, una debilidad en la que concurren muchas causas: es una vieja, está sola (o casi sola; luego vamos a descubrir que no del todo).

La aventura para ella indudablemente es un placer pero es también un refugio. Enseguida vamos adivinando que es una mujer perseguida por fantasmas, no sabemos exactamente cuáles. Una mujer de sensibilidad exquisita pero de sensibilidad también herida; quizá tenga algo de hiperestésica: le molestan los cambios de temperatura, le molesta cualquier alteración que se produzca en su vida íntima. Y es una mujer que sobre todo tiene vida íntima. Una vida íntima muy delicada, muy rara (la delicadeza y la rareza son hermanas que van de la mano). En definitiva, una mujer fuera de serie que nos resulta tan conmovedora como insoportable, y que cuando más osada e impertinente se muestra es precisamente cuando más nos conmueve. Bien, pues esta mujer, en el ocaso de su vida, entre recuerdos y otros momentos pasados, entre miradas sarcásticas o tiernas a quienes la rodean, mientras combate fantasmas del pasado que no se concretan del todo, decide hacer confidencias a su escritor predilecto, a Dostoievski. Y todos los días, o cada pocos días, le escribe cartas en las que le habla de todo lo divino y lo humano. ¿Está loca Laura Bauer? Bueno, esta es una pregunta que nos podemos hacer… Quienes tenemos la vocación artística de algún modo u otro sabemos que esas rayas que se establecen entre la locura y la cordura son falsas. Todos tenemos una secreta (o no tan secreta) veta de locura conviviendo con nosotros… Todos tenemos alguna forma de trastorno, divino o demasiado humano, a veces ciertamente plebeyo, insoportable. Todos tenemos alguna brizna de locura entre las demás briznas de nuestra personalidad. E indudablemente Laura Bauer es una mujer trastornada, no sabemos hasta qué punto. Pero luego su trastorno no le hace perder la noción de la realidad, puesto que ella sabe perfectamente que Dostoievski nunca jamás le va a contestar a sus cartas. Sabe que Dostoievski ya no está entre nosotros aquí en este valle de lágrimas, y sabe perfectamente por lo tanto que su diálogo es con alguien que la trasciende, con alguien que vive otra vida, otra vida con la que nosotros no tenemos contacto. Curiosamente, pese a que le está escribiendo a un muerto ella no cree en supersticiones, no cree que pueda establecer algún tipo de contacto parapsicológico. Podríamos imaginar incluso que ese Dostoievski a quien ella le dirige estas cartas podría ser una metáfora de Dios, de un Dios ante quien necesita exponer sus cuitas pero ante el que también necesita desahogar su rabia. Verdaderamente la relación que Laura entabla con su silencioso corresponsal (que nunca llega a ser corresponsal pues no le responde) no deja de ser una relación llena de gran riqueza y penetración psicológica. No es una loca, y sin embargo actúa como una loca. Pero siempre tiene la capacidad para reflexionar sobre aquellas locuras que hace, y para poner una distancia prudencial. Bien, esto, como digo, la convierte en un personaje realmente atractivo, perturbador a veces, conmovedor casi siempre, que desde luego haría las delicias de cualquier estudioso de la psiquiatría o de la psicología, porque el alma que se nos muestra aquí es ciertamente un alma confusa, atolondrada, sabia, un alma llena de variedades que tienen algo de meteorología inestable. Francamente, un personaje importante.

¿De qué le habla en sus cartas Laura Bauer a Dostoievski? Como decía, de las almas diversas. De las pejigueras más nimias, de las manías más fatigosas, de las honduras y preocupaciones más sesudas, de aquellos pasajes de su vida que le han dejado una honda huella, de aquellas impresiones de lectura que también de un modo u otro la han dejado marcada. En definitiva, lo que Laura está haciendo en este libro es ofrecernos una radiografía por porciones de su interior. Lo que pasa es que enseguida descubrimos que es un mundo interior caleidoscópico, un mundo interior en el que hay algo que no encaja, y en el que más allá de esos cambios de humor (que a veces van marcados simplemente por los cambios atmosféricos o por azares diversos que ocurren en su vida), más allá de estos cambios de humor, digo, en su confesión compulsiva (porque de alguna manera todo el libro es una confesión) hay algo que se nos está escamoteando.

Verdaderamente, lo que define a los grandes personajes literarios no es aquello que se nos cuenta sobre ellos sino aquello que se nos esconde. Creo que era Hemingway quien decía que un buen cuento es como un iceberg, que debe mostrar una quinta parte (o una cuarta parte… no sé lo que asoma el iceberg) pero que las otras terceras o cuartas o quintas partes deben estar escondidas y debe ser el lector quien las imagine. Esto es verdad. La elusión, el arte de la elusión es una de las grandes marcas del buen escritor. Uno cuando empieza a escribir siempre quiere contarlo todo, pero a medida que se va haciendo viejo y se va dando cuenta de la parte prescindible de lo que escribe, se da cuenta de que son sus silencios muchísimo más reveladores. Y el personaje de Laura Bauer está concebido así por el autor. Es un personaje verdaderamente grafómano, un tanto locuaz (a pesar de que la vida le impone el silencio), en definitiva una especie de cornucopia que se está derramando continuamente y que nos está contando constantemente cosas, impresiones sobre el mundo, sobre la vida, sobre la literatura o sobre su propia biografía, que incluso nos desvela sus secretos familiares, sus ilusiones más íntimas, pero siempre intuimos que falta algo… falta algo. Siempre intuimos que nos está escondiendo algo.

Bien, esto al final el lector lo descubre naturalmente (no lo voy a desvelar aquí, porque si no la novela perdería su gracia, o parte de su gracia). Pero en lo que el autor vuelve a estar extraordinariamente brillante es que una vez descubrimos lo que Laura nos ha estado escamoteando, de repente y retrospectivamente, todo lo que hemos leído cobra una luz nueva. Todo lo que hemos leído, que naturalmente nos ha permitido recomponer los añicos de la psicología del personaje, sin embargo, iluminado por ese hecho final que se nos revela, adquiere una dimensión especial, y entonces entendemos ciertas fobias del personaje, entendemos por qué ha elegido esa forma de vida refugiada, entendemos por qué está en diálogo con Dios, por qué necesita el refugio de la lectura, entendemos ciertos rasgos de su carácter, entendemos el pudor que muestra para contarnos todo esto. Y de sus manos, a la vez que desvelando su vida, vamos encontrando personajes secundarios, personajes afluentes que van desembocando en esta vida secreta y apasionante de Laura Bauer. El más importante de todos ellos es precisamente el que nos revela el misterio final.

No me resta más que recomendarles muy efusivamente esta novela con la que yo he disfrutado de verdad, esta novela de psicología, de delicadeza, de sencillez franciscana casi. Por su despojamiento, por su falta de artificios. Esta novela que estoy seguro que les va a emocionar y les va a obligar a reflexionar como me ha emocionado y me ha obligado a reflexionar a mí. Muchas gracias”.

Juan Manuel de Prada(Baracaldo, 1970) es uno de los autores más prestigiosos de la literatura española contemporánea. Su obra narrativa y periodística ha cosechado numerosos galardones y ha sido traducida a lenguas como el francés, italiano, alemán, portugués, etc.

Dentro de su producción literaria destacan títulos como la antología de relatos El silencio del patinador(1995), la colección de semblanzas de escritores sin fortunaDesgarrados y excéntricos(2001) y las novelasLas máscaras del héroe(1996),La tempestad(1997, Premio Planeta),La vida invisible(2003, Premio Primavera de Novela y Premio Nacional de Narrativa) yEl séptimo velo (2007, Premio Biblioteca Breve y VI Premio de la Crítica de Castilla y León). En Las esquinas del aire(2000) mezcla diversos géneros literarios para rescatar la figura de la poetisa y feminista barcelonesa Ana Martínez Sagi.

Junto con su obra literaria, Juan Manuel de Prada ha mantenido desde sus inicios una fructífera colaboración en la prensa escrita, fundamentalmente en el diarioABCy en la revistaEl Semanal, así como en el suplementoABC de las Artes y las Letras, donde actualmente mantiene una colaboración en la sección de cine en la que escribe sobre películas raras y olvidadas a pesar de su incuestionable valía artística. En 1998 publicó su primera recopilación de artículos bajo el títuloReserva naturaly en 2000 publicaría una segunda recopilación de artículos, Animales de compañía, en la que se recoge una selección de los artículos publicados en el suplemento culturalBlanco y Negro (ABC).

Su labor periodística ha merecido algunos de los más importantes premios que se conceden en España, como por ejemplo el Premio “Julio Camba” (1997), el Premio “González-Ruano” (1999), el “Mariano de Cavia» (2006) o el Premio “Joaquín Romero Murube” (2008). A los anteriores se suma el reciente “Premio Internacional Fundación Mercedes Calles y Carlos Ballesteros”. Sus últimos libros de artículos publicados son La nueva tiranía (2009), Penúltimas resistencias (recopilación de sus entrevistas a escritores, 2009), Nadando contracorriente (2010), y Lágrimas en la lluvia (2010), este último una colectánea de artículos sobre cine y literatura.

(Más información sobre el autor en su web).

 

 

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