Carlos Eduardo Zavaleta. Fuente de la imagen
MESAS SUCESIVAS
Carlos Eduardo Zavaleta Rivera
En la mesa-imán de los Alberti, familia con una casa en Monterrico, otra en San Bartolo, y con tres hijos ya establecidos con sus respectivas familias y propiedades, el grupo se reunía formando una ruidosa y risueña tribu. El tema del diálogo era la vida de los Ferreyros, quien en conjunto poseían cuatro casonas, dos edificios, diez automóviles y un yate.
En la afortunada mesa de los Ferreyros, que se habían abierto paso como agentes de aduana del Callao, el diálogo trataba mayormente de la vida de los Alberti y la riqueza de estos.
En la mesa de Felipe Mendizábal, con una casa todavía por pagar y un solo automóvil, casado con la segunda hija de Ferreyros, sólo se hablaba de la familia de su mujer y se trazaban planes y estrategias a fin de alcanzar una fortuna semejante.
En la mesa de Darío Jiménez, joven que cortejaba a la hija de Mendizábal, sólo se hablaba de la familia de la novia, que estaba muy por encima de la posición de Darío.
Cuando esa novia esquiva se sentó a la mesa de Jiménez, se sintió tan defraudada que quiso huir. En vano Darío quiso disuadirla en nombre del amor. Tuvo, pues, que atarla firmemente a la mesa.
Con el tiempo, la mujer de Darío tuvo un hijo, Alipio Jiménez, y éste, siguiendo la costumbre de sus padres, al sentarse a la mesa, únicamente hablaba de la fortuna de los Mendizábal, de los Ferreyros y de los Alberti, en ese orden gradual de asombro y envidia. Y cuando por fin Alipio se rebeló, no pudo ya libertar a otros como él, pues en cuanto desencadenara a alguno, éste iba a encadenarse de nuevo, pero en la mesa inmediata superior.
✅ Los aprendices, de Carlos Eduardo Zavaleta
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