Microrrelato de José Carlos Martínez: El detective Palimpsesto
Escrutó la habitación con su lupa en busca de pistas, paseando por todos sus recovecos un ojo inmenso enmarcado en una circunferencia metálica.
No encontró huellas.
La mesa de despacho estaba ordenada y limpia. No había polvo ni papeles ni carpetas ni libros. El flexo estaba apagado. Lo encendió: proyectó una luz amarilla sobre el tapete verde. Lo observó de perfil, inclinado, y se convenció de que no había polvo allí. Ni papeles ni carpetas ni libros, claro. Se sintió imbécil por ese pensamiento.
El sillón de cuero estaba caliente cuando se levantó de él. Pasó la lupa sobre el asiento y no halló pelos ni trozos de uña ni cualquier otro objeto de interés para la investigación.
Las librerías que vestían las paredes no tenían libros.
La alfombra estaba impoluta.
La puerta, cerrada por dentro.
–Qué formidable misterio –se dijo en un susurro– sería si aquí hubiese un muerto.
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