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Cocaína y espiritismo en Arthur Conan Doyle
Ernesto Bustos Garrido
Arthur Conan Doyle era aficionado al espiritismo y su personaje Sherlock Holmes, adicto a la cocaína. Acudiendo a la ley de los vasos comunicantes, el escritor le traspasó al detective la afición por la ciencia de lo inexplicable; en cambio Conan Doyle, hasta donde se sabe, no consumía drogas.
Corre el año 1886. Arthur Conan Doyle tiene poco más de 27 años y lee un libro escrito por un juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos, John Worth Edmonds, quien revela que se comunica periódicamente con su esposa, que había fallecido un tiempo antes. El joven Doyle se interesa vivamente en el tema. Al poco tiempo, cuando se desempeña como médico en Southsea, participa en una sesión de espiritismo (table turning sittings) en casa de uno de sus pacientes, un tal Drayson, que era profesor en el Colegio Naval de esa localidad.
Si aquella experiencia lo marcó o no, lo explica en su libro Memoirs and Adventures:
-Yo estaba tan impresionado que escribí sobre dicho episodio en Light, una publicación semanal sobre materias psíquicas, y ese mismo año me matriculé como alumno en dicha asignatura.
En 1893 el escritor se incorpora a la Sociedad Británica para las Investigaciones Psíquicas, una institución fundada en Cambridge, un año antes que se iniciaran oficialmente los estudios sobre el Espiritualismo como un fenómeno paranormal. Allí se juntó con el futuro primer ministro británico Arthur Balfour, el filósofo Williams James, el naturalista Alfred Russell Wallace, los científicos Williams Crookes y Oliver Lodge, el filósofo y economista Henry Sidgwick y el poeta F. W. H. Meyers. En ese ambiente se realizan experimentos psíquicos de tal magnitud y seriedad que Conan Doyle se convence de que la telepatía es sin duda una forma de transferencia del pensamiento.
En 1906 muere su esposa Louise Hawkins (1885-1906) de una secuela de tuberculosis, no obstante los cuidados que le otorgó su marido, incluido un viaje y una larga estadía en Egipto. Un año después, Conan Doyle se casa nuevamente, esta vez con Jean Leckie (1907-1930) con la cual tiene tres hijos. A ella la introduce en el mundo del espiritualismo y realiza una serie de reuniones de trabajo donde la pareja habría logrado comunicarse con algunos miembros de la familia del escritor fallecidos durante la Primera Guerra.
Durante el conflicto muere su hijo mayor, Kingsley, y también su hermano menor, Innes. En ese tiempo el Espiritismo ya había pasado a formar parte importante de su vida. El convencimiento y la práctica activa de los mecanismos que, según Doyle, abren las puertas de comunicación con El Más Allá lo llevó a escribir lo siguiente:
“Gracias a Dios [nunca dejó de creer en un Ser Superior a pesar de sus dudas con el catolicismo] desde entonces he descubierto que las puertas no están cerradas sino solo entornadas, para quien muestra la debida seriedad en su búsqueda. De todos los que acabo de mencionar no hay uno solo cuya existencia póstuma no haya podido obtener una prueba clara. Yo he estrechado manos materializadas. He mantenido largas conversaciones con la voz de los espíritus. He olido el peculiar olor a ozono del ectoplasma. He escuchado profecías que se han cumplido enseguida. He visto muertos reflejarse en una placa fotográfica que no había tocado ninguna mano más que la mía”.

En 1917 el escritor da por primera vez una conferencia sobre el Espiritualismo o Espiritismo. Más tarde, nuevas conferencias y escribe artículos donde promueve dicha práctica y su ideario.
“¿No estoy mucho más cerca de mi hijo que si estuviera vivo y ejerciendo en el Servicio Médico del Ejército, que probablemente lo habría destinado a los confines de la tierra? Casi nunca pasa un mes y a veces ni una semana sin que me comunique con él. ¿No es evidente que tales hechos cambian todo el aspecto de la vida y tornan la neblina gris de la disolución en un amanecer rosado?”
En el pináculo de su fama como escritor, Conan Doyle decide abandonar la escritura de ficción para dedicarse casi por entero al estudio de los fenómenos paranormales. “La inteligencia –afirmó pocos años antes de morir– puede perfectamente existir aparte del cuerpo, por eso los muertos logran comunicarse con los vivos”.
Falleció a los 71 años, en 1930.
Respecto de su personaje Sherlock Holmes y su afición a la cocaína, es el Dr Watson, el amigo y socio del detective, quien entrega algunas luces.
“Sherlock Holmes era un hombre que rara vez hacia ejercicio físico por el puro placer de hacerlo. Pero pocos hombres eran tan capaces de un esfuerzo físico muscular mayor, y sin embargo resultaba sin duda alguna uno de los más hábiles boxeadores de su peso que yo he conocido; pero el ejercicio corporal sin una finalidad concreta considerándolo un derroche de energía, y era raro que él se ajetrease si no existía alguna finalidad de su profesión (químico e investigar criminal) a la que acudir. Cuando esto ocurría era un hombre incansable e infatigable. Llevaba una vida de sobriedad y austeridad notables, salvo que de cuando en cuando recurría a la cocaína. En lo demás Holmes no tenía vicios y si echaba mano de esa droga era como protesta contra la monotonía de la vida, o cuando escaseaban los asuntos de su afán, porque en cuanto a mujeres, parecía odiar el matrimonio, ya que importaba, según él, pérdida de libertad”.
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Ernesto Bustos Garrido (Santiago de Chile) es periodista de la Universidad de Chile, donde impartió clases así como en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en la Universidad Diego Portales. Ha trabajado en diversos medios informativos, fundamentalmente en La Tercera de la Hora. Fue editor y propietario de las revistas Sólo Pesca y Cazar&Pescar.
Amante de los viajes y de la escritura, admira a Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Vicente Huidobro, Francisco Coloane, Ernest Hemingway, Cervantes, Vicente Blasco Ibáñez, Pérez Galdós, Ramiro Pinilla, Vargas Llosa, García Márquez, Jorge Luis Borges y Juan Rulfo.
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