
EL DIOS DE DARWIN, EL DIOS DE LA CIENCIA
¿Por qué el naturalista Charles Darwin, el Gran Ateo, está enterrado en la Abadía de Westminster, detrás del altar principal? ¿Era realmente ateo o por el contrario creía en Dios pese a las revelaciones científicas expuestas en su famoso estudio El origen de las especies, el libro que más daño ha hecho a los postulados de las religiones? ¿Qué papel interpretó tras su muerte su secretaria, miss Hope, y qué relación tenía esta con la reina Victoria?
La escritora mexicana Sabina Berman trenza con estos mimbres El dios de Darwin (Destino, 2014), novela que retrata el espíritu de una época en la que muchos, empujados por los avances de la ciencia, empezaban a plantearse seriamente si Dios existe o si se trata tan solo de una invención humana. Berman nos emplaza a este debate de la mano del personaje principal de su anterior novela, La mujer que buceó dentro del corazón del mundo, la prestigiosa bióloga marina Karen Nieto, una mujer autista (sufre el síndrome de Asperger, algo que no le impide publicar sus artículos en la revista Science) que está fuera de la burbuja del lenguaje y vive por tanto en los confines de la estricta realidad. Esto le hace, en cierta manera, situarse en un plano superior al resto de los “mamíferos habladores”, a quienes considera “humanos neurotípicos bien adaptados socialmente”.
Ella misma le explica su condición a otro personaje (página 316):
“El autismo y el retardo mental no son sinónimos. Yo veo el mundo más simple que tú, lo veo con menos conexiones, pero ése no es mi defecto, es el tuyo. Yo veo exclusivamente las conexiones que existen y no invento las que no existen”.
Esa presunta simplicidad en la visión del mundo, cargada de pragmatismo, y su sagacidad ajena a las filias y fobias parecen agradar a la Interpol, que se pone en contacto con ella para pedirle que participe en una investigación (la desaparición de un compañero suyo de la universidad) en la que se cruza un manuscrito póstumo de Darwin aparecido en la abadía de Westminster.

El dios de Darwin nos llega como un thriller, pero no son el suspense y la acción lo que más me interesa de la novela sino el debate de las ideas que propone. Destacan positivamente la elección del personaje principal (a priori discapacitado), el lenguaje (que mimetiza el pensamiento de una persona autista) y la recreación intelectual de la época (siglo XIX), cuando la semilla de la duda comenzaba a germinar en una sociedad que hasta la fecha se había tomado las palabras de la Biblia al pie de la letra. Una duda –ironías del destino– impulsada por un gran naturalista que de joven había querido ser sacerdote y que acabaría enterrado, como decía al principio de estas líneas, en la Abadía de Westminster.
En esta interesante novela Sabina Berman vuelve la vista atrás para ofrecernos confrontaciones ideológicas de vigente actualidad (creacionismo o evolucionismo, teísmo o ateísmo, fe o razón) que sigue dividiendo a ese zoo humano al que Karen Nieto –al igual que el autor de estas líneas– no logra comprender.
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Leer un fragmento de El dios de Darwin, de Sabina Berman.
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