LA SOPA
Ana Añón Roig
La culpa fue de Felipe. Nos habíamos saltado otras veces la regla de no jugar en la cocina, pero aquel día, además, se le ocurrió hacer palanca con la cuchara. El elefante salió volando hasta caer en la cazuela donde hervían los fideos. ¡Cataplum! A mí me entró la risa, que se hizo incontrolable cuando vi cómo Felipe trataba de rescatar a Orejotas con el colador antes de que volviera la señora Valenzuela. Al poco la oímos llegar por el pasillo. Yo escondí los zulúes debajo de la servilleta y el jeep Cherokee entre mis pies. Felipe volvió a sentarse a la mesa.
La señora Valenzuela se puso a mover la sopa. Tac, tac… sonaba de vez en cuando. Por fin nos sirvió los fideos y comimos la primera cucharada. Decir que tenían un sabor repugnante sería quedarme corto. Tuvimos que repetir la ración para no dejar sobras y en una de las cucharadas creo que me tragué lo que quedaba de Orejotas.
La señora Valenzuela piensa que fue un virus lo que nos mantuvo en cama dos semanas. Nuestros viejos estómagos resistieron de milagro.
Más cuentos para sonreír, VV.AA, Editorial Hipálage, 2009. II Premio Algazara de microrrelato.
Microrrelato de Ana Añón: La sopa
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Felicidades. Transmite candor. Y el uso de la palabra «viejos» al final le da cierto misterio, que es de agradecer.