
LAS ENTREVISTAS DE NARRATIVA BREVE
Antonio Barnés
Elogio del libro de papel (Rialp, 2014)
«Creo que Gutenberg e internet son revoluciones de diverso signo. Gutenberg universaliza el libro, y facilita exponencialmente la lectura, porque permite también la creación de las publicaciones periódicas. Internet es más una revolución de la comunicación humana, que permite un flujo de mensajes escritos, hablados y visuales antes insospechado. Internet es un gran instrumento, una gran oportunidad, y como en todo instrumento la clave está en su uso. Nos encontramos, me parece, en la fase de la fascinación (como don Quijote con los libros). Por eso es fundamental pensar, criticar, reflexionar sobre las nuevas tecnologías».
A.B.
Antonio Barnés (Sevilla, 1967) está vinculado al mundo de la literatura desde diversos frentes: como lector avezado, como profesor de universidad, como organizador del certamen literario hispano-árabe “Paso del Estrecho” y como autor. En este último campo hay que señalar Yo he leído en Virgilio. La tradición clásica en el Quijote, ensayo merecedor del III Premio Internacional de Investigación Científica y Crítica “Miguel de Cervantes”, el libro de aforismos Piensa bien y acertarás (BibliotecaOnline, 2012) y el ensayo Elogio del libro de papel, recientemente publicado en la editorial Rialp. Coordina además el blog literario Yo he leído en Virgilio.
En Elogio del libro de papel reflexiona sobre un tema de interés para los amantes del libro y para los usuarios de la tecnología. Con la excusa de este título, charlamos con Antonio Barnés sobre el libro (de papel o digital) y su circunstancia.
Francisco Rodríguez Criado: Me gustaría empezar por el título del libro, que parece toda una declaración de intenciones: Elogio del libro de papel. ¿Por qué nació un libro de estas características? ¿Es necesario hoy día hacer un elogio público al libro de papel?
Antonio Barnés: En primer lugar, muchas gracias por la entrevista, y por las preguntas inteligentes que contiene…
Elogio del libro de papel nace de mis reflexiones como profesor universitario. Observo tres déficits generalizados en los estudiantes: les cuesta entender lo que leen; atender en clase durante 50 minutos seguidos; y distinguir entre unas fuentes y otras, por ejemplo, entre un chat anónimo y un texto de un filósofo. Creo que estos déficits se originan por el predominio en sus vidas de internet sobre el libro. Concibo la escuela (desde primaria a la universidad) como el espacio en el que se sale de la caverna de las apariencias y se entra en el ámbito de la ciencia, donde se distingue entre la leyenda urbana y los conocimientos contrastados. Como la ciencia está en los libros, creo que libros y profesores han de ser los protagonistas de cualquier centro educativo. Internet iguala todos los textos; en la realidad, cada texto posee un formato que es significativo: papel en el suelo, libro, grafiti, periódico… Pienso que niños y jóvenes han de vivir no solo entre dispositivos digitales sino también entre formatos reales. En la escuela los alumnos han de aprender que no basta que un texto esté en la red para que sea digno de atención: hay que valorar su credibilidad. La red, por sí misma, no ayuda a ello.
F.R.C.: Escribes (página 28) que “producimos mucha más información de la que somos capaces de digitalizar y, en cualquier caso, información no es igual a conocimiento”. Esto parece una bofetada –o al menos una llamada de atención– a esta sociedad que está tan orgullosa de su producción informativa. ¿Crees que somos ahora más ilustrados que antes o por el contrario estamos siendo aplastados por la mole informativa del siglo XXI?
A.B.: Saber no es almacenar datos. En el almacenaje de datos los ordenadores superan por goleada a las personas. Pero saber no es almacenar: es ser capaz de leer entre los datos -eso significa inteligencia en latín-, interpretar, atar cabos. Quien solo ve puntos luminosos en el cielo estrellado sabe poco. Sabe quien es capaz de establecer relaciones entre esos puntos. Por eso, cuanta más información se ofrece más necesidad hay de brújulas, de claves de interpretación, de cajoneras donde ubicar esos datos. Y la red no puede ser ella misma brújula. Buenos maestros y lectura de buenos libros son la clave.

F.R.C.: ¿Qué opinión te merece que se compare, por su importancia e impronta revolucionaria, a Internet con el nacimiento de la imprenta de Gutenberg?
A.B.: Creo que Gutenberg e internet son revoluciones de diverso signo. Gutenberg universaliza el libro, y facilita exponencialmente la lectura, porque permite también la creación de las publicaciones periódicas. Internet es más una revolución de la comunicación humana, que permite un flujo de mensajes escritos, hablados y visuales antes insospechado. Internet es un gran instrumento, una gran oportunidad, y como en todo instrumento la clave está en su uso. Nos encontramos, me parece, en la fase de la fascinación (como don Quijote con los libros). Por eso es fundamental pensar, criticar, reflexionar sobre las nuevas tecnologías. Que las multinacionales del sector no elaboren el guion educativo. El guion ha de estar en manos de intelectuales, profesores, escritores y de cualquier ciudadano que prefiera ser homo sapiens a homo habilis, es decir, pensante más que ejecutor de instrucciones.
F.R.C.: Tienes la teoría, expresada en Elogio del libro de papel, de que “el saber precisa tiempo y tempus: espacio para la asimilación, el acopio, el crecimiento, los frutos…”. Y añades que “cultura” significa “cultivo”. Me interesa el concepto del tiempo unido al de saber, sobre todo en esta época en que nuestra compulsión por saber va unida a la necesidad de adquirir esos conocimientos en el menor tiempo posible. Queremos saber mucho, sí, pero de manera rápida, urgente. Según tú, ¿quién está mejor preparado para alcanzar la sabiduría, un monje copista del Medievo o un estudiante universitario del siglo XXI que cuenta con tablet, ordenador, teléfono móvil y televisión por cable?
A.B.: Creo que el saber radica en la lectura de textos-clave tanto del pasado como del presente: de Homero a Kafka, y de Platón a Edith Stein. Si solo leemos textos actuales quedamos atrapados por la cultura dominante, con sus luces y sus sombras. Internet nos ofrece un océano de textos, de imágenes, de vídeos. Ahora bien, en internet cada uno busca lo que le gusta. Si un chico ha sido educado en el amor al arte, entrará en las páginas de los museos; pero si no ha sido educado en ello, irá a lo que más le llame la atención: videojuegos, videos musicales… Internet no forma, no dirige, no educa: son familiares, maestros, amigos y las lecturas las que conforman nuestra sensibilidad. Que una persona tenga delante unos dispositivos que le permitan navegar no significa que se vaya a convertir en una persona instruida y sensata. Solo el magisterio oral y escrito de personas instruidas y sensatas produce personas instruidas y sensatas…
F.R.C.: ¿Crees que el libro digital se ha colado en la modernidad para a) complementar al libro de papel, o b), para sustituirlo?
A.B.: En Elogio del libro de papel no contrapongo el libro de papel al libro digital, sino el libro de papel a internet. Los jóvenes no están leyendo libros digitales de manera masiva. Lo que están haciendo es estar enchufados habitualmente a internet. Y eso es otra cosa. Leer es ascender al monte de la abstracción desde el valle de la imagen. Por eso la ciencia está en los libros: porque una palabra vale más que mil imágenes, y porque todas las pinturas del mundo han sido inducidas por textos. Internet es el ámbito de la imagen en movimiento. ¿Hay textos? Sí. Pero el medio es el mensaje. Y el medio virtual es, sobre todo, un medio visual en movimiento. Por eso los alumnos universitarios están en clase como los pájaros, moviendo continuamente la cabeza. Necesitamos el contrapeso del libro, para centrar nuestra atención, para saber esperar, para comprender que las ideas propias (no los lemas políticos, publicitarios y mediáticos) nacen tras largo tiempo de siembra y riego. No leo libros digitales, por lo que no tengo experiencia personal. Un libro de papel tiene más personalidad que un libro digital. Además, hoy por hoy, el formato de papel es más duradero que el digital. En cualquier caso, veo al libro digital como un complemento, no como un sustituto de lo real.
F.R.C.: Se dice muy a menudo que la autoedición y el nacimiento del libro digital han democratizado la publicación, y se aplaude que hoy día publicar ya no dependa del criterio de unos pocos. ¿Qué opinión te merece semejante democratización?
A.B.: Si la informática permite un ahorro de costes (porque se puede imprimir lo que se demande sin necesidad de almacenaje) y eso conlleva que los escritores perciban una retribución más justa, bienvenida la informática y la digitalización.
Si internet permite abrir el cuello de botella de la edición, enhorabuena. Pero no estoy seguro de que publicar un libro en amazon sea lo mismo que tenerlo en el escaparate de una librería. Con internet o sin él, las grandes empresas editoras siguen teniendo un fuerte poder para darse a conocer… Y no se puede desear leer lo que se ignora que existe. Hacer un buen libro costará siempre mucho esfuerzo, y más aún darlo a conocer y que se lea. Te pongo un ejemplo. Para promover mi libro me he dirigido a cientos de personas a través de internet. Casi solo han respondido los que me conocen “presencialmente”. Lo virtual nunca podrá sustituir a lo presencial. Una última idea, que está en mi libro: “Lo digital iguala lo desigual; el libro especifica lo diverso”. Gracias.
F.R.C.: Y para terminar, una petición literaria: que nos recomiendes un cuento o un poema para las secciones 1001 cuentos y 1001 poemas.
Propongo este poema de Catulo: el número 3 de sus carmina:
Lugete o Veneres Cupidinesque (la traducción es mía).
¡Haced luto, oh Venus y Cupidos
y cuantos hombres hay tocados por la gracia de Venus!
Ha muerto el pájaro de mi chica,
el pájaro, las delicias de mi chica,
a quien más que a sus ojos ella amaba;
pues era dulce como la miel, y ella le conocía
tan bien como una chica a su propia madre,
y no se movía de su regazo,
sino que rodeándola con sus saltitos por aquí y por allí
hasta piaba sólo para su dueña.
Él ahora va por el camino tenebroso
hasta donde niegan que nadie vuelva.
Mas malditas seáis, malas tinieblas
del Orco, que devoráis todo lo bello;
tan bello pájaro me arrebatasteis.
¡Oh hecho malicioso! ¡Oh pobrecillo pájaro!
Por ti ahora hinchaditos enrojecen
al llorar los ojitos de mi chica.
Traducción: Antonio Barnés
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