
EL BELLO TAPIZ
Miguel Bravo Vadillo
(microrrelato)
Un joven poeta vivía fascinado por la exquisita belleza de un tapiz. El tapiz representaba un vergel en el que hombres y mujeres (algunos aparecían casi desnudos) vivían con absoluta placidez en compañía de exóticos animales, disfrutando de cuantos placeres los dioses habían tenido a bien concederles (placeres tanto carnales como espirituales; aunque, como solía decir el poeta, “el placer de la carne también lo es del espíritu”). El colorido del tapiz era tan vívido y natural que si el poeta alargaba su brazo podía acariciar la realidad misma, oler las flores, gustar los alimentos, escuchar las palabras de aquella joven ninfa que leía a sus hermanas del libro voluminoso. Así, el tapiz deleitaba el espíritu del joven poeta no sólo a través de sus ojos sino también del resto de sus sentidos.
Cierto día, sin embargo, el poeta sintió curiosidad y miró detrás del tapiz: quería descubrir cómo estaban entrelazados los hilos que daban forma y vida a tan extraordinaria belleza. Poco a poco fue perdiendo interés por la belleza misma, y ganándolo por las razones de la belleza; deseaba comprender el anverso del tapiz estudiando su reverso. Así fue cómo comenzó a interesarse vivamente por la filosofía.
Ahora, aquel joven es un hombre adulto que escribe libros deshilachados y confusos. Jamás volvió a componer un solo verso, y jamás volvió a gozar del bello tapiz.
Microrrelato de Miguel Bravo Vadillo: El muro
«Una habitación propia», de Virginia Woolf, en Grandes Libros, por Miguel Bravo Vadillo.