
SPAM TELEFÓNICO
Los legisladores no consiguen solucionar nuestros problemas, ni los grandes (el peor de ellos, el paro) ni los pequeños. Permite, por ejemplo, que los ciudadanos seamos rehenes de las prácticas invasivas del capitalismo salvaje. Se podría pensar que la ley que entró en vigor el pasado fin de semana, cuyo objetivo es –entre otros– el de frenar el spam telefónico, camina en buena dirección. Pues no. Solo va a estar prohibido realizar llamadas sobre promociones desde las nueve de la noche hasta las nueve de la mañana. Han tenido el detalle de liberar nuestro teléfono –y con él nuestro merecido descanso hogareño– durante doce horas. Al parecer no somos lo suficientemente dignos como para disfrutar la libertad durante las otras doce horas.
Cuesta entender que las malas praxis del capitalismo maleducado sean prohibidas durante una franja horaria y permitidas durante el resto del día. Sería incomprensible que robar, asesinar o violar fueran consideradas actividades delictivas solo durante doce horas diarias, ¿verdad?
Así las cosas, estamos igual que antes. Las empresas más invasivas podrán seguir asediándonos impunemente. La única solución es desconectar el teléfono. Muerto el perro, se acabó la rabia.
La ciudadanía está desprotegida. Sufrimos recortes masivos y además hemos de pagar multas e impuestos a doquier para sanear las arcas públicas que los políticos despilfarran sin empacho. Ni siquiera nos queda el consuelo del descanso en casa. Si un día fuimos ciudadanos, ahora solo somos clientes potenciales castigados en nuestro propio hogar, un día sí y otro también, por el dichoso spam telefónico.