
En este blog de narrativa breve no podían faltar las leyendas, inherentes a toda cultura. Especialmente interesantes son las de América Central, alguna de las cuales la estudiosa argentina Olga Díaz ha recuperado para su libro Leyendas de América Central (Ediciones B Argentina S.A., para el sello Javier Vergara Editor, 2002). En su prólogo, Olga Díaz cita elPopol Vuh, “el libro de la comunidad”, que relata el mito de la creación y el origen del hombre, “que después de varios intentos frustrados fue hecho de maíz, cereal que es la base de la alimentación de los indios de América Central”.
La leyenda que he seleccionado precisamente es la referida a los alimentos.
EL ALIMENTO
Oh mi dios, haya abundancia del maíz:
La tierna mata de maíz se estremece ante ti,
Tiene fija en ti la vista hacia tus montañas, te adora.
Oración azteca
Los nuevos hombres crecían rápidamente. Era preciso alimentarlos, pero después de que el cielo cayera sobre la tierra las especies de las que se nutrían en el pasado habían desaparecido.
Quetzalcóatl, el creador, salió en busca de ayuda. En su camino descubrió a una hormiga roja que comía un grano de maíz, pero aunque sabía que era un dios quien le preguntaba de dónde había obtenido el alimento, la hormiga fingía no conocer la respuesta. Sólo señalaba vagamente hacia distintos lugares.
Entonces Quetzalcóatl se fue y regresó al rato convertido en hormiga para volver a preguntar:
-Hermana, ¿de dónde has sacado ese grano de maíz?
-¿Cómo es posible que no lo sepas?
-Es que tropecé me caí y me golpeé muy fuerte en la cabeza. Después de eso, nada recuerdo.
La hormiga roja le creyó, lo guió hasta el Cerro de la Abundancia y le explicó:
-Cuando el cielo cayó sobre la tierra, aquí se guardó el alimento, que ahora sólo es para nosotros, los seres pequeños. Podemos comer hasta hartarnos, porque de todo lo que tomemos volverá a salir más. Sólo debemos tener cuidado de no horadar demasiado el cerro, porque si se destruyera los alimentos no volverían a reproducirse.
Quetzalcóatl sólo tomó un grano de maíz, dio las gracias a la hormiga roja y se fue. Pensó luego en llevar a los hombres hasta el Cerro de la Abundancia, pero rápidamente desestimó esa posibilidad: advirtió que por su tamaño no podrían entrar por la entrada de las hormigas, que tampoco sabían horadar el cerro para llegar hasta los alimentos y que no saciarían su hambre sacando los granos de uno en uno. Por último, decidió que llevaría el Cerro hasta donde estaban los hombres. Lo destruirían para comer lo necesario y sembrar los granos restantes. Sin embargo, sus fuerzas no fueron suficientes para transportar el cerro. No sabía a quién acudir y decidió consultar a un nahual.
-Sólo Nanahuatl, el sol, puede cargar y romper la montaña -dijo el nahual.
Quetzalcóatl obtubo la ayuda de Nanahuatl. Él levantó la montaña y la partió con su rayo. Al instante se derramaron el maíz, el cacao, el frijo, el camote, el cacahuete, el zapote y todos los demás alimentos que pueden cultivarse.
De este modo fue posible que los hombres crecieran y se propagaran por toda la tierra; y desde ese momento las hormigas rojas han sido enemigas del hombre y de las cosechas.
(Leyenda de América Central)