
He recogido este curioso e “irreverente” relato del libro Almanaque de asombros, el último publicado por Ángel Olgoso, autor muy presente – y por méritos propios- en esta sección de Cuentos Breves Recomendados. Se trata, según el propio autor, de un puñado de frágiles hojas volanderas que encontró en un viejo arcón y que habían sido manuscritas en el siglo XVI por un antepasado suyo llamado Bautista Folgoso. Un ejemplo más de la técnica del “manuscrito encontrado” que le sirve a Olgoso para imitar el lenguaje arcaico e inventar historias prodigiosas y sorprendentes, propias de aquellos libros misceláneos del siglo XVI “rebosantes de eruditas extravagancias e imaginativas patrañas”, como la célebre Silva de varia lección (1540) de Pedro Mexía.
Miguel Díez R.
HONRAS DE SEPULCRO MEZCLADO
(cuento)
Ángel Olgoso (España, 1961)
Pero más que todo lo dicho, y aunque no se declara este secreto en el Codex Calixtinus y no hay noticia de ello en ninguno doctísimo autor, es la condición veraz del mortal enterrado en lo interior del sepulcro de Compostela.
No fue sino por vía de azar que vino derecha a mi mano una epístola de grande antigüedad que un tal Vilameira, por sazonar la vejez, escribió a sus hijos procurándoles consejo y relación bien fundada de los hechos de su vida; y porque viene al propósito os quiero referir este asunto singularísimo, que no es fábula: que estando en su juventud el tal Vilameira de carpintero y empedrador en la Catedral, veíase a las noches con una puta esclarecida emprestada de alcagüeta remendadora de virgos, emboscado sin falta cabe el Pórtico de la Gloria del maestro Mateo y guarnecido de una damajuana de vinos toronteses; y como no pudieron holgar esta noche afuera, por causa de una lluvia que venía loca, determinaron de allegarse a la cámara del mausoleo do yace nuestro Santiago Apóstol a declararse lo que llevaban en el corazón y otros placeres que se aperciben blasfemos en Templo de Dios. Y así, la puta, que era porfiada aunque andaba débil del mucho uso del ungüento napolitano (el mercurio del cual envenena conocidamente) alzose la saya, asentándose Vilameira encima para haber colación, que apenas hubo tensión de bragueta y reventón de la vena principal de abajo, la puta reputada contuvo tan esforzada la respiración por no quedar empreñada que desmayase de este trance y, debilitada como estaba, murió a poco. Sintiéndose el carpintero muy espantado y con temor de no poder esconder la difunta sin ser hallada de alguien, acreció su ingenio de manera que viese un lugar inexpunabile donde la puta, mejor cercada que Zamora, yaciera en tanto se amansaban los humores de su dueña alcagüeta (la cual rufiana se valía de séquito de mozos bestiales para demandar los servicios y sacar los dineros y aun los sesos) cuando hubiese noticia de la muerte de su pupila, que ellas mismas dicen siempre que el molino andando gana. Y así determinó el tal Vilameira, en defensión de su vida, la siguiente vileza: desnudó a la puta y con el fuerte picó de su azadón movió la losa del sepulcro marmóreo del Apóstol y arrojó dentro a la difunta, juntamente con el polvillo que allí había, y tornó a calzar la losa a su sitio, y no ha llegado noticia de que nadie haya inquirido de este acaecer hasta hoy, que para memoria de esto está solamente la epístola de Vilameira que guardo con gran celo entre mis legajos.
Así que tornando al propósito, sábese ahora que bajo la girola do desfilan los peregrinos en número de miles a adorar los huesos del Apóstol, en lo interior del sepulcro, encerrados en una misma trabazón, se hallan asimismo los de una puta galiciana, el cual nombre no será conocido nunca.
Almanaque de asombros, Granada, Ediciones Traspiés, 2013, págs. 57-61