
La escritura terapéutica
Siempre he recelado de esos escritores que por darse una pátina de espiritualidad mal entendida se ufanan de escribir para sí mismos, no para el público. Los recelos están justificados: cuando conoces a estos escritores te das cuenta de que con demasiada frecuencia su pose espiritual no casa con la realidad y que algunos se revelan incluso muy participativos y ambiciosos en el (a veces) inmundo negocio literario.
Allá ellos y sus discursos sobre la pureza artística, o mejor dicho, sobre su pureza artística. Por lo que a mí respecta me importa un bledo si escriben por una necesidad artística o si lo hacen simplemente para pagar las facturas o una deuda con el Diablo. Ambas motivaciones me parecen legítimas. Al lector que soy (alguien que pasa gran parte del día leyendo) no le importa el por qué sino el qué. Si los textos son meritorios, si me aportan algo positivo, las causas que han conducido a sus autores a escribirlos no son de mi incumbencia; y si por el contrario los textos son literariamente flojos, de poco o nada me sirve tanto discurso refinado.
En fin, lo que quiero decir es esto: yo juego en otra liga, y no me pesa en absoluto. Soy un escritor y un ser humano más terrenal que espiritual, “un insensible” –como me reprocha cierta persona cercana a mí– al que no le gustan las flores y suele dedicar parcas palabras a una hermosa puesta de sol.
Abundando en mi condición de hombre terrenal, siempre he deseado tener muchos, muchísimos lectores. Así pues, es lógico que me sienta satisfecho de la buena acogida que está recibiendo este diario, que ya empieza a ser divulgado por numerosas personas y en una iniciativa propia también por varias asociaciones del síndrome de Down, no solo de España. Me satisface y me honra que tantos amables lectores me dediquen unos minutos de su tiempo para leer las reflexiones de este escritor, de este padre. Estoy en deuda con ellos: siempre es mejor ser leído que ser ignorado.
Ahora bien, creo que va siendo hora de hacer una confesión pública que espero nadie se tome a mal: a semejanza de esos escritores de los que yo mismo recelo, no escribo El Diario Down para el lector (aunque, insisto, me halaga que tenga tantos lectores). Lo escribo para mí mismo. Para mí y en última instancia para mi hijo Francisco. Para mí por mera urgencia terapéutica y para él porque me gustaría que lo leyera cuando sea mayor. Así podría enterarse de qué manera, cuando él era un bebé de pocos días, de pocas semanas, yo luchaba por combatir la tremenda frustración que me supuso el hecho de que viniera a este mundo con una deficiencia cromosómica. Y de paso podría conocer también cómo su desconsiderado padre fue abriéndose camino a machetazos por la selva del desengaño hasta descubrir que un niño con síndrome de Down puede hacer a sus progenitores tan felices (o incluso más) que un niño cromosómicamente normal. Si yo le contara todo esto de viva voz, nunca podría explicárselo tan bien como lo hace este diario, que recoge fielmente, a tiempo real, la temperatura anímica de su autor.
(Mi querido niño, me encantaría darte un hermanito, un hermanito a ser posible normal. A estas alturas –más de dos meses después de tu nacimiento– tu anormalidad no solo no me asusta sino que la encaro con ilusión justificada. Tu síndrome ya no es para tu padre un drama sino una aventura, un desafío. El desafío más atractivo al que se ha enfrentado nunca).
Y ahora algunas preguntas que me hago últimamente: si escribo este diario para combatir mis fantasmas, y esos fantasmas empiezan a estar derrotados, ¿qué sentido tiene seguir escribiéndolo? ¿No debería abandonar este proyecto y retomar las novelas y los cuentos, o mejor aún, no escribir nada?
No tengo claras las respuestas. No sé si este diario va a estar operativo hasta el último de mis días o si voy a clausurarlo pasado mañana. A veces considero que ya ha cumplido su misión (rescatarme del abismo), pero otras veces pienso en esos padres que han de enfrentarse a un bebé con síndrome de Down, un bebé que con demasiada frecuencia –en mayor o menor medida– es rechazado por su anormalidad. Y entonces no puedo evitar caer en la tentación de creer (ínfulas de escritor de las que no me libro) que posiblemente ese padre, esa madre, esa pareja que llora por el nacimiento de un niño a priori no sano, encuentren en estas líneas que redacto en plena madrugada algún resquicio de luz que ilumine, torpe e imperfectamente, el cenagal tenebroso en que viven por momentos, ese cenagal de miedos e inseguridades que tan bien conozco.
Si eso ocurriera, si pudiera ayudar –aunque sea remotamente– a un padre o a una madre a aceptar cuanto antes a su pequeño (y desvalido) bebé con síndrome de Down, si pueda transmitirles un poco de paz, me sentiría doblemente feliz al confirmar una vez más que la escritura, la literatura si se prefiere, puede ser tan terapéutica para los demás como para su autor, ratificando por enésima vez que escribir para uno mismo, ignorando a los demás, no es tanto un ejercicio de pureza artística como de egoísmo.
Últimos posts de El Diario Down:
Vidas de silenciosa desesperación. 4-2-2014.
El arte de amar. 12-2-2014.
El mejor premio. 19-2-2014.
(Libros de Francisco Rodríguez Criado)
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/1″][vc_message color=»alert-info» style=»rounded» message_box_style=»classic» message_box_color=»alert-info»]
Francisco Rodríguez Criado: escritor, corrector de estilo, profesor de talleres literarios y creador del blog Narrativa Breve. Ha publicado novelas, libros de relatos, obras de teatro y ensayos novelados. Sus minificciones han sido incluidas en algunas de las mejores antologías de relatos y microrrelatos españolas: El cuarto género narrativo. Antología del microrrelato español (1906-2011). Ed. Irene Andrés-Suárez (Cátedra, Madrid, 2012),Velas al viento. Ed. Fernando Valls (Los cuadernos del vigía, Granada, 2010), La quinta dimensión (Universidad de Extremadura, Mérida, 2009), Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español. Ed. Fernando Valls (Páginas de Espuma, Madrid, 2008), Histerias breves (El problema de Yorick, Albacete, 2006), Relatos relámpago (ERE, Mérida, 2006), etcétera. Es autor de El Diario Down, donde narra en primera persona sus experiencias como padre de un bebé con el Síndrome de Down.
[/vc_message][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/1″][vc_carousel posts_query=»size:4|order_by:date|order:ASC|categories:3411″ layout=»title,image,text» link_target=»_self» speed=»5000″ mode=»horizontal» slides_per_view=»4″ title=»Posts relacionados» thumb_size=»240×200″][/vc_column][/vc_row]
Me parece todo un reto para el propio Francisco (hijo) leer este diario en el futuro…