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El Diario Down: Un mes de vida
Me cuentan mis hermanas que de pequeño yo tenía la cabeza deforme, coronada con un bulto muy feo y llamativo en la parte posterior, fruto de las ventosas que la comadrona había tenido que usar durante el parto para rescatarme del útero de mi madre. Una anécdota intrascendente en un niño que había nacido con una salud de hierro. La normalidad, más allá de aquellas indigestas ventosas, fue pues la nota principal de mi llegada al mundo. Todo resultó bastante cómodo: nací varón –como deseaba mi padre–, no hubo ninguna complicación relevante durante el parto y además el alumbramiento había tenido lugar en un pequeño sanatorio que estaba a pocos metros de la vivienda familiar, nada más cruzar la calle. (Con estos mimbres tan pocos novelescos, Dickens no podría escribir un dramón de novela).
Imagino que, abundando en la normalidad de los hechos, a los dos días de nacer la criatura ya estaría en casa, en su cuna, durmiendo plácidamente. Creo muy improbable que en aquellos primeros días mis padres tuvieran que sacarme de la tranquilidad del hogar y llevarme al hospital para que pasara por una sola prueba que confirmara que todo estaba bien. Lo veo improbable porque, más allá de que mi cabeza ¿ovalada? no ganaría un concurso de belleza, era más que evidente, incluso a los ojos de cualquier profano en pediatría, que todo estaba bien.
Tampoco imagino a mis padres y a mis hermanas eufóricos celebrando mi primer mes de vida. ¿A cuento de qué tanto festejo? Personas cabales, seguramente reservarían las energías y los regalos para mi primer cumpleaños, como mandan los cánones.
Con Francisco –cuya cabeza de Adonis sí podría competir dignamente en un concurso de belleza– la celebración del primer mes de vida no es un tema menor. El cardiólogo, en nuestra primera cita, nada más diagnosticar la cardiopatía severa que sufre el bebé, nos informó de que era de vital importancia, de cara a la operación, que cumpliera un mes de vida.
–Y sería aún mejor que entre en el quirófano cuando haya cumplido varios meses. Es necesario que su corazón sea lo suficientemente grande como para que los cirujanos puedan maniobrar en él.
Pues bien, aquí está este campeón cuyo pequeño corazón ha cumplido –por prescripción médica– el primer mes de vida. Aquí está con unas ganas enormes de perpetuarse, apacible y saludable, tras el mes más intenso que recuerdan sus padres. Un mes para la alegría y para el llanto, para la desolación y para la esperanza. Un mes al que hemos sobrevivido al borde de un ataque de nervios pero también con la confianza de que este niño-guerrero viene dispuesto a ganar todas las batallas, por difíciles que puedan parecer a simple vista, sin apenas despeinarse su rubia cabellera.
Francisco, en fin, cumple hoy el primer mes de los muchos, muchísimos, que –estamos seguros– le restan por vivir.
EL DIARIO DOWN
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Francisco Rodríguez Criado: escritor, corrector de estilo, profesor de talleres literarios y creador del blog Narrativa Breve. Ha publicado novelas, libros de relatos, obras de teatro y ensayos novelados. Sus minificciones han sido incluidas en algunas de las mejores antologías de relatos y microrrelatos españolas: El cuarto género narrativo. Antología del microrrelato español (1906-2011). Ed. Irene Andrés-Suárez (Cátedra, Madrid, 2012),Velas al viento. Ed. Fernando Valls (Los cuadernos del vigía, Granada, 2010), La quinta dimensión (Universidad de Extremadura, Mérida, 2009), Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español. Ed. Fernando Valls (Páginas de Espuma, Madrid, 2008), Histerias breves (El problema de Yorick, Albacete, 2006), Relatos relámpago (ERE, Mérida, 2006), etcétera. Es autor de El Diario Down, donde narra en primera persona sus experiencias como padre de un bebé con el Síndrome de Down.
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una caricia de mi para este pequeño guerrero.
una caricia mía para este pequeño guerrero.
Llego tarde, pero… ¡feliz cumplemés! 🙂