
PARA TODOS LOS GUSTOS
Francisco Rodríguez Criado
Para todos los gustos (2000), de Agnès Jaoui, radiografía la angustia de una docena de personajes de vidas solapadas que luchan por subsistir en la dura batalla del día a día.
Jaoui, guonista, actriz y excelente directora a decir por la calidad de esta su ópera prima, ha dado en el clavo: el estilo, elegante; los actores, ajustados en su papel; el guión, acertadísimo, donde la angustia y el azar entrelazan los caminos de los personajes una y otra vez; el humor, fugaz y melancólico. Y como banda sonora, el propio sonido ambiente generado en cada escena.
Uno se pregunta durante las dos horas que dura la cinta si los personajes, aparte del díscolo perro –el único que al parecer sabe vivir en paz consigo mismo–, tienen motivos para ser infelices, que es la sensación que parecen dar; analizándolo fríamente, creo que no menos que cualquiera de nosotros. En esta película, cargada de sereno pesimismo, los protagonistas, de un nivel socio-cultural medio alto, dejan rienda suelta a sus frustraciones y buscan, de una forma u otra, soluciones a sus problemas existenciales. Es, en suma, un film de frustraciones. El aburrimiento, la soledad en el matrimonio, la desconexión familiar, la futilidad de las relaciones pasajeras conforman el núcleo de Para todos los gustos, una película que tal vez no sea para todos los gustos, habida cuenta de su certero retrato de la insatisfacción que en mayor o menor medida hay en cada ser humano (un tema nada comercial que la aleja del público masivo). Pero es, sin duda, una película inquietante a la vez que cotidiana, muy a la francesa, que refrendará el buen gusto de quienes disfrutan del buen cine.
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