¿De qué hablamos cuando hablamos de China?

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¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CHINA?

Francisco Rodríguez Criado

–Profesora Hu –intervino Fang Caodi–, ¿qué opina de los acontecimientos sucedidos desde el cataclismo de la economía internacional hasta el inicio oficial de la nueva era de prosperidad y gloria de China?

La reacción de Hu Yan mostró a las claras que no sabía de qué le estaba hablando Fang Caodi.

–Le hablo del mes que transcurrió entre los dos acontecimientos –insistió Fang Caodi–. Veintiocho días, para ser precisos.

–Las noticias en portada del Diario del Pueblo –respondió Hu Yan con paciencia– fueron el cataclismo de la economía internacional y el inicio de la nueva era de prosperidad y gloria de China. También que el dólar estadounidense se había devaluado una tercera parte y que China había promulgado nuevas leyes para estimular la economía. No sé a qué 28 días se refiere, señor Fang, o de qué modo los está calculando.

 

Este breve fragmento sintetiza la trama de Años de prosperidad (Destino, 2011), de Chan Koonchung, novela ambientada en un futuro próximo: 2013. Uno personaje secundario, la doctora Hu, no recuerda nada sobre un mes de la Historia reciente de China, como no lo recuerda ninguno de sus compatriotas… excepto un grupo muy reducido de afortunados (si se puede decir así).

Alguna tecla peligrosa debe haber activado Años de prosperidad cuando solo puede leerse en China previa descarga desde una dirección concreta de Internet. Las librerías donde se vendía… fueron cerradas.

Su autor, Chan Koonchung, nació en Shanghái y creció en Hong Kong, estudió en la Boston University, fue reportero de un periódico inglés en Hong Kong, fundador de la revista City, productor de películas, fundador del grupo ecologista Green Power, antaño miembro de Greenpace. Y con este perfil personal, ¿qué otra novela podría escribir sino Años de prosperidad?

Muchos han entendido la novela como un thriller, que incluye efectivamente algunos elementos del género, pero en mi opinión están presentes en la historia no como un fin sino como un medio. No creo que el objetivo del autor sea simplemente hacernos pasar un buen rato a golpe de emociones, sino que más bien ha armado una narración con  personajes al límite para ofrecernos una novela, lo diré así, divulgativa, de intención documentalista. Puede que el argumento nos sacuda emocionalmente, pero el tema que aborda el libro es mucho más ambicioso. Y ese tema no es otro que la propia China. La China moderna y aparentemente próspera. La China que –conviene confesarlo– a la mayoría de los europeos nos resulta poco menos que una gran desconocida. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de China?

Años de prosperidad trata de responder a esta pregunta. La novela trabaja en dos planos, dependiendo de las características del lector. En uno de esos planos el narrador le explica el porqué de la prosperidad de China al lector extranjero, que, como decía antes,  poco sabe de este gran país más allá del tópico del “gigante asiático”. En un segundo plano, la novela presenta un debate de orden local, destinado no a los extranjeros sino a los ciudadanos chinos, que son al fin y al cabo quienes disfrutan o padecen la dictadura que ha hecho posible esa aparente prosperidad.  “Prosperidad, ¿a qué precio?”, parece preguntar y preguntarse el autor.

Insito: leer el libro en clave de thriller es quedarse a medias. No parece razonable que Koonchung se haya esforzado tanto en sembrar semejante prolijidad de datos (sacando a relucir al periodista que lleva dentro) para recoger tan poco. Al dibujar, negro sobre blanco, una sociedad aparentemente amnésica que no recuerda un mes de su Historia reciente, Koonchung pone un foco crítico en los muchas sucesos vividos por China en  los últimos decenios, sucesos que a algunos les conviene eliminar de los libros y de los periódicos. Incidiendo en el afán divulgativo del que yo hablaba antes, Koonchung no tiene problemas en paralizar la acción para ofrecernos datos. Un ejemplo: cuando el personaje se dispone a entrar en una cafetería Starbucks, el narrador deja al personaje en suspenso para contarnos la historia de esa cadena de hostelería, como si de un reportaje de dominical cultural se tratara.

No me apetecía regresar a casa, así que tomé un taxi y me dirigí a Taikucun, en el barrio de Sanlitun, en busca de un Starbucks en el que sentarme un rato. Desde que el consorcio Wangwang adquirió la cadena Starbucks, algunas bebidas chinas se han hecho internacionalmente famosas, como por ejemplo mi favorita: té Oolong late con lichi, de un sabor exquisito. He oído que se vende muy bien en ciudades árabes reconstruidas como Bagdad, Beirut o Kabal. El consorcio ha abierto establecimientos incluso en África, en capitales como Luanda, Jartum y Dar es Salam. Se trata de un nuevo mercado abierto juntamente abierto por Starbucks y Wangwang a través de una empresa de capital chino llamada Compañía de Inversiones para la Amistad EAL (las siglas se refieren a Europa, África y Latinoamérica). Hoy en día, donde vivían chinos, Starbucks o Wangwang, o los dos, están presentes. Los negocios se mezclan así con la cultura, son una forma velada de conquista.

A Koonchung le interesa todo lo que tenga relación con China. Por las páginas de este libro se pasean el drama de Tiananmen en 1989, los Movimientos Democráticos Patrióticos, los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, el mercado de las nuevas tecnologías, Mao, Den Xiaoping, la Revolución Cultural, la prohibición del Falun Gong, la represión política, las iglesias clandestinas cristianas, la violación de los derechos humanos, añádanse varios etcéteras. Y desde una posición omnipresente, el Partido Comunista de China.

¿Podría decirse que Años de prosperidad es, aunque ambientada en el futuro, una novela histórica?

Así lo creo.

La portada del libro incluye una reseña de The Times que sugiere cierta proximidad entre Años de prosperidad y Un mundo feliz. Puede ser. Pero la visión crítica de Chan Koonchung, cargada de contenido social y político, está también próxima a la literatura filosófica-combativa de Milan Kundera (con todas las diferencias que queramos encontrar entre ambos autores).

En cualquier caso, considero Años de prosperidad un libro más que recomendable para quienes desean aproximarse al gran país asiático, todo ello desde una propuesta amena que se desdobla entra la ficción y el ensayo. Y que ofrece, como complemento, un interesante debate sobre la amnesia voluntaria que abrazan ciertos ciudadanos cuando la realidad no les resulta lo suficientemente grata. Esos que prefieren “un falso paraíso” a “un infierno bueno”.

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