Entrevista a Miguel A. Zapata

Entrevista a Miguel A. Zapata
Escritor Miguel A. Zapata. (Imagen cedida por el autor)

NARRATIVABREVE.COM entrevista a
Miguel A. Zapata

 Esquina inferior del cuarto (Menoscuarto, 2011)

«A mí lo que me interesa es reconsiderar el concepto de normalidad. El antihéroe posmoderno parece configurarse como una respuesta reactiva al héroe literario sin fisuras, es casi su reverso consciente; hay algo de pose forzada en estos personajes, sobre todo después de la aproximación al concepto de obras tan dispares y geniales como “El guardián entre el centeno”, “El almuerzo desnudo” o “El tambor de hojalata”, se repite ya tanto el modelo de inadaptación (aun con diferentes aproximaciones), que termina hoy por parecer un cliché». 

M.A.Z. 

Miguel A. Zapata (Granada, 1974). Escritor y profesor español. Ha publicado, entre otras obras, tres novelas que conforman su «ciclo de la degradación» y diversos libros de ficción breve. Premio Andalucía de la Crítica de Narrativa (2022) por la novela Nos tragará el silencio.

Con la excusa de la reciente publicación del libro de relatos Esquina inferior del cuadro (Menoscuarto, 2011), nos hemos puesto en contacto con él para conocer algunas de sus opiniones sobre la literatura y su circunstancia. Sus respuestas, escaparate de su vasta cultura literaria, han convertido este pequeño encuentro en poco menos que una clase magistral sobre la narrativa breve.

F.R.C: Después de los libros de microrrelatos Baúl de prodigios yRevelaciones y magias ensanchas los márgenes territoriales de tu narrativa y retomas la escritura del relato corto. Tu último libro, Esquina inferior del cuadro (Menoscuarto, 2011), recopila once relatos que tienen una extensión media de diez páginas por texto. Cuando trabajas mentalmente el embrión de una historia, ¿sabes antes de volcarla en el papel si está destinada a ser bien un microrrelato de medio folio, bien un relato corto de diez o doce páginas?

M.A.Z: Sí, generalmente sí que el texto suele presentarse con su propia acotación de género. Cuando lo que me asalta es una imagen cerrada en sí misma, con una significación instantánea y relampagueante, sé que se impone la naturaleza del microrrelato, género en el que la exigencia de la intensidad y la elipsis es máxima. Cuando la historia se demora en espacio y tiempo y pretendo el análisis psicológico de personajes o tramas paralelas no resueltas en apenas unas imágenes, el texto se abre a la mayor extensión del cuento. El microrrelato supone una intervención quirúrgica de urgencia: precisa, diáfana, sin demora. El cuento es una operación que no busca salvar la vida del paciente sobre la mesa de operaciones sino en un plazo más dilatado, con más variantes dependientes de la propia salud del intervenido, pero con semejante pulso de acero, sin titubeos ni manipulaciones de más ni de menos.

Para mí, a veces, el reto es conseguir que un microrrelato flexibilice el tratamiento del tiempo y el espacio que le es propio y permita (como en aquel cuento genial de Arreola sobre el espectro de una mujer que se encarna en el narrador) definir en pocas líneas toda una psicología o dilatar el tiempo a placer. Igualmente, es un desafío componer (como pretendo en Los trabajos de astrónomo, el cuento que cierra “Esquina inferior del cuadro”) una pieza más extensa mediante el encadenado de microrrelatos o la aplicación de técnicas exclusivas del cuento hiperbreve.

En ocasiones, incluso, el germen de una novela (la que estoy terminando de escribir sería buen ejemplo de ello) surge de una idea para un cuento que precisaba una mayor extensión al ir enriqueciéndose progresivamente con subtramas, personajes secundarios, digresiones… En definitiva, es el propio texto el que reclama una intervención estructural y técnica propia.

F.R.C: Uno de los cuentos de Esquina inferior del cuadro, “Coleccionismo”, narra un suceso esperpéntico entre un anciano mal avenido y el personaje-narrador, que acaba poniendo los pies en polvorosa ante una situación tan grotesca como inesperada. Es solo un ejemplo, porque me ha parecido detectar que todo el libro, con propuestas mitad realistas mitad fantásticas, rezuma cierto aire de amenaza, ese mismo aire de amenaza que, según Raymond Carver, debería tener todo buen cuento. Esa búsqueda del elemento desasosegante (el primer cuento, “En flor”, un mini-tratado sobre la locura, podría ser otro ejemplo), ¿es algo que buscas conscientemente?

M.A.Z.: Efectivamente, los once cuentos de “Esquina inferior del cuadro” responden a un elemento (una amenaza, una inquietud) que queda larvado en la propia narración. A veces estalla in media res o al final del cuento, y en ocasiones nos deja la inquietud de que lo que no se ha desencadenado a nuestros ojos lo ha hecho antes o después de la lectura, añadiendo más desasosiego al lector al escamotearle información.

Coleccionismo indaga precisamente, a través de un estilo que busca el crescendo dramático, en esa zona de tránsito entre la normalidad anodina y el horror, a veces propiciado por nuestra propia consideración desdeñosa hacia los seres que suponemos frágiles o esquinados. El anciano de este cuento reclama una atención, una reparación de su soledad a través de un pacto tácito que no propone él abiertamente al personaje narrador que lo visita con el objetivo de alquilarle su buhardilla, sino que espera que éste logre comprender a través de su conversación, de las frases aparentemente banales o absurdas que va desperdigando en esa tarde de encuentros y revelaciones. El desasosiego da paso al horror de un descubrimiento fatal cuando se cierran los oídos a las llamadas de auxilio del débil, que finalmente exigirá una compensación por su condición de marginado.

La amenaza de En flor es menos palpable, se desenvuelve a lo largo del cuento con la naturalidad con que los pétalos florecen, se marchitan y terminan por caer. Óscar, el protagonista, pretende restituir el paraíso perdido de su infancia con la destrucción de lo poco que queda de ésta y promover un orden nuevo en torno al jardín de la casa de sus padres, que es alfa y omega de sus días, paraíso e infierno. Aquí, la inquietud se aleja de nosotros, asistimos a la tragedia de una biografía que pretende reescribirse en contra de su propio tiempo, de sus limitaciones, resistiéndose a la decadencia.

En ambos casos, pretendo diluir la frontera entre el argumento de corte fantástico y el realista, dibujar esas zonas de contacto entre ambos mundos para perfilar existencias en el limbo, ambiguas, ensoñadas, espectrales.

Entrevista a Miguel A. Zapata
Esquina inferior del cuadro, de Miguel Ángel Zapata (Menoscuarto, 2011)

F.R.C: La contraportada del libro cita tu propensión a evitar personajes arquetípicos. Dice textualmente: “Sus personajes no son héroes, ni antihéroes, como la posmodernidad define a los perdedores”. ¿Consideras un defecto esa tendencia de buena parte de la literatura actual en focalizar su interés en las malandanzas de los antihéroes en detrimento del ciudadano, por así decirlo, normal?

M.A.Z: A mí lo que me interesa es reconsiderar el concepto de normalidad. El antihéroe posmoderno parece configurarse como una respuesta reactiva al héroe literario sin fisuras, es casi su reverso consciente; hay algo de pose forzada en estos personajes, sobre todo después de la aproximación al concepto de obras tan dispares y geniales como “El guardián entre el centeno”, “El almuerzo desnudo” o “El tambor de hojalata”, se repite ya tanto el modelo de inadaptación (aun con diferentes aproximaciones), que termina hoy por parecer un cliché.

Yo pretendo en estos cuentos analizar las aristas que pueden convertir una existencia normalizada en una anomalía, el momento en que el tren descarrila y discurre por vías agrestes, extrañas y disfuncionales. El antihéroe sabe que debe recorrer el camino opuesto al héroe; mis personajes no saben cuál es el camino que transitan ni dónde está la salida, en ocasiones incluso creen caminar aún por el sendero convencional, el de la inmensa mayoría de los adaptados, a los que admiran o detestan con la misma intensidad febril. Buscan, en definitiva, su propia normalidad, pese a quien pese, incluso firmando su propia devastación.

F.R.C.: ¿Cómo ves la proliferación de espacios literarios en Internet (blogs, webs, revistas, foros)?

M.A.Z: Me parece un sano ejercicio de democratización del hecho literario. A veces se habla del filtro necesario para saber detectar los espacios interesantes y diferenciarlos de los prescindibles, pero eso mismo hacemos cuando vamos a la librería o consultamos los suplementos literarios en busca de tesoros de letras. La labor de escritores y lectores es seleccionar  dichos espacios y disfrutar de la multiplicación de los enfoques que puede dar la instantaneidad de la red. Los opositores radicales a esta proliferación parecen más bien asustados por perder ciertas posiciones de privilegio en el entramado de medios dedicados a la literatura. A mí sólo dejan de interesarme ciertas páginas o blogs cuando se convierten de forma exclusiva en una panorámica del currículo del autor en cuestión, una plataforma de lanzamiento de sus propios proyectos, aunque es perfectamente lícito y suple las carencias de visibilidad de las que tanto nos quejamos los escritores, pero termina siendo un aburrido ejercicio de contemplación del ombligo ajeno, la verdad.

F.R.C.: Por último, me gustaría conocer tu opinión sobre el momento dulce que presuntamente vive el microrrelato. ¿Se trata de un género con verdadera proyección en el futuro o consideras que puede tratarse de una moda pasajera sin mayor trascendencia más allá de la pantalla del ordenador?

M.A.Z:  En absoluto puede ser una moda pasajera un género que hunde sus raíces en los epigramas grecolatinos (pienso en Marcial), los poemas narrativos persas, los textos ultrabreves de la tradición oriental (pienso en Tchuang Tzu o en algunos haikus de Basho) o más cerca en el tiempo, obras enteras de autores contemporáneos (“Contemplación”, de Kafka, es un conjunto de microrrelatos de corte fantástico-metafísico, o los “Microgramas” de Robert Walser, pequeños textos deslavazados pero con absoluta autonomía narrativa). El problema es que, en no pocas ocasiones, la brevedad anima a la elaboración desaforada, casi industrial, tanto desde el punto de vista editorial como en Internet, resultando así una práctica que desvaloriza el género o lo confunde con un chiste, una metáfora aislada o una ingeniosidad sin calado literario alguno.

Pero es que, si la cuestión del tiempo no fuera un inconveniente, existiría la misma proliferación de novelas de mala calidad que de los millares de microrrelatos deficientes que se lanzan a linotipias o pantallas colectivas. El verdadero problema no es el soporte (leo con frecuencia auténticas maravillas breves en bitácoras virtuales personales, así como libros ilegibles de editoriales solventes), sino el mayor o menor grado de autoexigencia y dedicación del escritor de microrrelatos, el peligro de confundir brevedad y levedad.

El género tiene ya sus maestros contemporáneos (Orkény, Mrozek, Ramos Sucre, Fernández Molina, Pérez Estrada…), cultivadores actuales fabulosos ya asentados (Shua, Tavares, Brasca, Olgoso, Iwasaki, Neuman, Moyano…), nuevos valores al alza (David Roas, Carlos Almira, Manu S. Vicente, Javier Puche, Ginés Cutillas, Rubén Abella…), estudiosos y críticos de enorme valía (Fernando Valls, Irene Andres-Suárez, Carmen Valcárcel, Ángeles Encinar, el desaparecido Lagmanovich) o la labor de difusión del género en webs y blogs (Internacional Microcuentista o este mismo espacio de Narrativabreve.com) y en editoriales especializadas (Menoscuarto, Páginas de Espuma, Traspiés, Cuadernos del Vigía) que aseguran el afianzamiento del género como propuesta de calidad, con un andamiaje creativo y teórico de inmenso valor literario.

F.R.C.: No me queda más que hacerte una petición: ¿podría recomendar a los lectores de NarrativaBreve.com un cuento para la sección Los Mejores 1001 cuentos literarios de la Historia?

M.A.Z.: Ningún buen amante del género breve debe dejar de leer un cuento como Semosmalos, incluido en “Cuentos de barro”, del escritor salvadoreño Salvador Salazar Arrué (“Salarrué”), una auténtica maravilla sobre la dignidad de los desposeídos, compuesto con una finura y un aliento poético insuperables.

Miguel Ángel Zapata (Granada, 1974) reside en Madrid, donde ejerce como escritor y profesor de Geografía e Historia. Ha publicado hasta la fecha un libro de cuentos –Ternuras interrumpidas; fabulario casi naïf (2003), y dos de microrrelatos, Baúl de prodigios y Revelaciones y magias. Su obra breve, que bascula entre el realismo y un singular fantástico poético, ha sido galardonada con diversos premios (Villa de Iniesta, Memorial Domingo García, Eugenio Carbajal, Miguel Cabrera o Melpómene) y recogida en numerosas antologías del género (Ficción Sur, Perturbaciones, Por favor sea breve 2, Velas al viento o EntreRíos). Es miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles y realiza labores de crítica literaria en medios digitales, como Spejismos o Comentarios de textos

Ficha técnica

TÍTULO: Esquina inferior del cuadro 

AUTOR: Miguel A. Zapata

 EDITORIAL: Menoscuarto 

AÑO DE EDICIÓN: 2011 

PÁGINAS: 168 

FORMATO: Rústica  

ISBAN: 978-84-96675-65-0 

MATERIA: Narrativa española 

IDIOMA: Español

 

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