LA JUBILACIÓN DE DUQUE
(cuento)
Duque era el nombre de un caballo de pelaje color marrón que había servido durante más de veinte años ininterrumpidos a la familia de unos hacendados que vivían a las afueras de las montañas.
Su trabajo le agradaba, ya que en el transcurso de esos años pudo ver cómo su amo (antes un mozuelo) se había convertido en el señor de la finca. Sin embargo, desde hacía varios meses la salud de Duque no era la misma de antes.
Durante las festividades decembrinas cayó en un charco de agua y se lesionó la pata trasera derecha. Su amo lo llevo al veterinario y le dio un descanso de más de cuarenta y cinco días, pero el malestar continuaba y continuaba.
Por ese motivo no había noche que no cruzara por la mente del rocín que sus días estaban contados, dado que por su vasta experiencia conocía lo acontecido a caballos similares a quienes sus amos, no solamente los habían jubilado de su trabajo sino que también habían tomado la decisión de “dormirlos”.
La cuestión se agravó empezando la primavera, pues Duque pudo observar claramente que uno de los empleados de la finca llevó a varios caballos jóvenes para que fueran inspeccionados por su amo.
-Son ejemplares únicos. Seguramente con tan sólo dos de estos mi coche volará por los caminos. Dile a Manuel que me quedo con el blanco y con el pinto –exclamó el dueño de la finca.
No pasó mucho tiempo para que colocaran al lado de Duque a uno de los potros recién comprados:
-Hola, he escuchado que tienes muchos años trabajando aquí. ¿Cómo te trata el patrón? Por cierto, mi nombre es Orfeo.
-¿Qué tal? Yo me llamo Duque y sí, efectivamente estoy aquí incluso antes de que tú nacieras. El amo es una magnífica persona. Siempre me ha tratado con mucha amabilidad.
-Pues eso no fue precisamente lo que escuché en las caballerizas. Ayer le oí decir a uno de los mozos que limpia los establos que te queda muy poco tiempo en tu puesto. De hecho, a mí y a otro caballo de nombre Campeón nos van a rotar contigo esta semana, para que nos vayamos acoplando. Ya sabes lo que dicen, las cosas viejas son reemplazadas por las nuevas –dijo Orfeo dibujando una sonrisa en su cara.
Los días pasaron y la rotación de caballos sucedió de la misma forma en que Orfeo lo había mencionado. Al pobre Duque no le quedaba más que esperar lo inevitable. Vale la pena decir que Campeón, el otro de los potros, tenía un comportamiento contrastante al de Orfeo, pues hasta le daba palabras de aliento al caballo veterano.
-No se preocupe por lo que vaya a pasar. Mejor piense en todo el tiempo libre que tendrá para trotar por el campo, sin que nada se interponga.
-Gracias por tus buenos deseos, muchacho, pero pienso que eso pasa en los cuentos cortos, mi destino será mucho más solitario y frío que el que me platicas.
Finalmente, como dice aquella conocida frase: “No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla”, Duque fue desenganchado definitivamente del coche de su amo.
Ese día el otrora potro salvaje no óde llorar. Su angustia se acrecentó al observar que su amo llegaba con una daga en la mano:
-Hola, fiel amigo. Ha llegado el momento de que descanses plácidamente. Agradezco tu amistad y tu compañía.
Duque cerró los ojos y sintió que las ataduras de sus riendas y su silla eran cortadas por su amo.
-Eres libre, Duque, A partir de hoy estarás en aquel establo, sólo para comer y disfrutar de la vida.
Como agradecimiento, el caballo dio un salto y relinchó vigorosamente. Eso nos enseña que las buenas acciones, tarde o temprano son retribuidas.
Estimado Francisco, agradezco tus envíos literarios tan valiosos. Perdí de vista «La casa inundada» que comencé a leer y luego desapareció de mi vista. En un comentario leí que tal vez Cortázar se haya inspirado para «La casa tomada» También García Márquez escribió «La luz es como el agua» un alucinante relato que seguro lo tendrás presente. Un saludo grande y gracias por mantener mi humilde microrrelato en tu lista.