
LOS GRANDES TITULARES
Dicen que el verano no genera grandes titulares. Sería antes. El convulso mundo de hoy no puede permitirse darle vacaciones al terror. Noticias hay por doquier, a cuál de ellas más tenebrosa. Más de 2.000 muertos en Gaza; Putin sigue disparando tiros en Ucrania; el ébola se desata en África; Obama, loco por protagonizar un titular veraniego, reabre la denostada Guerra de Irak…
Pero las malas noticias son siempre buenas noticias para la ciudadanía, que aprovecha la oportunidad para doctorarse un día sí y otro también en Ciencias Políticas. Contertulios no son solo los elegidos que acuden a las televisiones y a las emisoras de radio, los vemos también en el chiringuito de la playa (o en las redes sociales, que vienen a ser la misma cosa), disertando con seguridad infranqueable sobre lo divino y lo humano en una época en la que los dioses han muerto y lo humano languidece. Pero el pueblo llano, pese a su prosodia ciceroniana, tampoco nos saca de dudas. No sabemos, por ejemplo, si Podemos, ya la tercera fuerza política del país, conseguirá atar a los perros de la crisis con longanizas o si acabará convirtiendo a España en una segunda Venezuela.
Los grandes titulares están ahí, copando toda nuestra atención, mientras los pequeños titulares (decae el paro en España y baja la prima de riesgo, avanza la medicina contra el cáncer o contra el propio ébola) pasan desapercibidos.
Reconocemos un gran titular porque ocupa varias columnas de la portada de un periódico y por la alegre vehemencia con la que esparce esas dosis de miedo que tanto necesitamos para sobrevivir en una sociedad ávida de malas noticias.