
Juan Ramón Jiménez es un autor esencial para la poesía en lengua española y para la poesía contemporánea occidental. Sus propuestas éticas y estéticas marcan una línea divisoria entre el Romanticismo de Espronceda y Bécquer, bajo cuya influencia escribe sus primeros versos, y el Modernismo y las vanguardias de las primeras décadas del siglo xx. Tras la muerte de Rubén Darío, le corresponde el liderazgo entre los más jóvenes poetas de su tiempo, los cuales escriben bajo sus principios, deslumbrados por el rico caudal de sus luminosas imágenes y por la profundidad conceptual y simbólica de sus versos. El exilio en América durante las décadas de los cuarenta y cincuenta enriquece su poesía, la cual adquiere una dimensión cósmica y mística sin precedentes en la tradición española. El magisterio de Juan Ramón en la poesía española del siglo xx es indiscutible y continúa influyendo en los poetas de las generaciones más jóvenes.
¡Cuentos largos! ¡Tan largos! ¡De una pájina! ¡Ay, el día en que los hombres sepamos todos agrandar una chispa hasta el sol que un hombre les dé concentrado en una chispa; el día en que nos demos cuenta que nada tiene tamaño, y que, por lo tanto, basta lo suficiente; el día en que comprendamos que nada vale por sus dimensiones –y así acaba el ridículo que vio Micromegas y que yo veo cada día-; y que un libro puede reducirse a la mano de una hormiga porque puede amplificarlo la idea y hacerlo el universo!
Juan Ramón Jiménez
EL RECTO
(cuento)
Juan Ramón Jiménez (España, 1881-1958)
Tenía la heroica manía bella de lo derecho, lo recto, lo cuadrado. Se pasaba el día poniendo bien, en exacta correspondencia de líneas, cuadros, muebles, alfombras, puertas, biombos. Su vida era un sufrimiento acerbo y una espantosa pérdida. Iba detrás de familiares y criados, ordenando paciente e impacientemente lo desordenado. Comprendía bien el cuento del que se sacó una muela sana de la derecha porque tuvo que sacarse una dañada de la izquierda.
Cuando se estaba muriendo, suplicaba a todos con voz débil que le pusieran exacta la cama en relación con la cómoda, el armario, los cuadros, las cajas de las medicinas.
Y cuando murió y lo enterraron, el enterrador le dejó torcida la caja de la tumba para siempre.
(1930)
Por favor, sea breve. Antología de relatos hiperbreves, edic. Clara Obligado, Madrid, Páginas de Espuma. Madrid, 2001, pág. 71