
EL GRITO
(microrrelato)
Juan Pedro Aparicio
La joven duquesa de Montflorite se había preparado a conciencia para la guillotina. Le habían dicho que evitara mirar el entorno, el verdugo, la cuchilla. De camino al cadalso mantuvo los ojos cerrados. Y, mientras la multitud increpaba al carromato lleno de aristócratas, ella rezaba. Subió luego también a ciegas la escalinata de madera con la ayuda de un soldado. Y sólo abrió los ojos cuando, pasado el duro trance, se halló entre las paredes de una canasta sobre un montón de cabezas volteadas y sangrantes. Sintió más asco que horror y quiso gritar pero ya no le salió la voz.