Los microrrelatos escondidos

Alberto Manguel ha encontrado estupendos micrrorrelatos que andaban encerrados en obras de «mayor entidad». Esta curiosa minicolección de microrrelatos ad hoc fue publicada en Clarín como homenaje a Augusto Monterroso. La lección podría ser esta: a veces es más fácil escribir un microrrelato, de manera casual, cuando uno se adentra en otros géneros, por ejemplo el cuento o la novela. Se ve que la literatura, como el fútbol, es así…

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EVOCACIONES: AUGUSTO MONTERROSO

El maestro del relato breve

El guatemalteco Augusto Monterroso escribió el cuento más breve de la literatura universal. A un año de su muerte, estos textos son un homenaje al ejercicio de la profundidad en pocas palabras.


ALBERTO MANGUEL

En un pequeño y lúcido texto sobre Borges, Augusto Monterroso señala que cualquiera puede, impunemente, imitar a Conrad, a Greene, a Durrell pero no a Joyce, no a Borges. «Es demasiado fácil —dice—, y demasiado obvio». Lo mismo puede decirse de Monterroso mismo, cuyo destino ha sido el de ser recordado, no por vastos volúmenes de inmortal prosa sino por narraciones de apenas una línea perfecta y concisa. De éstos, el más célebre es sin duda El dinosaurio: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Es cierto que muchos otros escritores, a lo largo de los siglos de nuestras literaturas, han imaginado obras de idéntica brevedad, pero el caso es que pocas veces han sabido rescatarlas del fárrago de abarrotadas páginas. El arte de Monterroso está en saber que esas siete palabras bastan.

Releyendo a Monterroso —sus Obras completas (y otros cuentos) que recuerdan las Obras completas de Max Beerbohm que éste publicó a los veinticuatro años—, el recuerdo de similares miniaturas inesperadamente engarzadas en los más diversos libros, me inspiró la siguiente breve antología de homenaje.

Antología

«Cuando los soldados del Emperador Amarillo vieron el inmenso ejército del Emperador Yan-ti en la llanura de Banquan huyeron despavoridos y fueron reemplazados por una vanguardia de osos, lobos, leopardos y tigres, y un estandarte compuesto de buitres, faisanes, águilas y milanos.»
Los escritos de Lie Yu Kou (circa 310)


«Si yo fuera a escribir todo lo que pienso de la grulla ¡qué aburrimiento sería!»
Sei Shonagon
Libro de la almohada (siglo X)


«Richard, Conde de Dorset, se enamoró de la célebre cortesana Mrs. Venetia Stanley, casada con Sir Kenelm Digby. Una vez por año la invitaba a ella y a su marido, y en tal ocasión la contemplaba con mucha pasión y deseo, permitiéndose tan sólo besarle la mano, siempre en presencia de su señor marido.»
John Aubrey
Vidas breves (1693)


«He pensado que algún día me llevarías a un lugar habitado por una araña del tamaño de un hombre y que pasaríamos toda la vida mirándola, aterrados.»
Fiódor Dostoievski
Los poseídos (1871-1872)


«Dos personas esperan en la calle un acontecimiento y la aparición de los principales actores. El acontecimiento ya está ocurriendo y ellos son los actores».
Nathaniel Hawthorne

Notebooks (1868)


«La anciana Madame de Tremouillac, después de despertarse temprano una mañana y ver a un esqueleto sentado en el sillón leyendo su diario, tuvo que guardar cama durante seis semanas con un ataque de fiebre cerebral; al recuperarse, se reconcilió con la Iglesia y rompió toda relación con ese notorio escéptico, Monsieur de Voltaire.»
Oscar Wilde
El fantasma de Canterville (1891)


«También está aquella mujer que, al cerrar con llave la puerta de su dormitorio en una casa desconocida, oyó una débil voz entre las cortinas de la cama diciéndole: ‘Ahora estamos encerrados por toda la noche’.»
M. R. James
A School Story (1904)


«Usted se acuerda de aquella vieja historia acerca del cura inglés que le dio la extremaunción al ladrón de Sicilia, y cómo, en su lecho de muerte, el gran bandido le dijo: ‘No le puedo dar dinero, pero puedo ofrecerle un consejo para toda la vida: su pulgar en la hoja y empuje hacia arriba’.»
G. K. Chesterton
El hombre que fue Jueves (1908)


«Podría hacerse el mismo reproche al santo Juan de Dios, quien se levantó de su lecho de muerte y llegó justo a tiempo para descolgar a un hombre que se había ahorcado en su jardín, de quien tuvo noticias de alguna manera asombrosa en medio de su propia agonía»
Rainer Maria Rilke

Los cuadernos de Malte Lauyrids Brigge (1910)


«Una jaula fue en busca de un pájaro.»
Franz Kafka
Reflexiones sobre el pecado, el dolor, la esperanza y el verdadero camino (1919)


«Se parecía a ese loco que corría por las calles con lágrimas en los ojos, buscando su cabeza en todas las esquinas.»
Ladislav Klima, Todo (1909-1927)


«Salgo a la calle y hay calle. Me echo a pensar y hay siempre pensamiento. Esto es desesperante.»

César Vallejo, Contra el secreto profesional (1928)


«Las últimas palabras de la madre de Goethe, a una sirvienta que le había traído una invitación a almorzar: «Dígales que la Señora Goethe no puede venir porque está muy ocupada muriéndose’.»
André Germain

Goethe y Bettina (1938)


«Se sabe de un viajero de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó sangre: la herida mostraba huellas de unos dientes muy finos».
Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas (1962)


«Monólogo de Calígula: ‘Si yo, el primero de todos, soy lo que soy (una bazofia), ¿qué puedo esperar del resto de los romanos?’.»
Marco Denevi, Falsificaciones (1966)


«Subir una escalera es un esfuerzo, bajarla un peligro. Quién no se acuerda del grito de desafío lanzado por Cécile Sorel al cabo del peligroso ejercicio que le imponían en escena sus volantes y sus coturnos de estrás: ‘¿Bajé bien?’.»
Michel Tournier
De llaves y de cerraduras (1979)


«Recuerda: una vez acabado el grito y encendidas las luces, según las reglas del juego siempre debo mentir. ¿Ahora me crees?»
Margaret Atwood
Asesinato en la oscuridad (1983)


«Hay miríadas de seres en el universo que son felices -y no te conocen… ¿Por qué, pues, soy yo el único hombre para quien tú eres toda la felicidad del mundo?»
Rogelio Echavarría
El transeúnte (1999)


«Según mi amigo L., Cristo vivió siete días antes de Cristo porque nació el 24 de diciembre y el primer año cristiano no comenzó hasta el 1° de enero siguiente a su nacimiento. Mi amigo, que es ateo, no cree en ningún milagro de Jesús, excepto en éste de haber vivido antes de sí mismo.»

Eduardo Berti, La vida imposible (2002)

(c) El País y Clarín

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4 comentarios en «Los microrrelatos escondidos»

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