
GUINNESS PARA EL ABURRIMIENTO
Días antes del salto al vacío de Felix Baumgartner, escuché a un científico verbalizar en la radio su escepticismo ante la inminente hazaña. Según él, en nada iba a ayudar a la ciencia ni a la humanidad que el austriaco se lanzara desde la estratosfera para superar la barrera del sonido, algo que finalmente hizo con éxito el pasado domingo. El comentario del científico, envuelto en sano recelo, revela pese a todo cierto optimismo, pues sugiere que existen otras actividades que sí pueden ayudar a la humanidad (algo que empiezo a dudar en estos tiempos). Yo que no entiendo de experimentos científicos –en caso de que en un acto de bonhomía queramos tachar como tal la locura de Baumgartner– tampoco encuentro sentido a que alguien se juegue la vida para imprimir su nombre y apellidos en tres páginas diferentes del libro Guinness de los Récords, junto a los de la actriz porno que se acostó con más de 900 maromos en un solo día, el hombre con más piercings en su cuerpo o el que tiene las uñas más largas del planeta.
Baugmartner es la encarnación de la paradoja humana: se aísla a 39.068 metros de altura para disfrutar de una soledad estratosférica que hubiera hecho las delicias de fray Luis de León para luego emprender un urgente viaje a más de 1100 kilómetros por hora de regreso al mundanal ruido.
El Hombre, con mayúscula, se aburre desesperadamente. Acostarse con un regimiento de tipos rijosos, agujerearse el cuerpo con piercings o dejarse crecer las uñas son formas reflexivas y económicas de matar ese aburrimiento. También lo es lanzarse desde la estratosfera, pero no está al alcance de cualquier bolsillo.
(Artículo publicado en El Periódico Extremadura el miércoles, 18 de octubre de 2012).
«Un gran paso para un hombre, un paso de mierda para la humanidad….»