Romanticismo y mugre

Adán y Eva, película
Adán y Eva (Jeff Kanew, 2005)

 Romanticismo y mugre

Francisco Rodríguez Criado

Hay un tipo de películas poco exigentes que, al tener como destinatario a un público muy concreto (a su vez poco exigente), carecen de sentido al margen de ese público. Es el caso de Adán y Eva (Ella siempre decía no), de Jeff Kanew, estrenada en 2005, un filme intrascendente y de corto recorrido que supone la enésima gamberrada universitaria destinada a universitarios gamberros (o a aquellos que no lo son pero les gustaría serlo durante un rato). El argumento, trufado con cierto aliento de romanticismo a la americana, gira alrededor de una pareja de jóvenes estudiantes, Adán y Eva, que viven una paradisíaca historia de amor hasta que el árbol, la serpiente y la dichosa manzana bíblica (es una manera de hablar) siembran la semilla de la discordia. Ambos están enamorados el uno del otro, pero la relación se comba ante un problema que se dilata con el paso del tiempo: ella es virgen (a mucha honra) mientras él, para mofa de sus amigos, se desespera (a mucha deshonra). En fin, el chico y la chica hacen manitas pero cuando llega la hora de la verdad, ella siempre dice no (de ahí el subtítulo).

La película plantea preguntas interesantes que pueden hacer trabajar (o no) la cabecita del espectador adolescente: ¿merece la pena atrasar la pérdida de la virginidad hasta estar convencido/a de que vas a hacerlo con la persona adecuada? ¿Qué plazo de reflexión sería razonable antes de dar el gran paso?

No obstante su escasa ambición, la película podría tener más interés si no se hubiera perdido por los meandros del mal gusto. Es probable que Kanew intentara ofrecernos un producto divertido y quizá incluso tierno, pero su insistencia en rescatar el lado más escatológico de la idiosincrasia universitaria hace poco verosímil la parte pretendidamente romántica. Por decirlo sin tapujos: En Adán y Eva (Ella siempre decía no) acaban teniendo tanta importancia la mugre como el romanticismo, los malos olores como los efluvios del amor, la basura apiñada en el jardín como la mirada limpia de los dos enamorados.

Por si fuera poco, los personajes secundarios, lejos de aportar algo interesante al proyecto, funcionan como clones. Los cuatro amigos de Adán tienen rasgos tan similares (sucios, malhablados, poco comprometidos e idólatras del sexo fácil) que el espectador solo los distingue por sus cortes de pelo.

Para no alargarme innecesariamente: Adán y Eva (Ella siempre decía no) es una película prescindible. Y además ingenua, porque desconoce que el romanticismo y la mugre son una mezcla a evitar. En cine y en la vida real.

 

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