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Sacrificio de Isaac, cuadro de Lucas Jordán. Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando |
EL SACRIFICIO DE ABRAHAM
José Rincón
(microrrelato)
(microrrelato)
Abraham era un hombre bueno, una persona tan decente que su honestidad no merecía ser puesta en duda por nadie. Un día, de forma incomprensible, Dios tentó a Abraham y le dijo: “Toma a Isaac, tu único hijo, y ofrécemelo en holocausto”. Abraham subió a la montaña, ató a Isaac y lo puso sobre el altar de los sacrificios, convencido de que aquello no era más que una prueba del Altísimo, pues pensaba que Éste no iba a desear la muerte de un muchacho tan noble como Isaac. Así es que Abraham tomó el cuchillo, levantó su mano y así permaneció durante tres minutos esperando el feliz desenlace, y en el último momento, cuando ya estaba a punto de girar el brazo contra sí mismo y suicidarse, un Ángel del Señor lo mandó detenerse. Dios había visto sus intenciones y respiró tranquilo, no hubiera podido confiar en alguien tan estúpido de matar a su propio hijo.
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