Microrrelato escondido de Ricardo Piglia en «La ciudad ausente»

 

 

Microrrelato escondido de Ricardo Piglia

Microrrelato escondido de Ricardo Piglia en La ciudad ausente

El Hotel Majestic, con su entrada de mármol y sus paredes descascaradas, estaba ahí, en Piedras y Avenida de Mayo. Al final de la escalera, en un entrepiso, había un mostrador y atrás un viejo que acariciaba un gato barcino, con la cara pegada a la trompa. Junior vio un pasillo alfombrado, varias puertas cerradas y la entrada de un sótano. Se detuvo, cauteloso, y prendió un cigarrillo.

-Este animal, así como lo ve –dijo el viejo sin levantar la cara–, tiene quince años. ¿Usted sabe lo que es esa edad para un gato? –Hablaba arrastrando las palabras con una entonación entre respetuosa y ladina, el cuello flaco hundido en una chaqueta de cordero y y con solapas de lustrina. Estaba arrinconado entre el tablero de las llaves y una mampara de vidrio y sostenía el gato sobre el mostrador. El animal se empezó a mover torpemente, el lomo arqueado, las patas chuecas–. Es un milagro de la naturaleza este animal. Entiende como si fuera una persona. Lo traje del campo y nunca salió de acá. Un gato gaucho. –Al sonreir se le achicaban los ojitos–. Entrerriano.

Junior se inclinó sobre el animal, que respiraba con una especie de temblor, y le pasó la mano por el lomo.

–Está nervioso, ¿ve? Se da cuenta de todo, no le gusta el olor a tabaco, ¿siente cómo respira?

Junior dio otra pitada y tiró el cigarrillo por el hueco del ascensor.

–Soy Junior –dijo–. Necesito ver a Fuyita.

–¿Y? –preguntó el viejo con su sonrisa recelosa.

–¿Sabe si está?

–¿El señor Fuyta? No sé decirle. Hable con el administrador.

–Lindo gato –dijo Junior, y agarró al gato del lomo con un gesto rápido. Lo apretó contra la madera y el animal gritó aterrorizado.

–¿Qué hace? –dijo el viejo, y se protegió la cara con una mano.

–Un número –dijo Junior–. Trabajo en el circo.

El viejo se había replegado contra la pared y miraba a Junior como si quisiera hipnotizarlo. Los ojos eran dos huevitos de codorniz en la cara arrugada.

–Lo único que tengo en la vida es este animal –rogó el viejo–, no me lo lastime.

Junior soltó el gato, que dio un salto y se alejó maullando como un bebé. Después sacó un papel de mil pesos doblado al medio.

–Necesito el número de la pieza.

El viejo trató de sonreír, pero estaba tan nervioso que se le asomó la punta de la lengua. Una iguana, pensó Junior. Se acercó al billete y se lo metió en el bolsillito de arriba de la chaqueta con un gesto furtivo.

–Dos veintitrés. Pieza dos veintitrés. Fuyita es Cristo –dijo–. Le dicen Cristo, ¿me interpreta?

Sacó la lengua dos veces y se dio vuelta hacia el tablero de las llaves.

–Suba –dijo–. Yo no estoy, no me vio. –Metía y sacaba la punta de la lengua de cara a la pared, para que nadie lo viera.

*** Cuento escondido en La ciudad ausente / Ricardo Piglia / Anagrama 2003. Pág. 19, 20, y 21

*** Compilado por Ernesto Bustos Garrido

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La última mañana de Piglia frente al folio en blanco

Ernesto Bustos Garrido Ernesto Bustos Garrido (Santiago de Chile) es periodista de la Universidad de Chile, donde impartió    clases así como en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la Universidad Diego Portales. Ha  trabajado en diversos medios informativos, fundamentalmente en La Tercera de la Hora. Fue editor y  propietario de las revistas Sólo Pesca y Cazar&Pescar.

 Amante de los viajes y de la escritura, admira a Pablo Neruda, Gabriela  Mistral, Nicanor Parra,  Vicente Huidobro, Francisco Coloane, Ernest Hemingway, Cervantes, Vicente Blasco Ibáñez, Pérez  Galdós, Ramiro Pinilla, Vargas Llosa, García Márquez, Jorge Luis Borges y Juan Rulfo.

 

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