Como está en el ánimo de narrativabreve.com tratar de echar una mano a las personas que quieren mejorar su técnica narrativa, nunca viene mal trabajar desde la base: la puntuación. He seleccionado un capítulo de Perdón, imposible. Guía para una puntuación más rica y consciente (RBA, Barcelona, 2006), de José Antonio Millán, dedicado a los textos sin puntos. Sí, por paradójico que pueda parecer, no puntuar es una forma de puntuar. (Advierto de que va por mal camino quien pretenda transgredir las normas sin conocer previamente cuáles son esas normas. Este es un consejo para amigos de los atajos, siempre tan traicioneros…).
Espero que esta entrada os resulte interesante.
LOS TEXTOS SIN PUNTOS
José Antonio Millán
«Muchos textos medievales españoles carecen por completo de puntuación: sin ir más lejos, el manuscrito del Poema del Cid. A estas alturas el lector ya ha podido tomar contacto con la larga evolución que desde entonces dio lugar al sistema de puntuación moderno. ¿Por qué debería alguien dar marcha atrás y volver a prácticas ya superadas?
Se puede eliminar la puntuación para crear un efecto estético especial. Ése es el caso de algunos movimientos poéticos de vanguardia, como el creacionismo, que podemos ver encarnado en este fragmento de un poema de 1931:
Soy desmesurado cómico
Las piedras las plantas las montañas
Me saludan Las abejas las ratas
Los leones y las águilas
Los astros los crepúsculos las albas
Los ríos y las selvas me preguntan
Qué tal cómo está Ud.?
Estos versos pertenecen al poema Altazor o el viaje en paracaídas, del poeta chileno Vicente Huidobro. Están despojados de prácticamente todos los signos de puntuación (salvo un punto de abreviatura y un cierre de interrogación al final), pero aún conservan algunos hitos que permiten reconstruir las intenciones de sentido y ritmo del poeta: los blancos que indican el corte de línea o el uso de la letra mayúscula en el tercer verso.
¿Por qué prescinde Huidobro de puntos, comas…? Lo explica en una entrevista:
“Creo que la puntuación era necesaria en los poemas antiguos, eminentemente descriptivos y anecdóticos y de composición compacta; pero no así en nuestros poemas en los cuales por razón misma de su estructura y dado que las diferentes partes van hiriendo distintivamente la sensibilidad del lector, es más lógico cambiar la puntuación por blancos y espacios”.
Borges, que militó en movimientos tan revolucionarios, recuerda -una vez vuelto al orden- el relativo fracaso del intento:
“En el primer impulso abolimos -¡oh definitiva palabra!- los signos de puntuación: abolición del todo inservible, porque uno de los nuestros los sustituyó con las «pausas» que a despecho de constituir (en la venturosa teoría) «un valor nuevo ya incorporado para siempre a las letras», no pasaron (en la práctica lamentable) de grandes espacios en blanco, que remedaban toscamente a los signos”.
La novela contemporánea también ha echado mano del recurso de prescindir por completo de la puntuación: es una forma de traducir en texto el flujo de pensamientos en la mente, y en 1921 James Joyce lo utilizó magistralmente para el último capítulo de Ulysses: el soliloquio de Molly Bloom. Entre nosotros ha utilizado este recurso C. J. Cela en su novela Oficio de tinieblas 5 (1973), que prescinde de casi toda la puntuación, aunque divide el texto con numerosos espacios en blanco.
Fuera del terreno literario encontramos también muchos casos. Los elementos de las listas pueden tener puntuación al final (como hemos visto en el capítulo 2), o signos al principio (capítulo 19), pero también se presentan sin ningún tipo de marcas, como este menú de un famoso restaurante:
Whisky sauer de pasión
Sésamo garrapiñado
Cuchara de chicharrones
Crujiente andaluz
Crujiente de gambas
Los carteles públicos carecen normalmente de puntuación, incluso los que -como en el ejemplo inmediato- tienen una cierta complejidad:
DISCULPEN LAS MOLESTIAS
ZONA PEATONAL
ESTADO SANTIAGO BERNABEU
CANCELADA POR OBRAS
POR FAVOR UTILICEN ACERA CONTRARIA
GRACIAS
Lo mismo ocurre con muchas pintadas:
BUSCA COMPARA PERO NO VOTES
Y por supuesto, los textos informales y escritos con descuido pueden carecer por completo de cualquier signo, y más si han sido escritos con ira, como en este caso manuscrito de un portal barcelonés:
Como habéis podido comprobar hay una sabandija mamarracha rastrera y babosa hija de mala madre que se dedicaba a robar las plantas que voy poniendo porque según parece se debe estar haciendo un jardín nuevo a nuestra costa.
Sabemos que uno de los fines de la puntuación es eliminar ambigüedades. Este viejo enigma saca partido de la ausencia de signos para abrir el abanico de las posibles interpretaciones de la carta que un joven envió a tres enamoradas:
Tres bellas que bellas son
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón
si obedecer es razón
digo que amo a Soledad
no a Julia cuya bondad
persona humana no tiene
no aspira mi amor a Irene
que no es poca su beldad.
Soledad, como es lógico, hizo esta interpretación:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido, las tres,
que diga de ellas cuál es
la que ama a mi corazón.
Si obedecer es razón,
digo que amo a Soledad.
No a Julia, cuya bondad
persona humana no tiene.
No aspira mi amor a Irene,
que no es poca su beldad.
Y el lector puede deducir con poco esfuerzo (o mirar en la página web de este libro) la interpretación de las otras dos. Pero el galán envió la siguiente lectura que las rechazaba a todas:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido, las tres,
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
digo que ¿amo a Soledad?
No. ¿A Julia, cuya bondad
persona humana no tiene?
No. ¿Aspira mi amor a Irene?
¿Qué? ¡No!, es poca su beldad»
Pregunto si el texto sin puntuación es automatismo. Gracias
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