
Los asistentes a los talleres de escritura creativa de Mempo Gardinelli («tallereutas» los llama él) le preguntan a menudo por la diferencia entre el relato y el cuento. Gardinelli responde en estas líneas, incluidas en la parte crítica de su libro Así se escribe un cuento (Punto de Lectura, 2003).
SOBRE LA DIFERENCIA ENTRE RELATO Y CUENTO
Es una pregunta que siempre hacen los tallereutas. Como se habrá advertido en páginas anteriores, casi todos los autores suelen hablar indistintamente de cuento o de relato. Mi respuesta a esta duda, siempre, es la siguiente: lo que define a un texto como cuento es la vocación cuentística del texto, esa naturaleza ficcional que no siempre y no necesariamente tiene el relato, que puede ser descriptivo, de viaje, de memorias, etc.
En este sentido, no estoy muy seguro de considerar cuentos a las fábulas de la antigüedad. Las anécdotas, chascarrillos, patrañas, paradojas, burlas y demás formas, tan frecuentes en la literatura española, tenían en realidad una finalidad didáctica o irónica. Pero carecían de vocación cuentística. Creo que conviene no confundir esto, modernamente. Un buen ejemplo serían los «cuentos» o chistes de un narrador oral como el famoso Luis Landriscina. Más allá de su gracia y de que cumplan con estructuras narrativas cuentísticas (tienen gancho, nudo y desenlace; tienen mecanismo de sorpresa, golpes de efecto, despiertan interés, etc.), no son literatura. Dependen del histrionismo y la gracia de la oralidad, y nadie garantiza que sean «escribibles». Más aún: si se los escribiera, lo más probable es que perderían casi toda la gracia de la oralidad.
Muchos autores, sin embargo, parecen considerar que toda narración literaria genéricamente es un relato. Por ejemplo, Paredes sostiene que relato es «toda obra de literatura de ficción que se constituye como narrativa. Es decir, una organización literaria que erige su propio universo donde hay acontecimientos (pasan cosas a personas) que deben interpretarse como reales en la lectura para que la obra funcione. La verosimilitud inherente a la narrativa consiste, precisamente, en el pacto establecido entre el autor y sus lectores: los sucesos relatados son reales (existen con plenitud) dentro del mundo erigido por el texto». Dentro del genérico, para él «el cuento es un relato cuyos fines se encaminan a la obtención de un efecto único o de uno principal. Todo en la escritura del texto se organiza con miras a dicho efecto único y final». De ahí que, razona, «puesto que la mera regla del juego es contar un tema y obtener un efecto de él, el trabajo narrativo del cuentista concluye al lograr el efecto del tema dado». Una vez obtenido esto, continuar el trabajo o ampliarlo en el curso de su desarrollo «significa rebasar los supuestos del cuento, o sea, transformar el texto en otro género del relato».
Mempo Gardinelli
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