
«Un autor como Kafka, hoy, jamás conseguiría nada. Ni siquiera podemos asegurar que un texto clave para la literatura del siglo XX como La transformación fuera publicado actualmente… seguramente lo rechazarían. Las leyes del mercado editorial consideran que si hay una pieza del engranaje prescindible, es el autor: nos dirigimos hacia una literatura sin autores y unos lectores sin novelas».
José Carlos Rodrigo Breto
NARRATIVABREVE.COM ENTREVISTA A
José Carlos Rodrigo Breto
José Carlos Rodrigo (Madrid, 1967) es narrador y poeta, además de licenciado en Periodismo y Teoría de la literatura y Literatura Comparada, y máster en Estudios Literarios, Literatura Hispanoamericana y Literatura española. Ha publicado cinco novelas –Noche y niebla (2000, finalista del Premio Joven UCM), Los pequeños caballos azules (2003, dos ediciones), El vaso canope (2006), Kafkarama (2008) y Casillero del diablo (2013, también en e-book), además de la biografía de un músico de rock, Paul Weller: de la ciudad al bosque (1991) en la editorial Cátedra. Ha sido colaborador de diferentes cabeceras culturales como Historia 16 o la revista digital FronteraD. Actualmente, prepara una tesis doctoral sobre literatura albanesa y el escritor Ismaíl Kadaré.
Francisco Rodríguez Criado: Casillero del diablo (Xorki, 2013) narra la historia de un escritor que no escribe, una suerte de Bartleby que lleva cuatro años sin pergeñar una sola página y que aun así acude a un congreso de escritores. ¿Qué puedes decirnos sobre el oficio de escribir, al que concedes tanto espacio en tu novela? ¿Es una profesión como otra cualquiera, de obligada constancia, o crees que solo se debe escribir bajo el influjo de la inspiración?
José Carlos Rodrigo Breto: Empezaré respondiendo a la última parte de la cuestión: en una frase atribuida a varios artistas, la creación es un diez por ciento inspiración y un noventa por ciento de transpiración… Aunque soy un gran creyente en las epifanías, y creo que las novelas y los poemas nacen, siempre, de un momento de iluminación, luego hay que trabajarlos. El oficio de escribir, por tanto, es esfuerzo y esfuerzo y más esfuerzo. La del escritor es una batalla campal con todo lo que lo rodea, porque todo lo que lo rodea es susceptible de ser narrado, novelado, poetizado. En ese aspecto, es un esfuerzo pavesiano, la escritura es el oficio de vivir y, como tal, para mí, la literatura es como la vida: un festival de agravios.
F.R.C.: Según Adorno, “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. El personaje-narrador de Casillero del diablo está obsesionado con los nazis, y parece pensar –aunque no llegue a decirlo– que es un acto de barbarie intentar ser feliz después de Auschwitz. ¿Tiene algún sentido pensar que la literatura es una forma de redención, una vía de alcanzar la felicidad, o se trata acaso de un mito más?
J.C.R.B.: En alguna ocasión escuché que “Dios creó al hombre y el hombre creó Auschwitz”; tal es la importancia de lo que el comportamiento humano perpetró allí, que marca un antes y un después, sumiendo al siglo XX, y por ende al pensamiento y conciencia del hombre, en una crisis que ya no hemos conseguido superar. En Auschwitz, la muerte se convierte en un producto manufacturado, cuyo proceso transforma la mercancía con un solo fin: convertir a los vivos en cadáveres, y hacerlo en masa, con la mayor efectividad y el menor tiempo posible. No creo que exista una respuesta en los libros para esto. Con el paso del tiempo -y muchos volúmenes leídos- he podido concluir algo: entre las páginas de los libros no existe ningún código secreto, ninguna revelación, ni la menor posibilidad de redención. Pero, eso sí, la literatura puede funcionar como un muro de contención a la destrucción personal y, paradójicamente, para todo lo contrario: para aniquilarse hasta las cenizas.
F.R.C.: La sombra de numerosos autores (algunos de ellos denostados por el personaje-narrador) planea sobre tu novela: Kafka, Musil, Beckett, Gombrowicz, Günter Grass, Hrabal, Rulfo, etcétera. ¿Qué importancia han tenido estos u otros escritores en tu carrera literaria? ¿Se puede ser escritor sin leer a los grandes de la literatura?
J.C.R.B.: Los escritores, en la novela, son “criticados” por un motivo determinado y relacionado con la propia novela. Existen ciertos aspectos coincidentes en sus obras con el devenir del protagonista, y desde ahí se puede entender la aversión del personaje a, por ejemplo, Rulfo, o la extraña relación bipolar que establece con Petrarca. De todas maneras, también, el espacio literario está repleto de obras maestras que nos han venido repitiendo que lo son, desde siempre, sin permitirnos el detenernos a juzgar y mirarlas por nosotros mismos un instante y poder decir: pues no es tan obra maestra, por mucho que el canon lo establezca así.
Todos esos escritores nombrados en la pregunta, y otros muchos, han tenido y tienen una importancia capital en mi… ¿carrera literaria? Me resisto a llamarla así; prefiero decir que todo escritor es antes un lector que contiene textos y autores con los que dialoga en sus libros. Simplemente, Kafka, Grass, Houellebecq o Bernhard, me contienen en sus libros (tal y como afirmaría Harold Bloom); me encuentro, estoy en ellos y, cuando escribo, regurgito aspectos y pedazos de lo que he encontrado enmarañado en sus palabras. Por ello, sin haber leído, no ya a grandes autores, sino a “nuestros autores” propios, los que nos contienen, creo que es imposible hacer literatura. Mucha gente se acerca a mis talleres literarios con la intención de ser escritor, reconociendo que apenas han leído… ¿Cómo es esto posible? Para ser escritor hay que dedicar la mitad de nuestro tiempo de escritura a la lectura. O más.
F.R.C.: Todos nos acordamos de aquellas palabras de Juan Marsé durante cierta polémica en cierto concurso literario. El escritor catalán nos recordó que no es lo mismo la literatura que la vida literaria. El personaje de tu novela parece naufragar en ambas. Has escrito una novela biográfica sobre Kafka, durante mucho tiempo considerado modelo de escritor casi en el anonimato, alejado de los círculos literarios. ¿Crees que hoy día sería posible que un escritor más o menos escondido como Kafka desarrollara con éxito su carrera, o consideras necesario hacer vida literaria, frecuentar las redes sociales, etcétera?
J.C.R.B.: Un autor como Kafka, hoy, jamás conseguiría nada. Ni siquiera podemos asegurar que un texto clave para la literatura del siglo XX como La transformación fuera publicado actualmente… seguramente lo rechazarían. Las leyes del mercado editorial consideran que si hay una pieza del engranaje prescindible, es el autor: nos dirigimos hacia una literatura sin autores y unos lectores sin novelas. Para evitar ser el último mono de la literatura se debe abrazar la “vida literaria”. Muchos escritores se trasvasan, aplicando resortes del mundo del rock y como si fueran “estrellitas” populares, desde otras actividades que los han llevado a ser conocidos: presentadores de tv, tertulianos, famosillos de las revistas del corazón que se aventuran con sus libros. Evidentemente, se tratan de mundos inconexos, no existe un vaso comunicante que permita el traspaso de una vida, “la literaria”, a la literatura, como tampoco puede ser al contrario. Al final, esas novelas serán de consumo rápido y sus autores ganarán un dinero cómodo y fácil que les permitirá llevar una vida más sencilla. Y tuitearán, inmersos en sus borracheras de ego y mesianismo, para pasmo y éxtasis de sus fans incondicionales, reflexiones del tipo “voy a comer” o “he despertado” o “me duele la cabeza”. Otros, por el contrario, aplastados contra el muro de ladrillos que es el mundo de la literatura, dejarán una obra para el futuro (si es que eso puede llegar a significar algo, cosa que ya dudo muy seriamente).
F.R.C.: ¿Cuál es tu opinión sobre el libro digital?
J.C.R.B.: No soy un fanático del e-book. Ahora, acaba de aparecer mi última novela en ese formato. Creo que, existiendo el libro en papel, es un muy buen complemento, pero no lo contemplo como una sustitución completa del libro. Espero que los libros no desaparezcan, aunque en el futuro los fanáticos tengamos que salir a un exterior de colorines post-holocausto para pillar unas gotas de buena literatura, oculta en librerías de antiguo. Desde siempre, un libro ha sido eso, tapas, encuadernación, páginas, y no un archivo extraño flotando en un conglomerado digital… Ahí, sin el respaldo de un libro físico, no se contiene el aliento de los autores. Es una cuestión benjaminiana de “extravío de aura”. Pero no amo el libro en papel por un mero motivo fetichista, sino por instinto de conservación: pronto, las editoriales poderosas acabaran con los libros, después con los autores –y no al estilo de la “muerte del autor” que preconiza Barthes–, y finalmente, las obras se escribirán de forma colectiva por grupos de marketing (si eso no se hace ya en algunos casos) tal y como lo narra Rafael Reig en su Manual de literatura para caníbales.
Si coexisten en equilibro el papel y el “amasijo digital”, aún podemos aguantar los abusos, pero si el segundo ocupa el lugar del primero, aniquilándolo, lectores y escritores estaremos perdidos… Aunque, bueno, en cierto modo ya lo estamos, ¿no? Autores y lectores –libreros y pequeños editores– sólo somos peleles en manos de la perversa industria de la que formamos parte.
F.R.C.: Y, para terminar, ¿podrías recomendarnos un cuento para la sección 1001 cuentos o un poema para 1001 poemas?
J.C.R.B.: El poema, uno hiperbreve, se titula Arte, de Charles Bukowski. El cuento, uno muy breve de Kafka: La verdad sobre Sancho Panza.
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