
Es tan complejo nuestro cerebro que es capaz de almacenar tanto las innumerables imágenes de los objetos del universo físico como las del universo creado por la mente. Nuestro cerebro es el medio en el que la información evoluciona mediante réplica y competición y lleva funcionando de este modo desde hace millones de años. Así que no tiene rival en su complejidad y en su funcionamiento no lineal. Al día de hoy ni siquiera sabemos cómo opera para sumar dos más dos.
J.T.
Javier Tejada (Castejón, 1948) es catedrático de Física en la Universidad de Barcelona y doctor honoris causa por la City University de Nueva York. Junto con sus colaboradores ha realizado descubrimientos fundamentales en magnetismo cuántico, por los que fue elegido Fellow de la American Physical Society. Figura como inventor en una docena de patentes de ámbito internacional y escribe habitualmente para el Diario de Navarra. Conferenciante en numerosos países y autor de monografías científicas especializadas, ha recibido diferentes premios nacionales e internacionales, entre ellos el Príncipe de Viana de la Cultura en 2006, el ICREA Academia en 2009 y el Premio Nacional de Física en 2010.
Acaba de publicar en la editorial Destino, en colaboración con el también catedrático de Física Eugene Chudnovsky, El viaje de Cloe, un estudio novelado que desvela todos los misterios del Universo.
FRANCISCO RODRÍGUEZ CRIADO: He de confesarle que no soy la persona más indicada para hacerle una entrevista a un científico de prestigio internacional, como es su caso. Solo soy un sencillo hombre de letras escasamente dotado para el mundo de las ciencias. Me consta que El viaje de Cloe (Destino, 2011) ha sido escrito precisamente para explicarle a un sector amplio del lectores el universo que nos ha tocado en suerte, pero yo me encasquillo a la primera de cambio. Por ejemplo, con el Bing Bang. Según explican Eugene Chunovsky y usted en el primer capítulo del libro, el Universo surgió de la nada. ¿Pero es posible que el ser humano conciba mentalmente la nada, teniendo en cuenta que desde el momento en que nacemos –o incluso antes, en el vientre de nuestra madre– estamos rodeados de cosas, de infinidades de cosas? Me gustaría que abundara en este tema (la creación de todo a partir de nada), que me resulta tan interesante como complejo de entender.
JAVIER TEJADA: A modo de preámbulo le diré que considero totalmente adecuado que usted, hombre de letras, me haga una entrevista a mí que soy de ciencias. La razón es sencilla, ya que existen muchas preguntas que emergieron hace mucho tiempo en el cerebro de los humanos y han luchado a brazo partido con otras muchas ideas para llegar hasta nuestros días y para las que la ciencia todavía no tiene respuestas.
El universo emergió de la nada y sin coste energético hace catorce mil millones de años y en la actualidad los científicos que lo estudian dicen que existe mucha más materia de la que hasta ahora se había pensado que había, la llamada materia oscura, y que incluso pueden existir otros miles de universos. Todas estas ideas o conjeturas no están demostradas experimentalmente ni lo estarán en los próximos mil años, pero han abierto de par en par todo un nuevo campo de investigación y de nuestra cosmovisión. Pero resulta que antes de que todo esto se pusiera en marcha no había nada.
Permítame que, de entrada, le haga una pequeña aclaración. La nada no es lo mismo que el vacío. La nada es la ausencia de todo mientras que el vacío, según dicen y han experimentado los físicos, es un revoltijo de partículas virtuales, que realmente existen, que se crean y destruyen constantemente. Así pues nos tenemos que plantar ante la pregunta sobre la ausencia incluso de esas partículas que inundan el vacío. La nada significa que no hay espacio que medir ni tiempo que contar y dado que todo lo que nos ocurre tiene un escenario en el espacio y un tiempo asignado, resulta que no sabemos qué preguntarnos para intuir una respuesta más clara sobre la nada.
F.R.C.: El viaje de Cloe nos explica que el Sol llegará a su final, presumiblemente a partir de cinco mil millones de años en una “lenta agonía que durará unos cuentos miles de millones más”. Ahora mismo no concebimos la existencia humana sin ese necesario “brasero” que es el Sol, pero ¿qué opciones tendrá el hombre de perpetuarse dentro de tantísimo tiempo? ¿Cabe suponer que habrá habitado ya otros planetas?
J.T.: Las estrellas, el sol es una estrella, son como nosotros, poseen fecha de nacimiento, pubertad, madurez vejez y al final acaban por “morir”. La observación y el estudio de la radiación cósmica nos permiten saber su edad y por consiguiente cuál será su futuro. Por eso, los astrofísicos saben que dentro de cuatro o cinco mil millones de años el sol será mucho menos brillante que ahora, habrá engordado muchísimo y hasta habrá engullido la tierra. Así que para entonces los humanos, que aparecimos en la tierra hace unos pocos millones de años y hemos ido evolucionando hasta ser lo que hoy somos, habremos tenido que cambiar de campamento. La tierra ha sido nuestro primer asentamiento pues en ella apareció la vida biológica gracias a la energía que llegaba del sol, pero no será el último. Por eso, mucho antes de que nos engulla el sol y nos convirtamos en cenizas deberemos buscar otros lugares para vivir y que, además, estén fuera de nuestro sistema solar. Si para entonces los humanos seguimos estando hechos de átomos, los nuevos asentamientos deberán ser fríos, es decir serán planetas y no estrellas. En el interior de las estrellas no pueden existir átomos y ni tan siquiera núcleos: las altas temperaturas que separan los electrones de los núcleos y también rompen los núcleos. Así que está claro que deberemos seguir un camino evolutivo que nos vendrá marcado no sólo por nuestras apetencias como especie sino, sobre todo, por nuestras ansias de sobrevivir y para el que necesitaremos mucha energía.
F.R.C.: Cloe, el personaje de esta narración científica (si se la pueda llamar así), se da de bruces con las placas solares, lo que suscita su escalofrío al pensar que podría haber “algo tan inteligente como la propia naturaleza”. ¿Qué semejanzas y diferencias encuentra usted, como científico, entre la naturaleza y el hombre?
J.T.: La naturaleza posee una gran inteligencia y el hombre también. Mientras que la naturaleza no parece haber evolucionado con el paso del tiempo, el hombre sí ha sabido crear más inteligencia a partir de la que poseía. De hecho, esto es lo que realmente diferencia la inteligencia natural de la de los humanos, nosotros somos inteligentes en el sentido de que con nuestro conocimiento somos capaces de recibir y crear información. Además creo que la evolución del universo a partir del Big Bang que dio lugar a las partículas elementales, estrellas, átomos, etc., fue acompañada por la evolución de la información. Es decir, es muy posible que en el futuro la información y la materia queden unificadas de la misma manera que los físicos buscamos la unificación de todas las fuerzas. De ahí que el futuro de la humanidad esté tan abierto como al principio de los tiempos.
F.R.C.: A Cloe también le llama mucho la atención ese gran enigma que es el cerebro. ¿Qué considera usted más inabarcable, el estudio del Universo o el estudio del cerebro humano?
J.T.: 4.- Creo que el cerebro humano es la estructura más compleja que existe en el universo y su complejidad es mucho más grande que la del propio universo. La red neuronal del cerebro humano está formada por unos cien mil millones de neuronas. Este número es muy parecido al número de estrellas de nuestra galaxia. Pero en el caso del cerebro, cada neurona se comunica con otras diez mil. Es decir, tenemos mil billones de conexiones interneuronales en total. Es tan complejo nuestro cerebro que es capaz de almacenar tanto las innumerables imágenes de los objetos del universo físico como las del universo creado por la mente. Nuestro cerebro es el medio en el que la información evoluciona mediante réplica y competición y lleva funcionando de este modo desde hace millones de años. Así que no tiene rival en su complejidad y en su funcionamiento no lineal. Al día de hoy ni siquiera sabemos cómo opera para sumar dos más dos.
F.R.C.: Leo en la solapa de su biografía que Eugene Chudnovsky y usted son coautores, junto con Eduardo Punset, de El Templo de la Ciencia(Destino, 2008). Punset, como usted sabrá, acaba de publicar Viaje al optimismo, también en Destino. Yo quiero ser optimista, pero –sin siquiera salir de El viaje de Cloe– leo en la semblanza de Chudnovsky que “es internacionalmente reconocido por sus trabajos en defensa de científicos perseguidos por razones científicas”. ¿Cree usted que se puede ser optimista en un mundo donde todavía se persigue a científicos que han cometido el “grave pecado” de tratar de ampliar el conocimiento del mundo en que vivimos?
J:T.: En primer lugar debo decir que el propio Eugene Chudnovsky sufrió en carne propia la persecución del KGB. Estuvo retenido en su casa durante muchos años y pudo salir de la URSS, hace ya veintidós, gracias a la presión de Occidente que siempre lo consideró un genio de la Física. Ahora, volviendo a su pregunta le diré que creo que la humanidad camina por un sendero que sigue las sombras de la verdad y de la belleza. Pienso por eso que cualquier tiempo pasado fue peor que el actual y eso se debe a que en el mundo hay una flecha que señala el devenir de los acontecimientos marcada por lo buenos e inteligentes que son todos aquellos que buscan su felicidad y las de los demás. Esta flecha es más poderosa que la que marcan los malvados que buscan su bien haciendo el mal a los demás. Todo esto creo que también es fruto de la evolución de nuestro cerebro cuya misión principal es la búsqueda de nuestra supervivencia destilando las ideas que generan el bien común.
Javier Tejada nos recomienda el poema «Choruses from the rock», de T.S. Elliot para la sección Los mejores 1001 poemas de la Historia.
Título: El viaje de CloeEditorial: Destino
Autor: Javier Tejada / Eugene Chudnovsky
Fecha edición: 06/2011Colección: Imago Mundi
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