Fogatas

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Nerón observa el incendio de Roma. Fuente de la imagen

 

«La ineficacia del actual gobierno para combatir la crisis –comparable a la del anterior ejecutivo– ha abierto definitivamente la veda del radicalismo. El pasado sábado escuché en la radio el testimonio de un incendiario –nunca mejor dicho– según el cual “no solucionaremos nada en este país hasta que quememos un par de edificios, como ya han hecho los griegos”. Menudo ejemplo, pensé. Si hemos de ponderar a los griegos, que sea a PericlesAristótelesPlatón o Sócrates, no a los bárbaros que prenden la mecha del fanatismo».  

            

FOGATAS

Francisco Rodríguez Criado    

La ineficacia del actual gobierno para combatir la crisis –comparable a la del anterior ejecutivo– ha abierto definitivamente la veda del radicalismo. El pasado sábado escuché en la radio el testimonio de un incendiario –nunca mejor dicho– según el cual “no solucionaremos nada en este país hasta que quememos un par de edificios, como ya han hecho los griegos”. Menudo ejemplo, pensé. Si hemos de ponderar a los griegos, que sea a Pericles, Aristóteles, Platón o Sócrates, no a los bárbaros que prenden la mecha del fanatismo. Porque, habría que preguntarle a tan ardoroso defensor de las llamas, ¿en qué le ha ayudado a la comatosa economía griega la deflagración de estos edificios?

Heinrich Heine escribió que donde se queman libros se acaban quemando también a seres humanos. Razón no le faltaba. Quemar (libros, inmuebles, personas) siempre ha sido un recurso sencillo y barato con el que sembrar el pánico y ejercer un tipo de poder omnívoro y amedrentador. La Historia debería enseñarnos que si la Humanidad ha avanzado algo, no ha sido gracias a las fogatas sino a pesar de ellas. Recordemos a los nazis, que incendiaron libros subversivos de autores judíos o –según ellos– antialemanes antes de gasear a millones de inocentes. Recordemos a la Ginebra de Calvino, que quemó en la hoguera a Miguel Servet por pensar diferente. Recordemos la caza de brujas durante la Inquisición, que asó vivos a mujeres, hombres y niños. Recordemos al enajenado Nerón, que quemó Roma para poder acusar a los cristianos. 

No entienden los extremistas que el fuego provocado acaba arrasando lo poco que queda de nuestra civilización. 

(Artículo publicado en la contraportada de El Periódico Extremadura el miércoles, 18 de julio de 2012).

 

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