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Blaise Cendrars retratado por Modigliani. Fuente de la imagen |
Blaise Cendrars fue uno de los primeros vanguardistas literarios del siglo XX con una enorme obra narrativa y lírica que responde a la siguiente proclama suya: «La escritura es un incendio que abarca una gran revuelta de ideas y hace arder asociaciones de imágenes antes de reducirlas a brasas crepitantes y a cenizas. Escribir es arder vivo y es renacer entre las cenizas». Precisamente su seudónimo recuerda esas brasas y cenizas aludidas, ya que su verdadero nombre era Frederic Sauser-Hall, que, aunque nacido en Suiza, obtuvo la nacionalidad francesa tras la I Guerra Mundial. Abandonó pronto sus estudios y viajó por Europa, Rusia y Asia, desempeñando diversos oficios. Blaise Cendrars fue ante todo poeta y su obra más famosa, Prosa del transiberiano y de la pequeña Juana de Francia (La prose du Transsibérien et de la Petite Jehanne de Francia, 1913, ilustrada por Sonia Delaunay), célebre pieza de la poesía más vanguardista -a propósito de ella escribió: «Toda vida es sólo un poema, un movimiento. Soy sólo una palabra, un verbo, una profundidad, en el sentido más salvaje, más místico y más vivo»- es un largo e impetuoso poema en verso libre en el que contó y cantó su experiencia de la Rusia y la Siberia turbulentas de la primera revolución, durante un viaje en el expreso transiberiano, y cuya lectura recomiendo.
En 1921 publicó su influyente Antología negra (Anthologie nègre), resultado de horas y horas de trabajo en la Biblioteca Nacional de París, donde recogió, del material etnográfico traído por los misioneros y exploradores franceses, leyendas sobre la creación del mundo, de los animales y de los hombres, cuentos maravillosos, fábulas y cuentecillos humorísticos o poéticos, pertenecientes a la cultura popular –el folclore- de los numerosos pueblos y tribus del vasto continente africano. El primero de los textos de la Antología negra es esta curiosa “Leyenda de la creación”, contada ingenuamente: «Cuando nada existía aún, Mébère, el Creador, hizo al hombre con arcilla. Tomó arcilla y le dio forma de hombre. Este fue el comienzo del hombre y comenzó como un lagarto. Mébère colocó el lagarto en un estanque de agua de mar. Cinco días, así es; pasó los cinco días con él en ese estanque de agua; y lo había puesto dentro. Siete días; estuvo dentro siete días. Al octavo día, Mébère fue a mirarlo. Y entonces el lagarto salió; ahora está fuera. Pero era un hombre. Y le dijo al Creador: «Gracias».» «Seetetelané», el cuento propuesto, es uno de los relatos maravillosos más divulgados de la Anthologie nègre , traducida al español nada menos que por Manuel Azaña.
M.D.R
SEETETELANÉ, Cuento popular del pueblo basuto, en el sur de África
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