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Escritor inglés Oscar Wilde. Fuente de la imagen |
Henry James, aun no siendo afecto a Wilde (lo había satirizado en su novela La musa trágica), condenó la morbosa actitud de la sociedad de la época a costa del autor de El Retrato de Dorian Gray. Otros, sin embargo, no mostraron ni una pizca de empatía. Es el caso -uno entre muchos- de André Raffalovich, que reaccionó duramente en contra de quien había sido su amigo y ahora consideraba su enemigo.
El obispo de Londres, el doctor Winnington Ingram, habló tardíamente en su defensa. «Conocía a Wilde y, a pesar del único gran vicio que tenía -que sin duda era patológico-, jamás he conocido a un hombre que reuniera tantas adorables virtudes cristianas».
Un ex amigo que se había convertido en enemigo suyo que tenía que más que decir que nadie sobre su condena fue André Raffalovich. Al cabo de unas semanas del encarcelamiento de Wilde, Raffalovich empezó a escribir un pequeño libro que se publicaría, con el título de L´Affaire Oscar Wilde [El caso Oscar Wilde], en París en otoño de 1895. Raffalovich estuvo de acuerdo con el veredicto del doctor Ingram en que el vicio de Wilde era patológico; sin embargo, dijo que no lograba percibir las «adorables virtudes cristianas» que el obispo encontraba tan atractivas. En lugar de ello, Raffalovich se concentró en la corruptora influencia de Wilde: «Cuando lo acuso de ser un criminal, ya no me refiero sólo a los actos sexuales por los que ha sido criticado, sino al papel que ha jugado, a la influencia que ha tenido y que tan mal ha empleado, a los vanidosos jóvenes que ha pervertido y a los vicios que tanto ha alentado».
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