
NarrativaBreve.com entrevista a José Luis Ibáñez Salas
José Luis Ibánez Salas lleva vinculado desde hace muchos años a la divulgación de la Historia. Trabajó a las órdenes de Ricardo Artola en la edición de la Enciclopedia de Historia de España, de Alianza Editorial, y durante una etapa estuvo al frente del área de Historia de la Enciclopedia Multimedia Encarta de Microsoft.
En la actualidad es editor en Santillana Educación, director de la colección Breve Historia de la editorial Nowtilus, y editor de la revista online Anatomía de la Historia, que acaba de dar sus primeros pasos. Nuestra primera pregunta alude precisamente a esta nueva publicación digital.
Francisco Rodríguez Criado: Anatomía de la Historia, revista que usted dirige, lleva el sugerente subtítulo Disección del presente y del pasado. Ahora tengo dudas. Si resulta que el presente también es Historia, ¿entonces ya no es necesario tener cierta perspectiva de los sucesos, filtrada por el paso de los años o de los siglos, para poder hablar o escribir de la Historia?
José Luis Ibáñez Salas: Se disecciona el presente a través del pasado, o desde el pasado, o gracias al estudio del pasado, mejor. Creo que fue el historiador Manuel Tuñón de Lara quien dijo que los historiadores tenían que dejar pasar 25 años para utilizar sus herramientas de análisis sobre lo que ya sí era historia merecedora de ser el objeto de estudio de la Historia con mayúsculas, de la disciplina. Hablaba Tuñón, me parece recordar, de una generación, del transcurso de una generación entre el hecho histórico y su acomodación al estudio histórico, a la Historia con mayúsculas. La perspectiva es esencial: anímica, vivencial, de poso cultural y de acumulación de conocimientos. El presente es historia con minúsculas. Es objeto de estudio de otras disciplinas, la sociología por ejemplo, la economía, la geografía humana, en fin… Pero, a mi modo de ver, ese presente será Historia, con mayúsculas, cuando podamos dotarnos de la perspectiva adecuada.
Anatomía de la Historia pretende en ese sentido ser un rincón reservado a los amantes de la Historia, a los degustadores de los análisis rigurosos, escritos con calidad literaria y con la perspectiva suficiente, pero sin descuidar el acercamiento, cuando las circunstancias lo requieran, al presente para situarlo en el lugar conveniente en tanto que resultado de un pasado que sí somos capaces de analizar, de diseccionar.
F.R.C.: En el colegio la Historia siempre me pareció una asignatura de datos inamovibles, algo casi científico. Ahora, sin embargo, presiento que el trabajo del historiador tiene un componente emotivo e ideológico casi inevitable. El ejemplo más reciente lo tenemos en la entrada de Luis Suárez Fernández sobre Francisco Franco, incluida en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia Luis Suárez, colaborador de la Fundación Francisco Franco, afirma negro sobre blanco que el Generalísimo no fue un dictador sino el creador de un régimen autoritario. ¿En qué grado podemos fiarnos de la veracidad de lo que nos cuentan los historiadores?
J.L.I.S.: Los datos son ineludibles, son el esqueleto de la Historia, sobre todo los cronológicos, sostén arquetípico de su entramado sin los cuales se nos cae todo el invento. Nunca creamos a quienes consideran que se puede elaborar un discurso historiográfico sin las fechas, sin las localizaciones geográficas, sin los datos biográficos, sin los datos económicos en su caso… Pero la Historia tiene músculo, y ahí es donde ―si hemos superado la barrera de utilizar convenientemente los datos, algo que no siempre ocurre porque el componente emotivo, ideológico o de mera supervivencia hace a algunos manipularlos, eludirlos e incluso inventárselos― conviene ser conscientes de nuestros intereses, afectos y lealtades para saber sobreponernos a ellos y construir un discurso historiográfico no distorsionado por ellos, influido sí, qué duda cabe, pero no transgredido por nuestras filias y fobias. La tan traída y llevada objetividad no existe, no existe de una forma perfecta, pero debe de promover la tendencia del historiador, aunque es difícil despojarse por completo de lo que es uno mismo, de hecho ese componente emotivo y cultural es el que nos permite acercarnos al análisis histórico.
Sobre el asunto del polémico Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia ya hemos aportado nuestro pequeñito granito de arena en Anatomía de la Historia con nuestro primer editorial. Y sí, la manera de ejercer el poder empleada por Franco fue dictatorial, algo indubitable en el debate historiográfico, si bien se puede discrepar sobre si siempre fue aurotitaria o totalitaria la naturaleza del régimen político que implantó a sangre y fuego tras colaborar en la provocación de una guerra civil y luego de lograr encabezar de una manera absolutamente unipersonal todos los resortes del Estado creado en torno de su actividad política.
Por contestar a tu pregunta: el grado de veracidad en el que debamos confiar depende de la capacidad que tenga cada uno de discernir quién es un historiador y quién no. Es más difícil que diferenciar en una ciudad, en la mía, por ejemplo, quién conduce un taxi y es por tanto taxista, y quién no lo es.
F.R.C.: Usted reemplazó a Juan Antonio Cebrián, maestro de las ondas (fue el creador del exitoso programa La rosa de los vientos, ahora dirigido por Bruno Cardeñosa), en la dirección de la colección Breve Historia, de la editorial Nowtilus. Cebrián siempre decía que era un divulgador histórico. ¿Podría explicarnos cuál es la diferencia entre un historiador y un divulgador histórico?
J.L.I.S.: En realidad no reemplacé a nadie, o al menos no he tenido nunca esa sensación o no se me dio esa consideración, entre otras cosas porque Juan Antonio, a quien no tuve el placer de conocer, era por lo que me dicen cuantos le trataron alguien insustituible, una persona única. Eso sí, aprovecho desde aquí para agradecer una vez más a Santos Rodríguez que confiara en mi para dirigir una colección a la que le tengo mucho más que cariño.
¿La diferencia? Muy sencillo, un historiador debe de ser por definición undivulgador, algo que no siempre se consigue, y entonces estaremos ante un investigador, cuya existencia es algo esencial para la disciplina; ahora bien, undivulgador histórico puede no ser en puridad un historiador, aunque conviene y, en cualquier caso, si es de verdad un buen divulgador acabará siéndolo. Eso sí, hay muchos tachados de divulgadores históricos que ni son ni serán nunca historiadores pues hacer refritos irresponsables no te convierte en historiador.
Vamos, que si uno necesita a un fontanero llama a un fontanero. Y si lo que se necesita es un historiador, lo mejor es llamar a uno. Lo malo es que no lo encontrarás en las Páginas amarillas, pero hay sitios donde encontrarlos.
F.R.C.: ¿Es cierto que la Historia la escriben siempre los vencedores?
J.L.I.S.: Los perdedores acababan siendo derrotados en todos los sentidos, por supuesto en el de la divulgación histórica. No tengo tan claro que la Historia solo la escriban los vencedores. Lo que sí consiguen los vencedores es que sea predominante su visión porque es la única que se divulga. Eso sí, en el caso de las sociedades como la nuestra, con un Estado social y de Derecho en el que aún pervive la gran aportación de la socialdemocracia a la historia, que es el Estado de bienestar, ese que a lo que llamamos mercados tan poca gracia le hace, en nuestra sociedades, digo, los vencedores somos casi todos, y aquellos de entre nosotros que se acercan profesionalmente a la disciplina que hemos dado en llamar Historia son los que la escriben. En nuestra sociedad, los perdedores están representados por los verdaderos historiadores.
F.R.C.: Tratemos un tema de actualidad. ¿Cree usted que el movimiento 15–M quedará como un suceso importante en la Historia contemporánea de España, o piensa por el contrario que se trata de algo coyuntural?
J.L.I.S.: No soy analista político ni sociólogo. Pero puedo opinar, sin fundamento, ojo, sobre su futuro. Nacerá un partido político que tendrá exiguas representaciones parlamentarias y una capacidad de influir en las decisiones políticas muy reducido. Izquierda Unida es el lugar natural donde deberían de ir a parar los cuadros dirigentes que surjan de ese movimiento. De hecho, IU es el gran derrotado en todo esto por no haber sido capaz de integrar esa poderosa sensación de pertenecer a un mundo degradante: aún tiene su gran oportunidad de refundación y convertirse en la gran esperanza blanca.
JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS
“Nací el año que mataron a Kennedy. Que ya ha llovido. Decir que desde pequeñito me gustaron los libros y que por eso me hice editor sería faltar a la verdad. No del todo. Pero la faltaría. Comencé a ser algo parecido a un editor cuando en 1991 ¿o fue en 1990? disfruté del privilegio de trabajar a las órdenes de Ricardo Artola en la indispensable Enciclopedia de Historia de España que dirigía su padre, Miguel Artola, maestro mío en las aulas de la Universidad Autónoma de Madrid y maestro asimismo de este que firma en aquellos días de aprendizaje de los entresijos de la edición.
Tal vez cosas así contribuyeran a que Santos Rodríguez me ofreciera en 2008 dirigir la colección Breve Historia que enseñorea su catálogo de Nowtilus. Ah, y los libros de texto que en McGraw-Hill y en Santillana dejan constancia de mi labor también deberían de aparecer aquí. Y aparecen. Y no me olvido de mis cinco años, los que transcurrieron entre 1995 y 2000, al frente del área de Historia de la Enciclopedia Multimedia Encarta de Microsoft, ni los muchos que hasta su desaparición dediqué a asesorar, escribir y colaborar de todas las maneras posibles en una obra pionera y malhadada”.
(Semblanza tomada de Anatomía de la Historia)
“Young Sánchez”, de Ignacio Aldecoa, recomendado por José Luis Ibáñez Salas.
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