
EL FRAILE Y EL MUCHACHO
(cuento)
Enrique Calicó
Un fraile se acercó a los bancos de primera fila de su iglesia, la de su convento, llevando de la mano a un muchacho adolescente.
-Hermano –dijo dirigiéndose al que estaba sentado en primer lugar-, anda, haz lugar para el muchacho.
-Hermano -le contestó el prior-, lo que debe hacer el muchacho es volver arriba al coro y continuar estudiando, pues…
-¿Y tú? -preguntó ahora al de la segunda fila-. ¿Te corres un poco y le haces un hueco?
-Lo siento, no hay sitio.
-Pero si ocupa muy poco. Con un trocito tendrá bastante. ¿No ves que el pobre está cansado de estar de pie y necesita sentarse?
-Lo siento, ya he dicho que no hay sitio… de momento.
El del tercer banco, ante la misma solicitud, replicó con suma diligencia:
-Ya daré voces por allí detrás. A lo mejor algún conocido puede hacerle sitio.
El monje se caló la capucha y bajó la cara para que nadie viera el reflejo de tristeza que embargaba su alma y, con el chaval de la mano, volvió hacia atrás mientras todavía iban sonando en sus oídos la palabras del hermano mayor: “… que vuelva al coro a estudiar… porque yo, una vez… con otro muchacho… le dije que…”
“Esto pasa en mi propio templo, con los de casa -iba pensando el fraile-. ¿qué será de los que vengan a llamar a nuestra puerta?”.
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