
El realismo sucio
«En 1994, el premio Nadal tuvo como finalista a José Ángel Mañas (1971), cuya novela Historias del Kronen alcanzó un éxito singular y fue llevada al cine. Era la obra de un escritor joven, con temas protagonizados por adolescentes -el trío mítico de «sexo, drogas y rock and roll»-, y cuyos lectores fueron en su mayoría también adolescentes. El relato, en primera persona, estaba escrito en un lenguaje marginal pero fluido, y rendía un evidente homenaje al cine y la literatura del realismo sucio. Se habló de la conexión con las obras de Mariano Antolín Rato, pero los antecedentes más claros de Mañas eran Casavella y Loriga. Francisco Casavella (1963) había publicado El triunfo (1960), un monólogo jergal en que los recursos de la novela negra y la acción perdían peso bajo el costumbrismo y el exceso de descripción; y Quédate (1993), una novela juvenil fallida que volvía a presentar la vida como una sensación de vacíos. Por su parte, Ray Loriga (1967) había acudido a un lenguaje desgarrado y marginal para hablar de sexo, violencia y drogas, en las novelas Lo peor de todo (1992) y Héroes (1993).

Las drogas y el alcohol son en estas novelas recursos para amueblar el vacío, y la música y el cine escapes de un mundo al que los personajes no encuentran sentido… A raíz de Historias del Kronen, proliferaron los artículos y los debates en los que toda la juventud de los años novente -la llamada en un tiempo «generación X», término tomado de un título del canadiense Coupland- parecía estar representada por los personajes de esta obra, lo que vendría a validar la denominación «generación del Kronen».

Pronto la nómina de los cultivadores de esta tendencia se amplió con autores como José Machado (1974), que publicó A do ruedas (1996); y Pedro Maestre (1967), finalista del premio Nuevos Narradores en 1995 con Trapos sucios, y ganador del Nadal 1996 con Matando dinosaurios con tirachinas, una novela sobre un joven con problemas en todos los ámbitos: la familia, el trabajo y las relaciones sociales. Maestre, confesado admirador del malditismo de Leopoldo María Panero, dio a luz novelas de escasa exigencia, como Benidorm, Benidorm, Benidorm (1997), y siguió explotando el mundo de la adolescencia en Alféreces provisionales (1999). A la tendencia se añadieron, además, otros escritores menos jóvenes, como Eduardo Iglesias (1952), con Aventuras de manga ranglan (1992) y Por las rutas los viajeros responden a las plegarias (1996).


Incluso se trató de incluir en el grupo a Lucía Etxebarria (1966), por las notas autobiográficas de su obra y la recurrente presencia de las drogas y el sexo en sus argumentos. Pero lo cierto es que la prosa de Etxebarria no tiene muchos más puntos de conexión con los autores del realismo sucio. Amor, curiosidad, prozac y dudas (1997), que la dio a conocer al gran público, está protagonizada por una ejecutiva, una camarera y un ama de casa; en Beatriz y los cuerpos celestes (1998) presenta a una joven bisexual que viaja a Edimburgo para madurar; Nosotras, que no somos como las demás (1999) se centra en los avatares de cuatro mujeres; y en De todo lo visible y lo invisible (2001) parece abandonar parte de sus temas habituales para narrar el amor apasionado y destructivo entre un poeta y una directora de cine.
La repetición de parecidos recursos, lenguaje y temas hizo que los relatos del realismo sucio, que a principios de los años noventa se consideraban frescos y originales, pronto se manifestaran monótonos y demasiado simplistas. La crítica convino en que les faltaba valor literario, y los lectores dejaron de prestarles la atención que les habían dispensado poco tiempo atrás. Así, los autores comenzaron a buscar otras fórmulas narrativas, y aunque de vez en cuando siguiera editándose alguna obra de esta tendencia, su presencia en el mercado fue disminuyendo progresivamente»:
Hola, Francisco, buen artículo sobre el realismo sucio cañí. Tengo un manuscrito que podría encuadrarse en este estilo, y me gustaría moverlo para que me lo rechacen oficialmente y ya quedarme tranquilo. Mi ruego hacia ti es, ¿existe algún tipo de editorial que tradicionalmente se arriesgue con este estilo o vertiente literaria al que enviar mi trabajo? Gracias si te decides a contestar, que no hay obligación, por otro lado. Un saludo.