
NARRATIVABREVE.COM ENTREVISTA A
Carlos Castán
Novela La mala luz (Destino, 2013)
Carlos Castán es uno de los grandes referentes del cuento español contemporáneo. Es autor del celebrado Frío de vivir, traducido a varios idiomas, Museo de la soledad (2000) y Sólo de lo perdido (2008). En 2010 ganó el premio Vargas Llosa NH de Relatos. Polvo en el neón (2013) acoge un texto suyo, ambientado en la mítica Ruta 66, con fotografías de Dominique Leyva.
Charlamos con Carlos Castán con motivo de la publicación de La mala luz, su primera novela, recientemente publicada en la editorial Destino.
Francisco Rodríguez Criado: Después de su dedicación al género del cuento, elogiada por críticos y lectores, publica ahora su primera novela: La mala luz. En España un cuentista sin novela parece motivo de sospecha, pues muchos lectores, editores y críticos creen –aunque no lo digan abiertamente, o incluso aunque lo nieguen– que el relato es un género menor, un mero trámite hasta que llegue el momento de encarar la escritura de una novela. ¿Considera que escribir novelas es un paso inevitable en la carrera de un narrador?
C. C.: No considero que sea inevitable. Uno debe saber qué es lo que quiere escribir y qué no aun medio de todas esas presiones a las que te refieres y que efectivamente existen. Ahí tenemos los consabidos casos de Borges y de Carver, aunque procedan de países en los que el cuento ha tenido una consideración mucho más alta que la que goza aquí. En la literatura española, quizá Medardo Fraile sea uno de los escasos ejemplos de eso mismo, aunque desde luego no el único. Todos los que nos hemos dedicado al relato corto hemos tenido que responder mil veces a la pregunta de “¿para cuándo el salto a la novela?” que venía a querer decir algo así como “¿cuándo va a madurar usted de una vez por todas como narrador y va a escribir un libro de verdad, como Dios manda?”. Hay muchas explicaciones distintas y encontradas de por qué en nuestro país público lector, editoriales y crítica han venido menospreciando desde hace años todo un género literario como es el del relato, pero lo cierto es que así continúa siendo por el momento a pesar de algunos síntomas –editoriales y hasta librerías especializadas- que permiten presagiar un cambio de rumbo.
F.R.C.: Más allá de la cantidad de tiempo invertido, obviamente superior en la novela, qué diferencias sustanciales encuentra a la hora de afrontar ambos géneros narrativos.
C. C.: En mi caso, los relatos suelen tener una determinada intención. En la novela, por el contrario, hay una pluralidad de intenciones dispuestas como en red, afectándose las unas a las otras. La extensión de la novela permite cosas que entiendo que en el relato son algo más comprometidas, como el cambio de registro en las distintas escenas, la complejidad del monólogo interior o la incorporación de digresiones que, aunque al servicio de la historia, se apartan por momentos del hilo conductor. Yo creo en las historias, y creo que cada una de ellas requiere no solamente un trato particular en cuanto a textura, tono y voz, sino que también reclama su propio ritmo y su extensión adecuada.
F.R.C.: Transcribo unas palabras del personaje-narrador, que suenan a metaliterarias:
“Mira, Jacobo, yo no sé gran cosa de detectives ni pesquisas policiales. Ese campo nunca ha sido mi fuerte. Incluso como lector de novelas, ya lo sabes, he sido siempre más tirando a francés y melancólico, tal como te me burlabas tú; he preferido siempre el monólogo interior a las historias enrevesadas que avanzaban entre revólveres, pistas fiables o falsas, enigmas y coartadas. Me pierdo casi siempre. Nunca logré entender del todo ni El sueño eterno ni A. Confidential, ni en los libros ni el cine, sólo por poner un par de ejemplos de los que ya hemos hablado mil veces […]”.
A mi modo de ver, La mala luz se aleja de las coordenadas de la novela estándar, la que germinó en el siglo XIX. Es cierto que La mala luz tiene una presentación, un nudo y un desenlace, pero en general los elementos narrativos ceden paso a un discurso que tiene mucho de diario íntimo, ensayo filosófico o incluso poema en prosa. La sensación que tengo es que usted ha apostado en su novela no tanto por la trama, no tanto por crear “pistas fiables o falsas, enigmas y coartadas”, no tanto por lo que va a suceder en un futuro narrativo sino por lo que ya está sucediendo en el presente, y de ahí que se haya volcado en una calidad de página sobresaliente, gemas literarias en sí mismas que constituyen –es una opinión personal, claro– la razón de ser del libro.
Me gustaría que nos contara, si es posible, su concepción de la novela en general y de La mala luz en particular. Y que corrigiera mi breve análisis, si acaso yo estuviera equivocado.
C.C.: No por consabida deja de ser válida esa vieja consideración de la novela como un cajón de sastre, un contenedor en el que pueden caber cosas muy diferentes. Como lector nunca he estado demasiado interesado por las tramas en sí mismas de la misma manera que tampoco ha solido gustarme el cine de acción. Evidentemente, tiene que haber un equilibrio entre contenido y forma pero los libros que verdaderamente amo creo que lo son más por ésta que por aquél. En el caso de mi novela, la investigación policíaca me sirve como metáfora de lo que verdaderamente me interesa que es la autoindagación, casi de carácter proustiano, que ésta provoca en el protagonista; la pregunta por sí mismo, por el sentido, su búsqueda en el pasado y el aprendizaje de la decepción en que todo este proceso desemboca. Creo que es muy acertado el análisis que haces. Por otra parte, en la realidad las historias suceden envueltas en pensamiento, por así decir, aunque normalmente suela quedar fuera de foco. Hay pensamiento en quien aprieta un gatillo y también en quien recibe una bala en el pecho y sabe que va a morir. Esa actividad mental provoca los acontecimientos al tiempo que se ve afectada por ellos. Y a mí me interesa esa relación dialéctica de las mareas y tormentas interiores con el conjunto de hechos de los que se compone el mundo.

F.R.C.: No son pocas las voces que aseguran que el libro digital es el futuro. No obstante, mientras ese futuro llega, las editoriales convencionales no acaban de apostar por él, entre otros motivos por el miedo a la piratería. ¿Qué opinión le merece el libro digital y su circunstancia?
C.C.: Yo personalmente sé que siempre voy a preferir el libro de papel al digital. Seguramente es una cuestión sentimental y creo que eso no puedo ni quiero cambiarlo a estas alturas. Son tiempos de grandes incertidumbres (económicas, legislativas…) y la transición de un modelo a otro está resultando más lenta de lo que se esperaba pero no me cabe duda de que el cambio se obrará más pronto que tarde, mal que nos pese a muchos. Dicho esto, creo que es importante no perder la perspectiva y saber que al tratar este tema estamos discutiendo una cuestión simplemente de formato, algo relativo a la industria editorial. La preocupación del escritor debe centrarse más en la obra en sí.
F.R.C.: La mala luz retrata a dos amigos desencantados de la vida, dos hombres frágiles que tratan de sobrevivir a la dictadura del miedo que rige sus vidas, dos seres que, en conexión con el título, soportan más sombras que luces. Y a Carlos Castán, como narrador o como persona, ¿qué le da miedo?
C.C.: Como narrador intento no tener miedo a nada en la medida que ceder a él supondría mermar mi libertad a la hora de escribir. Quizá no siempre lo consiga pero intento sentirme libre al escribir mis textos: no dejarme influir por las supuestas reglas de un género, por lo que entiendo que se espera de mí, ese tipo de cosas. Y también, por lo mismo, trato de apartar el pudor, el temor al desnudamiento que puede llevar consigo el simple acto de escribir. Como persona intento algo parecido aunque reconozco que no siempre es fácil y más en los tiempos que corren. Tengo miedo a perder algunas de las cosas que tengo y a no llegar a alcanzar otras que todavía persigo.
F.R.C.: Y, para terminar, ¿podría recomendarnos un cuento para la sección 1001 cuentos o un poema para 1001 poemas?
C. C.: Siempre me es muy difícil escoger un solo cuento o un solo poema. Entre mis relatos preferidos está Cartas de mamá de Julio Cortázar. Y, como poema, la pregunta anterior me ha hecho recordar uno que Carlos Edmundo de Ory escribió en 1951, se titula Sonido del miedo y forma parte del libro Metanoia (Madrid, Cátedra, 1990). Creo que explica mejor que cualquier tratado que es el miedo en realidad tal como se siente una noche cualquiera.
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