
SHAKESPEARE AYUDA A BORGES
Manuel Pastrana Lozano
Una vez le preguntaron a Jorge Luis Borges por qué despreciaba tanto al fútbol siendo un deporte tan popular. Claro –respondió el escritor-, porque la estupidez es una cosa popular. Y luego confesó que sólo una vez en su vida había ido a un estadio, junto a un amigo uruguayo –jugaban Argentina y Uruguay-, y que apenas comenzó el partido conversaron de literatura o de otras cosas. Al finalizar el primer tiempo creyeron que el juego había terminado y se fueron del recinto. Agregaba que el fútbol le parecía un deporte innoble, agresivo, desagradable y meramente comercial, generador de fanatismo. El escritor francés Albert Camus, en cambio, premio Nóbel de literatura, sostenía que “todo lo que sé de moral y obligaciones del hombre se lo debo al fútbol”. En su juventud, hasta los 17 años, su única pasión había sido este deporte -llegó a ser un excelente arquero en el Racing, su equipo de provincia, en Argelia donde había nacido. Mucho después empezó su afición por la literatura y la filosofía existencial. Y William Shakespeare, 500 años antes, en 1591, en su obra “La comedia de las equivocaciones”, el criado Dromio le dice a su señora Adriana: “¿Por hablar sin tantas vueltas me pateas como si fuera un balón de fútbol? Tú me lanzas de acá para allá y él me lanza de allá para acá. Si sigo sirviéndolos, me tendrán que forrar en cuero”. Y luego, en “El rey Lear”, un personaje expresa: “¡Tú, despreciable jugador de fútbol”.
Un día, paseando por una calle de París, se encontraron Borges y Camus y éste le dijo que al día siguiente jugarían Francia y Argentina. Si es así, bueno, entonces que gane el más peor –respondió Borges sin inmutarse.