
LAS ENTREVISTAS DE NARRATIVA BREVE: José Manuel de la Huerga
SolitarioS (Menoscuarto, 2013)
Las series noveladas que más gustan a los chicos tratan de vampiros eternamente insatisfechos en el amor, y las mujeres de mediana edad devoran chocolate mientras se empapan de 50 sombras de Grey. La palabra más solicitada en los buscadores de Internet es Sexo. ¿Sexo privado que sueña volverse público, exhibicionista barato? ¿Para luego poner una demanda contra el honor? No lo entiendo. Sé que es falso, pero acaso en los 70, con el destape palurdo y toda la parafernalia de las suecas en bikini perseguidas por Paco Martínez Soria, Ozores y compañía, la sexualidad que se palpaba en el ambiente era más saludable, porque aún estaba por explorar…
J.M.H.
José Manuel de la Huerga (Audanzas del Valle, León, 1967) lleva mucho tiempo lidiando en el azaroso mundo de las Letras. Con su relato largo “Conjúrote, triste Plutón” ganó el Premio Letras Jóvenes de Castilla y León (1992), al que se unirían con el paso de los años otras publicaciones: Premio Ciudad de Móstoles 2000 (Este cuaderno azul), La vida con David, 2003; el Premio Fray Luis de León de Creación Literaria (Leipzig sobre Leipzig, 2005) y el Premio Miguel Delibes de Narrativa 2012 (Apuntes de medicina interna, 2011, también publicado por Menoscuarto).
Recientemente ha publicado en la editorial Menoscuarto un libro compuesto de dos novelas cortas (Ultramarinos El Pez de Oro y Naipe de señoritas) con un denominador común: el sometimiento de la trama y de los personajes a las leyes del azar. El título que engloba las novelas, SolitarioS, es una suerte de palíndromo que convoca al lector a una amena jornada literaria.
Hablamos hoy con José Manuel de la Huerga sobre su concepción de la literatura.
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Francisco Rodríguez Criado: SolitarioS reúne dos novelas cortas en las que sus personajes, algo inmaduros, transitan por la vida en relativa soledad a la espera de que el casquivano azar logre sacarlos de su determinismo. Me gustaría saber cómo fue la concepción de estas novelas, si las había escrito mentalmente así antes de llevarlas al papel o si, como ocurre algunas veces, siguieron sus propios impulsos y llegaron a hermanarse también por caprichos del azar.
José Manuel de la Huerga: Nacieron cada una en un momento muy diferente de mi proceso creativo. Ultramarinos el Pez de Oro fue escrita en su primera escritura en el año 2000 (posteriormente hasta 2011 ha tenido cuatro procesos intensos de reescritura). Naipe de señoritas es más joven, del 2009. Ambas se encontraron en el mismo “cajón-limbo” de la espera (que en mi caso está siempre repleto). Cada cierto tiempo voy sacando obras de ese cajón y compruebo si mantienen el alma (si se han liberado de algún pecado literario), si consigue resistir su núcleo de calor que las salve del olvido. Fue entonces, en el 2011, cuando tiré de la primera y salió la segunda de la mano. Pero sí, ocurrió por puro azar. Ambas cruzaron sus vidas porque, a pesar de las diferencias narrativas en técnica, latía un fondo común de abandono en las fortunas y adversidades de la vida que me hacía pensar que podían, más que enfrentarse, hermanarse en un mismo libro. Enseguida el espacio mítico imaginario de Barrio de Piedra dio cobijo a ambas peripecias.
F.R.C.: Ultramarinos El Pez de Oro y Naipe de señoritas, como decía antes, comparten algunos rasgos. En la primera novela, una madre y su hijo, que es mudo, huyen a Lisboa con dos objetivos: encontrar al padre del niño y que este se cure y comience a hablar. En la segunda novela, un agente de los juzgados, un solterón en toda regla que vive abducido por una baraja de naipes erótica, trata de saldar cuentas con un pasado marcado por el fracaso con las mujeres. Todos los personajes del libro, incluidos los secundarios, son provincianos y parecen padecer no solo esa soledad que alude el propio título sino también cierta marginalidad. ¿Cree usted que el antihéroe se presta por lo general más a las exigencias de la buena literatura que un personaje que goza del éxito?
J.M.H.: No tiene por qué. Es cierto que los antihéroes, desde el Lazarillo, han gozado de magnífica solvencia y fama en nuestras letras como garantes de un éxito al que encumbrarse. No les queda otra, que subir… Pero también, desde más allá, en la Ilíada y en la Odisea (Aquiles y Ulises), y hasta muy más acá, el gran Gatsby, por ejemplo, cualquier héroe o cualquier antihéroe lo que busca es su plenitud. Completarse. Todos somos personajes incompletos que huimos o nos enfrentamos, que buscamos o nos escondemos, y que solo pretendemos una plenitud que, lamentablemente, solo conseguimos, en parte, en las novelas. Por otro lado, en la segunda novela, Naipe de señoritas, me empeñé especialmente en que un antihéroe, un marginado, un perdedor de la vida tuviera un final feliz. Estaba harto de escuchar historias de perdedores que siguen perdiendo, hasta el final, en la vida. Al menos a uno la literatura debería salvarlo.
F.R.C.: Volvamos a las dos novelas que componen SolitarioS. A mi modo de ver, Ultramarinos El Pez de Oro, ambientada en un Lisboa con Pessoa como telón de fondo espiritual, tiene cierto aroma, por así decir, a fado, mientras que Naipe de señoritas, más lúdica, más castiza, exhibe un humor latente de principio a fin. No son dos registros antagónicos, pero en cualquier caso son diferentes. ¿Podría decirnos cuál de estos registros le ha exigido mayor esfuerzo creativo?
J.M.H.: Propuse un encuentro de ambas obras como en esas sesiones continuas (el programa doble) de los cines de nuestra infancia. Uno iba a ver qué le echaban y se pasaba allí toda la tarde: primero una comedia musical y seguida una de un monstruo jurásico que aterra Nueva York; primero una de vaqueros y luego una de risas de los Hermanos Marx… En cuanto al segundo texto, Naipe de señoritas, su registro humorístico me resultó complicado. Era un reto que me impuse, buscando otras respiraciones de la literatura. Me parecía que de Cervantes a Jardiel Poncela, Antonio Pereira y Eduardo Mendoza en nuestra literatura, o de Billy Wilder a Woody Allen en el cine americano (por no hablar de Berlanga o de Colomo en nuestro cine nacional), la comedia es un registro de alta exigencia creativa. La risa nos diferencia del resto de seres de la creación por su evidente connotación de complicidad y brillo inteligente. Y cuando uno ríe, con inteligencia, se oxigena tanto como cuando ama, físicamente. O eso dicen los entendidos…

F.R.C.: Naipe de señoritas está ambientada en los años 60, en el tardofranquismo, y describe tangencialmente esa sociedad obligada a experimentar el sexo –cuando se daba al margen del matrimonio– como algo clandestino. Tanto es así que el personaje principal ha convertido una baraja de naipes erótica que compró a un gitano, ahora ajada por el paso de los años, en su objeto fetiche. El Premio La Sonrisa Vertical, organizado por Tusquets y con el apoyo de Luis García Berlanga, director de la colección homónima, se suspendió después de veintiséis años, en teoría porque la calidad de los manuscritos de los últimos años dejaba que desear. Aunque las novelas de SolitarioS no sean eróticas, me gustaría preguntarle si cree que la libertad sexual que vivimos hoy día juega en contra de la literatura erótica.
J.M.H.: Sobre este asunto no tengo las ideas nada claras. Permítaseme vagar, vagabundear y hacerme un poco sociólogo de mesa camilla… Mi impresión es que por un lado, desde las instituciones y desde los púlpitos, se viene lanzando desde hace dos décadas un mensaje retrógrado, machacón, de pánico aliado con las penas del infierno. Mensaje que por otra parte no ha conseguido calar en el animalito que llevamos dentro, por fortuna, ni con el azote del SIDA. Y por otro lado ahora mismo, las redes sociales, incluso las adolescentes, arden de sexo intercambiable, calenturiento… Las series noveladas que más gustan a los chicos tratan de vampiros eternamente insatisfechos en el amor, y las mujeres de mediana edad devoran chocolate mientras se empapan de 50 sombras de Grey. La palabra más solicitada en los buscadores de Internet es Sexo. ¿Sexo privado que sueña volverse público, exhibicionista barato? ¿Para luego poner una demanda contra el honor? No lo entiendo. Sé que es falso, pero acaso en los 70, con el destape palurdo y toda la parafernalia de las suecas en bikini perseguidas por Paco Martínez Soria, Ozores y compañía, la sexualidad que se palpaba en el ambiente era más saludable, porque aún estaba por explorar… Era todo mucho más limpio. Los chistes de mi infancia no pasaban de culos y tetas. Ahora, los de mis hijos son de mucho más alto voltaje… No me parece ni mejor ni peor. Sigo con muchas dudas. Lo que sí he pretendido con Naipe de señoritas es hacer un homenaje al erotismo de mi infancia y adolescencia. De mirada mucho más cándida que la actual (siempre en el puro escándalo), por ser privado y enseñar lo justo en público, y dejar un buen trecho para recorrer en la intimidad consentida.
F.R.C.: La literatura como oficio de solitarios… ¿Cree usted que esto es un mito o una realidad?
J.M.H.: Creo que la cita es de Paul Auster, más o menos: “Cuando me decidí por ser escritor, supe que me iba a pasar el resto de mi vida encerrado entre estas cuatro paredes.” El escritor debe ser un ser solitario, su tiempo es para la lectura y la escritura. Su mejor tiempo. Y la soledad es un bien, cuando es deseada. De todas formas, afuera siempre hace mucho frío, me refiero al afuera del tiempo que me ha tocado vivir. Y, por otro lado, la soledad amena o la soledad sonora son para mí buenas compañías en un paseo por el campo, incluso en el invierno.
F.R.C.: Y, para terminar, ¿podría recomendarnos un cuento para la sección 1001 cuentos o un poema para 1001 poemas?
Un cuento, largo, El festín de Babette, de Karen Blixen, mi preferido. No he leído otro cuento que me haya embrujado como este.
Un poema, también largo, y muy intenso, el más antiguo de la humanidad: La epopeya de Gilgamesh, que bajó a los infiernos a buscar la planta de la inmortalidad para recuperar a su buen amigo Enkidu. En literatura, y en la vida, no hemos hecho otra cosa.
Gracias a Narrativabreve por prestar atención a mi propuesta literaria. Deseo a los lectores una lectura placentera solitaria o en buena compañía
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