Entrevistas en la mochila: Paloma González Rubio

La primera entrevista que nos ofrece Gloria Díez para esta sección, «Entrevistas en la mochila», se la ha realizado a la escritora Paloma González Rubio, que acaba de publicar su novela El delito de la lluvia en la editorial madrileña La Discreta.

ENTREVISTAS EN LA MOCHILA, por Gloria Díez

¿Tiene un minuto..? Me parece que llevo unas preguntas en la mochila.

Hoy con Paloma González Rubio

A Paloma González Rubio, novelista, autora de cuentos, poeta que un día abandonó el oficio de escribir versos, licenciada en Filología Semítica, le gusta reservar su intimidad, aunque su familia: sus padres, su marido o sus hijos aparecen de forma natural en la conversación. Gracias a eso, sabemos que calmar el miedo de su niña la devolvió, un buen día, a la escritura. En una primera impresión, esta mujer podría parecer sencilla, casi frágil, pero un interlocutor haría mal en menospreciar la inteligencia y la profundidad de unos ojos cuyo color oscila entre el verde musgo y el tostado de las hojas de otoño.

Sus novelas Epitafio (Madrid, 2010) y El Delito de la lluvia (Madrid, 2014) han aparecido en Ediciones de la Discreta. Otras dos esperan para ver la luz. Y en camino viene  otra que cierra la trilogía. Tendrá que ver con el tema de la montaña en el siglo XIX. Hasta ahí podemos leer.

Alguien como ella, que disfrutaba con el latín y buscaba las raíces de este embrollo que llamamos civilización occidental, debió aterrizar en clásicas, pero el destino y una cierta fragilidad en el dominio del griego la llevó por otros caminos, nada menos que por los del hebreo. Al final, “la Biblia está tan en el cimiento de la civilización occidental, como la cultura clásica”, dice.

-¿Y qué le interesó de la Biblia?

-Sobre todo el hecho del texto, los errores de traducción, las trasposiciones culturales. Cuando hablo de error no hablo de error propiamente dicho, sino el problema de las interpretaciones cuando el  texto pasa de una cultura a otra.

-¿Qué le ha aportado el contacto con el mundo semítico?

-Yo creo que la articulación del discurso. Ver cómo se integraba toda la tradición popular, toda la cosmología antigua, que, en teoría, podría entrar en contradicción con el dogma de la unicidad de Dios, dentro de un texto canónico. Y cómo, a medida que iba pasando a otras culturas, esas otras culturas hacían lo mismo… me parece fascinante que la cultura consiga pasar de lo local a lo universal sólo a través del discurso.

Paloma González Rubio, El delito de la lluvia
El delito de la lluvia, de Paloma González Rubio (La Discreta, 2014)

Paloma González Rubio adora la música, pero es algo más que eso, para ella la música es un cómplice necesario de la escritura: sin ella no podría crear. “Porque es la música la que me mete dentro del estado de ánimo que me hace falta, yo no puedo empezar una novela hasta que no tengo la música. Cuando localizo la música que me ayuda a encontrar el registro adecuado para escribir, es cuando empiezo”, asegura. Así que cada libro tiene su música.  Entre las páginas de Epitafio, por ejemplo, está Beethoven y en las de El delito de la lluvia, podríamos encontrar el rastro de “El Canto de la Tierra” de Malher.

La música es un cómplice, el cuaderno Moleskine que siempre la acompaña y donde se acumulan notas, otro.

-La humanidad siempre ha estado esperando y temiendo un final. El delito de la lluvia se desarrolla en un escenario apocalíptico. Pero el final no llega por una amenaza exterior, el mundo se consume a sí mismo, presa de un fuego que nace en su centro. Es toda una metáfora, ¿no? 

La literatura apocalíptica siempre me ha interesado, pero me ha interesado, sobre todo, porque tiene unas normas muy particulares y porque siempre hay esperanza. Y a mí me parece que en la literatura apocalíptica es donde no tiene que haberla: aparece el fin y punto. Es mucho más interesante llegar al fin que la supervivencia.

-Para una especie que ha sobrevivido tanto como la nuestra…

-Bueno, yo en ese sentido soy mucho más radical. Lo que me interesa de la literatura apocalíptica es el escenario.

-¡Ah!, eso es otra cosa.

-Claro, porque lo que les sucede a estos personajes no puede darse en ningún escenario que no sea el Apocalipsis. Y el Apocalipsis no es “en sí”  una acción, pero me interesó esta novela, porque es una novela de exploración, una novela en la que lo que busqué fue… digamos romper las normas, cambiar las piezas de las figuras que se describen en ella.

-¿Con quién querrías que te encontrara ese día final?

-Todo el mundo quiere vivir el fin del mundo con la persona que más significa para él. Yo preferiría que el fin del mundo me sorprendiese con mi marido, porque mis hijos tendrán a otra persona que signifique más para ellos. Sí, claro, me gustaría que me sorprendiese con mi marido.

-Los personajes de El delito de la Lluvia se mueven en un escenario reducido, sus diálogos son coloquiales, pero cuando usted nos introduce en sus pensamientos, nos encontramos con unas mentes muy elaboradas. Hay como un escalón entre el diálogo y las construcciones mentales de esas dos personas, dos extraños que ven como el mundo se termina ante sus ojos. Y en esas condiciones, en vez de correr despavoridos, son capaces de construir una representación teatral, un juego final.  

-Por un lado pienso que cada una de las facetas de una persona se construye con un lenguaje diferente. Un gran intelectual, en su intimidad, no habla con el mismo lenguaje que emplearía ante un auditorio. Pero no es sólo eso, tampoco pensamos en el mismo lenguaje cuando estamos pensando en afectos que en ideas. En nuestra vida cotidiana, lo que es pequeño se construye con un lenguaje pequeño, entre otras cosas, porque cuando estamos construyendo esa vida pequeña, la construimos con música, con entonación, y la entonación dice tanto como el lenguaje, pero cuando ya estamos dentro de nuestro cerebro, no hay entonación, no hay gestos y el lenguaje tiene que adquirir una una construcción muchísimo más elaborada.   Por otro lado, no es una primera persona la que está hablando, es un narrador y es un narrador que, además, está haciendo metaliteratura, así que no me pareció que eso fuese un obstáculo, porque después ellos, los personajes, lo traducían a lo pequeño.

-¿Le preocupa mucho la moral?  (Paloma duda unos segundos, no sé si le molesta lo de “mucho”). “Si”, dice, finalmente

-¿Es usted catastrofista?

-No

-¿Y fatalista?

-Tampoco

En este pueblo de la sierra madrileña, la mañana es tranquila, unos hombres hablan a gritos mientras se toman unas “cañas” de cerveza y un gorrión, que revolotea en busca de migajas, se posa un momento en  el respaldo de la silla que ocupa Paloma. Pienso que es paradójico que el sueño secreto del policía que protagoniza El delito de la lluvia sea matar. O tal vez no.

-Sus personajes masculinos son los protagonistas de las novelas, pero viven a la sombra de personajes femeninos. En el caso del policía, primero depende de su mujer, y luego, creyéndose superior a su compañera de viaje, es “arrasado” por ella. Dicho de otro modo, la mujer se mantiene en un segundo plano, pero es dominante.

-Sobre esa cuestión, sobre mis personajes masculinos y femeninos, todos mis lectores tienen siempre algo que decir. (Y Paloma sonríe entre irónica y divertida. Se nota que ha respondido muchas veces a esta cuestión). Personalmente siento que Fabio, mi personaje, no es más dependiente que los hombres de Philip Roth. Lo que pasa es que los personajes de Roth están fascinados por el arquetipo ideal de nuestra época, una mujer hermosa, con alto nivel intelectual, que está por encima de lo cotidiano; mientras que mi experiencia me dice que los hombres, quizás tienen más fantasías con ese arquetipo de mujer, pero se esclavizan con lo cotidiano. Tampoco es que se “sometan”, es que aceptan participar en el juego, no imponen sus normas…

Hace poco un lector también me decía que mis personajes masculinos son como “un poco tontos” y que las mujeres  se acaban haciendo con la situación. Realmente, en la mayor parte de los casos que conozco, es la mujer la que tiene las riendas de lo cotidiano, y  eso me parece un arte, porque a través de lo pequeño, acaban ejerciendo poder sobre todos los mecanismos de la vida.

La novela de Paloma González Rubio, El delito de la lluvia gira en torno a los límites, a los delitos pequeños que todos cometemos y mojan nuestras vidas, sin convertirnos, aparentemente, en réprobos.

-Dice usted: “Tras el cristal la lluvia es un estado de ánimo”. ¿La literatura es también un estado de ánimo?

-Cualquier definición de la literatura siempre va a estar incompleta, hay tantas literaturas como lectores, tantas como escritores. En todo caso… la literatura sería más bien el cristal, no la lluvia: te separa del daño, pero puedes llegar a experimentarlo.

 


Paloma González Rubio (Madrid, 1962) es filóloga de formación y ha desarrollado su trabajo como correctora, traductora y editora en importantes editoriales.
En 2007 dio el paso a la ficción cuando con su relato «Con los cinco sentidos» ganó el certamen nacional «José Saramago», del que fueron jurado Luis Mateo Díez, Fernando Marías, José Ovejero y Emilio Gavilanes.
Ediciones de la Discreta publicó los relatos finalistas del certamen y poco después Epitafio, la primera novela de la autora, de la que se hicieron eco ABC de las Letras, que lo incluyó en su selección de la Feria del Libro de 2010, COPE, que le dedicó un amplio espacio con entrevista y comentarios en el programa de Paloma Ovejero, así como La Tribuna de Albacete (amplia entrevista), El diario del Alto Aragón (crítica elogiosa), La verdad, Las provincias, El ideal, El Diario Montañés… entre otros medios y blogs. En la actualidad colabora con diversas publicaciones y dirige su propio taller de narrativa.

Comprar El delito de la lluvia , Ediciones La Discreta, Madrid, 2014

Paloma González Rubio nos recomienda el cuento «El nadador», de John Cheever.

La fotografía de Paloma González Rubio ha sido realizada por Gloria Díez.

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Última actualización el 2023-09-21 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados

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