
EL ÚLTIMO SUEÑO DE PIOTR ILICH
Miguel Ramírez Cortés
En las primeras horas de la madrugada, el pequeño grupo que vigila al moribundo está en silencio. Piotr agoniza. Su rostro se agita a veces. Musita, apenas audible, el nombre de una mujer. Su hermano le escucha y toma su mano. Dígame —susurra en una esquina el joven músico a un viejo amigo del compositor— qué cree usted estará pensando el maestro que se le ve sufrir tanto. Imagino que en morir —Responde aquel. Una débil luz se cuela entre las cortinas. Él se acerca, quiere ver el exterior, descansar un poco. Recuerda a una pareja caminando enfrente de la casa familiar, contraria a la dirección que a esta hora sigue esa vaga sombra. Un par de calles más allá logra ver un carruaje liviano con invisibles tripulantes. Se detiene en un gran árbol que parece estar muriendo. Sabe que su hermano morirá, pero no sabe cuándo. Podría ser hoy. Pudo ser ayer. Piotr se retuerce. Suda. Se queja a veces. La señora S corre a cambiarle los paños por otros frescos. Los amigos se preguntan por qué esa difícil agonía en alguien tan sensible como él. Tan tímido que necesita bromuro para dominar sus nervios ante el Zar. Su hermano vuelve al borde de la cama inconsciente y observa fatalmente las figuras que atraviesan a Piotr en su delirio. Descubre, lleno de intención, a tres mujeres lejanas.
Es otoño en Rusia.