Cuento breve recomendado: «Para mi chica la Marga», de Marín Civera López

PARA MI CHICA LA MARGA

(cuento)

Martín Civera López (España)

Cuando Marga no está, todo es Marga.

Es Marga la pasta de mi tubo de dientes. Marga es mis orejas y las pocas ganas que hoy tengo de levantarme. Y también el vecino que me saluda y parece que diga Marga. Hoy más que nunca Marga es Argentina. Y ensalada con pechuga asada. Hoy Marga no es la siesta, porque pensando, pensando tampoco hoy me dejó dormir. Esta tarde son Marga mis piernas, que me llevan poco a poco como si fueran solas, sin contar con el resto de mi cuerpo, que, dicho sea de paso, también es de Marga. Y el agradable sonido de mis pasos en el suelo. Y mi respiración. Marga es Dostoievski. Y también Mario Benedetti y Miguel Hernández. Y mi Daniel Pennac. Esta tarde es Marga hasta Ana Rosa Quintana. Y café con leche y torta de nueces y pasas. Marga es las nueve y media y las diez menos cuarto y las diez y veinte.

Y es entonces, a eso de las diez y media, cuando Marga está, y todo lo demás no existe. Y sólo existe Marga.

 

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6 comentarios en «Cuento breve recomendado: «Para mi chica la Marga», de Marín Civera López»

  1. Es un relato muy hermoso, ya que habla del amor, amor que inexplicablemente lo sentimos por alguien, lo cual es muy frecuente que sentir que todo nuestro mundo gira en el/ella. Es cuando el nombre de tu amado envenena tus sueños.

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  2. Comparto este cuento:
    EL PERIODISTA
    El periodista llegó al lugar poco antes de las 2:50 de la madrugada junto con sus dos colaboradores. Trabajaba como reportero nocturno para un canal de televisión mientras la ciudad era presa de Morfeo. Miró su reloj de muñeca y un segundo después el vehículo tipo van, que enarbolaba una gran antena, se detuvo a pocos metros de una escena que ya reunía a espontáneos habitantes de la noche y personal médico y de socorro; al abrirse la puerta lateral de la van, llevó su vista hacia el exterior antes de poner un pie en el pavimento y reparó por un momento en los cuatro años de labor nocturna cumplidos hasta ahora. Sin saber por qué -algo que se había vuelto recurrente- le horadó en su cabeza, como broca abriéndose paso, el incisivo comentario repetido por personas cercanas algunas con la clara intención de tomarle el pelo: “trabajar de noche produce pingüinos en las camas matrimoniales….” Tal idea, absurda por demás y que solía asaltarle últimamente justo en las madrugadas, le había obligado a pedir al canal la retoma de su horario de origen. Desde el siguiente lunes su reemplazo se lanzaría a las fauces de la noche a emprender en las sombras, la búsqueda de los hechos más impensados y hacerlos verosímiles para transmitirlos en la emisión matutina. Era la sorpresa que guardaba para la mujer que amaba, cesarían las discusiones, harían suya la idea de procrear, las noches serían ahora para ella, los pingüinos no incubarían.
    La oscuridad se cernía impasible y parecía confundida en los fragores de la niebla de madrugada. El periodista bajó de la camioneta, parpadeó tres veces y frotó sus manos forradas en guantes de lana gris, las acercó a sus labios mientras exhalaba lo que pareció una fumarola de cigarro barato, con la intención vana de calentarlas. Se esforzó sin prisa por desvanecer de su mente aquellas ideas y concentrarse en la escena que tenía frente a sus ojos, “nada ajena para una noche de viernes”, susurró para sí. El accidente había ocurrido pocos minutos antes. Las luces de ambulancia cortaban con dificultad el manto grisáceo cada vez más espeso y hacían flotar en la densa atmosfera de la calle, premoniciones de cosas que no eran buenas. El periodista ya estaba acostumbrado. Por eso, con la decisión del que sabe lo que está a punto de ver, tomó el micrófono con fuerza y se abrió paso entre los curiosos mientras pedía a su camarógrafo enfocar la lente y seguirlo de cerca. Había dos siluetas bañadas de rojo tendidas boca abajo en el pavimento junto al vehículo destruido, “fortuitos amantes en las sombras” pensó el periodista como buscando un título para su informe, en tanto una vaga idea de clara compasión atravesó su pensamiento. El primer cuerpo era el de un hombre de tez blanca sin ninguna expresión de vida. Mientras uno de los paramédicos volteaba el otro cuerpo, un promontorio con esbozo de mujer, se escuchaba la explicación que un policía daba al micrófono: “Los 2 estaban ebrios, nadie hubiera sobrevivido…” El periodista bajó la mirada y se desvaneció por completo. Cayó junto al cuerpo inerte de su esposa. RBC.

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  3. Es un relato muy hermoso, ya que habla del amor, amor que inexplicablemente lo sentimos por alguien, lo cual es muy frecuente que sentir que todo nuestro mundo gira en el/ella. Es cuando el nombre de tu amado envenena tus sueños.

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