Poema de Joan Margarit: Relato de madrugada

Poeta Joan Margarit
Poeta Joan Margarit. Fuente de la imagen

Qué duda cabe: la literatura es una red de vasos comunicantes. Este poema, «Relato de madrugada», lo prueba una vez más. El poema, de Joan Margarit, incluido en Misteriosamente feliz (Visor, Madrid, 2009), está inspirado en el famoso relato «Tristeza», de Anton Chéjov, en el que el cochero de carruaje en una ciudad rusa nevada (¿Moscú?, ¿San Petersburgo?) le cuenta a sus clientes que su hijo ha fallecido recientemente. Los clientes, insensibles al drama, lejos de concederle al cochero el consuelo que les demanda, se ríen de él…

RELATO DE MADRUGADA

Joan Margarit

En la plaza vacía está lloviendo.
Hay un único taxi en la parada.
Es tan larga la espera del taxista.
Apagado el motor,
dentro del coche hace mucho frío.
Se abre una puerta y sube un pasajero
de malhumor, cansado, con la ropa mojada.
Le da una dirección.
Al saltarse un semáforo, le abronca.
El taxista se vuelve murmurando:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
El pasajero calla y se hunde en el asiento.
Avanzada la noche, sube al taxi
un grupo en plena juerga, y él les dice:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
Todos nos hemos de morir, contestan,
entre las bromas y las carcajadas.
Acabado el trabajo, en el garaje,
se acerca a la cabina de la radio:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
La mujer, con los ojos
enrojecidos de cansancio,
le contesta que sí mientras atiende
a las voces mezcladas con el ruido
que van surgiendo desde la emisora.
Esto es, en realidad, un relato de Chéjov.
En él cae la nieve, no la lluvia,
y el coche es un carruaje con un viejo caballo.
Sé que el taxista no podrá dormir.
¿Y la muerte? ¿Está dentro del puño
que levanta la vida, o es el puño
en el que estamos encerrados?
En la historia de Chéjov, al cochero
le queda su caballo para poder contarle
que su hijo está muerto. De repente,
siento que todo está dentro de mí,
que el miedo ya está helándose,
y enciendo un fuego, y todos sentimos su calor,
el taxista, el cochero, tú que me estás leyendo,
yo, mis muertos y Chéjov, todos juntos
viendo caer la vida en soledad, como la nieve.
Un tren nocturno cruza, barnizado de rosa,
campos de olivos al alba.
Aquí acabo, cansado, somnoliento
y misteriosamente feliz, este poema.

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