
El pujolismo extremo
Dicen que los extremos se tocan, y debe de ser verdad, porque resulta que la honorabilidad y la corrupción extremas se dan la mano. Jordi Pujol ha dejado de ser un Honorable, en mayúsculas, para convertirse en un Corrupto mayúsculo, algo que se sabía desde hace mucho, por no decir desde siempre. Pujol ha reconocido haber evadido impuestos durante décadas, pero hay mucho más. Su confesión es solo la punta del iceberg, una pequeña muestra de las malas artes que alimentaron el enriquecimiento ilícito y hasta ahora impune de una familia ávida de dinero y poder.
Para Pujol, como para El Padrino, la familia es lo más importante. La familia y los negocios sucios. Debe de ser deprimente para quienes creyeron en él ver hoy su rostro, los de sus hijos y los de sus esposas estampados en la prensa nacional junto a un sumario de sus fechorías, modus operandi que recuerda al de la brigada antinarcóticos de la serie televisiva The Wire, que utiliza paneles similares para intentar aclarar las conexiones entre los traficantes de droga. Pero los Pujols no son negros buscavidas de las Casas Baratas ni estibadores de los muelles de Baltimore que se saltan las leyes. La Familia era quien hacía las leyes y nada tenía que temer.
La confesión de deshonestidad de Pujol deja en mal lugar a la poderosa Familia de la que él era el cabecilla, pero también a todos esos ciegos vocacionales que durante décadas se abstuvieron de denunciar a un clan más preocupado de los paraísos fiscales que del pueblo, un clan que hizo de la política una vía rápida para enriquecerse.
En The Wire, los Pujol irían a la cárcel.
[/vc_column_text][vc_message color=»alert-info» style=»rounded»]© Francisco Rodríguez Criado. Artículo publicado en El Periódico Extremadura el miércoles, 6 de agosto de 2014).[/vc_message][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/1″][vc_column_text]
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