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La tarta del Pequeño Nicolás
Gracias a la cobertura que El Mundo le ha prestado al Pequeño Nicolás, refrendada por la entrevista televisiva de Sandra Barneda (con una cuota de pantalla del 21’1 %), sabemos que no sabemos nada. 2.725.000 espectadores asistieron a una telenovela en directo en la que este joven de veinte años desgranó capítulos inconexos y mal hilados, tocados por un secretismo de sumario que nos dejó peor informados de lo que ya lo estábamos. No sabemos si es un impostor, un superdotado que ha intervenido como colaborador del CNI y mediador de la Casa Real, o una muestra viviente de que fumar marihuana no es tan sano como algunos lo pintan.
Al menos hemos accedido a un top secret de estado: el pequeño Nicolás celebró su cumpleaños en la casa de Ignacio González y su mujer le regaló una tarta. Una tarta que debía de esconder el Santo Grial en su interior, pues ha obligado a González a emitir un comunicado en el que afirma que nunca ha hablado con el joven, que nunca estuvo en su casa y que su mujer nunca le regaló dicha tarta.
Podemos debería poner manos al asunto y denunciar a González, como hiciera con la familia Pujol. ¿Qué contenía esa tarta? ¿Por qué se la regaló su mujer? ¿Por qué dice el presidente madrileño que no conoce a Nicolás, si todos en el PP lo conocen? Y lo más importante: ¿de qué sabor era la tarta?
El CNI podría responder a estas preguntas si no fuera porque, ay, tampoco conoce al muchacho, y menos a la tarta. Y así estamos. Millones de personas han pasado la noche del sábado pegados al televisor para contrastar que no sabemos nada de este chico que conoce a todos y al que nadie conoce.
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