
MUERTOS NO TAN MUERTOS
Resulta que en España no es tan fácil morirse del todo. Es posible que uno deje de levantarse de la cama, desayunar, comprar el pan, trabajar, ver la televisión o incluso respirar, pero muchos empecinados no dejarán, ni aun estando muertos, de adquirir medicinas con tarjetas sanitarias. Visualice el lector a alguien que lleva diez años muerto de un ataque al corazón entrando en una farmacia, cadavérico y ojeroso, para comprar una caja de paracetamol o un relajante muscular. Pues eso ocurre, afirma el gobierno. Con motivo del copago farmacéutico, dos ministerios, el de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y el de Hacienda, han cruzado los datos y han descubierto que 150.000 tarjetas sanitarias de personas fallecidas seguían activas. Del uso fraudulento de estas tarjetas se deduce que muchos muertos no estaban muertos, tan solo estaban de parranda.
Dos noticias, pues: una buena y otra mala, como en el chiste. La buena: no es tan fácil morirse como imaginábamos, tanto que incluso disponemos de una segunda oportunidad después del último suspiro. La mala viene a confirmar lo que ya era casi una certeza: vivimos en un país de chorizos y de pícaros.
No cuesta imaginar a muchos de esos usuarios tramposos que se agencian gratis los medicamentos de la abuela Margarita o del abuelo Ramón, que en paz descansen, minutos antes de asaltar las calles, muy dignos, para bramar en contra de los políticos que incurren en el mismo delito que ellos: desangrar al Estado.
España fue antaño una vaca lustrosa cuya leche hemos expoliado entre unos y otros. A ver qué hacemos ahora que no quedan ubres que exprimir.
(Artículo publicado en la contraportada de El Periódico Extremadura el miércoles, 1 de agosto de 2012).
LEER OTROS TEXTAMENTOS