El origen del seudónimo de Pablo Neruda (Primera parte)

«Pablo Neruda nunca quiso aclarar aquello de su nueva identidad como Pablo Neruda, que adoptó siendo casi un niño, a manera de nombre poético. Muchas veces le preguntaban el origen de esa forma de “apellidarse”, y solía contestar con evasivas, dejando aún más enredado el caso». E.B.G.

El origen del seudónimo de Pablo Neruda (Primera parte)

Por Ernesto Bustos Garrido

Pablo Neruda nunca quiso aclarar aquello de su nueva identidad como Pablo Neruda, que adoptó siendo casi un niño, a manera de nombre poético. Muchas veces le preguntaban el origen de esa forma de “apellidarse”, y solía contestar con evasivas, dejando aún más enredado el caso. Existen varias historias -o mejor llamémoslas hipótesis- al respecto. Se ha dicho, no una vez, sino cientos, que él mismo tomó el nombre del escritor checo Jan Neruda, acuciado por la necesidad de enmascarar su propia identidad ante la fobia que su padre le tenía a poetas y escritores. Don José del Carmen Reyes Morales, campesino primero, trabajador ferroviario más tarde, hombre de pocas razones, no quería tener un “artista en la familia; eso jamás”. Sin embargo, lo concreto es que cuando el joven Eliecer Neftalí Reyes Basoalto comienza a autonombrarse Pablo Neruda, allá por finales de 1920, él ni siquiera conocía la existencia del escritor checo Jan Neruda, de quien se dice tomó su apellido. De aquí parten las dudas y nacen las especulaciones sobre tan orejudo tema.

¿Cómo se incubó entonces esta especie de verdad cósmica que con los años ha resultado agrietada en varias partes?

Ante todo, es conveniente reconocer que el mismo Neruda dejó siempre latiendo la ambiguedad cada que vez que se le solicitaba una explicación. Quizás era parte de su juego o quizás él tampoco lo recordaba con precisión, aunque parezca increíble.

Entonces ¿cómo pudo ser…….?

seudónimo de Pablo NerudaEn el mes de octubre del año 1920 el adolescente Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto publica en un diario local de Temuco, con la complicidad de un amigo de su padre, don Carlos Masson, el poema “Hombre”, y lo firma como Pablo Neruda; así no más, de golpe y raja. Es una fecha temprana, pero fundacional, dicen sus seguidores. Tiene sólo 16 años y sus cuadernos están llenos de pensamientos, pujos adolescentes de prosa poética, casi versos, e intentos tempranos de un discurso amoroso y bucólico. El paisaje de su ciudad natal, los trenes que pasan de día y de noche, practicamente por la puerta de su casa, las mujeres imposibles, la lluvia sobre los techos, lo acompañan a soñar, poéticamente.

Otro hecho singular: Hasta ese momento todas sus travesuras literarias las firma como Neftalí Reyes. Incluso se había mandado a hacer un timbre de goma con ese nombre y ese apellido –los propios- para colocar al pie de sus letrillas y escritos. Pero estaba sentenciado; su padre no debía enterarse.

Sin embargo, él siente que necesita una entidad poética diferente a ese nombre tomado de su realidad. Llamarse como se llama no le suena bien. Hernán Loyola, el mas reconocido biógrafo del poeta, afirma que “Neftalí Reyes no satisface las exigencias de individualización (a través de la escritura) que apremian al muchacho. Porque no se trata sólo de una firma, sino de un nombrarse. Será darle también un nombre a su obra, a su texto. El rechazo de los nombres originales más allá de la proclamada necesidad de esconder al padre los pecados de su poesía, cifra una poderosa orientación hacia la búsqueda del nombre (no del seudónimo), un nombre definitivo para sí y para su quehacer”, asegura Loyola.

Estas parecen ser las poderosas razones de su decisión.

Surge de nuevo la pregunta, de dónde lo sacó.

Hernán Loyola en su trabajo Pablo Neruda. Antología Poética de Bolsillo, Tomo 1 (Alianza Editorial) afirma que “poco importa establecer a través de cuál publicación habrá sabido el joven Neftalí Reyes del checo Jan Neruda. Sorprende en todo caso el astuto acierto o la invención. Como apellido en español, Neruda, resulta novedoso, de insólita resonancia, pero al mismo tiempo nada extraño ni a la índole del idioma, ni a sus hábitos onomásticos”.

En cuanto al nombre Pablo, el maestro Loyola cree que viene de un cruce entre el francés Paul Verlaine y el italiano Paolo (de la pareja Paolo y Francesca). Esto es a lo menos lo que dice Hernán Loyola.

Y así quedó por años: Neruda por Jan Neruda.

Parecía correcto, ¿para qué indagar más?

Pero había algunas fisuras. Existen antecedentes que citan el año 1923, como el año en que pudo conocerse en Chile, por vez primera, alguna traducción de la obra del checo. Como está dicho el joven Neftalí, tres años antes ya había cambiado su forma de nombrarse, y usa el Neruda. Si las fechas son correctas resulta improbable que lo haya tomado de alguna mención o alguna obra del escritor checo.

En “Los Anales de la Universidad de Chile” (enero-diciembre de 1971) varios autores, entre ellos el escritor y ex senador Volodia Teitelboim, amigo personal de poeta, se inclina por la tesis del escritor checo Jan Neruda. Otros biógrafos sostienen que el joven Neftalí encontró “de rebote” ese nombre en una revista cualquiera y le pareció “ad hoc” para su imperiosa necesidad de enmascarar su verdadera identidad.

Enrique Robertson Álvarez, médico chileno, nacido en Temuco, y radicado en Alemania, ha estudiado el tema con acuiciosidad. Sus aficiones son Neruda, la literatura, la música y la novela policíaca, con especial interés por la de Conan Doyle y su personaje Sherlock Holmes, cuyos métodos menciona con frecuencia.

En una conferencia sobre Pablo Neruda, ofrecida por él en la ciudad española de Alicante, en 1999, planteó su tesis:

-No dudo –dice- que todos los aquí presentes saben que el poeta sustituyó por Pablo Neruda su nombre propio, que era el de Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto. Muchos años después el mismo poeta se preguntará: ¿Hay algo más tonto en la vida, que llamarse Pablo Neruda? En relación a ese nombre, agrega Robertson Alvarez, nada de tonto y de tan justo retumbo, es otra la pregunta que otros se han hecho más de una vez: ¿Cómo se le ocurrió a Neftalí Reyes nombrarse, con tanto acierto, Pablo Neruda?

-Me atrevo a sostener –afirma Robertson- que no se puede investigar el orígen del nombre Pablo Neruda, sin decir que fue el periodista checo Egon Erwin Kisch quién por primera vez, a mediados del año 1937, le preguntó al poeta por qué había elegido ese, precisamente ese nombre.

-Neftalí Reyes –cuenta al doctor Robertson Alvarez- había vivido poética y literariamente varios años como Pablo Neruda y «llenando ese nombre de existencias» como bien dice Hernán Loyola, el más autorizado biógrafo del Premio Nobel. Hasta la edad de 33 años nadie hasta ese momento, expresa Robertson Alvarez, le había pedido que explicara el por qué de su nombre electivo; hasta que el periodista checo, llegó un día a Madrid. A la imprevista pregunta, Neruda no quiso o no pudo dar una respuesta clara. Desde entonces Kisch se la repitió una y otra vez, muchas veces; durante toda una década.

La experiencia antifacista en “El Mono Azul”

Egon Erwin Kisch se hizo amigo de Neruda, en Madrid, en los pasillos de la Revista Alianza de Intelectuales Antifacista conocida como del “El Mono Azul”. Era una publicación semanal de la Alianza cuyo primer número apareció en Madrid en septiembre de 1936, es decir escasos dos meses después de iniciada la guerra civil. No pocos intelectuales hispano-americanos colaboraron en “El Mono Azul”. Entre los chilenos, además de Neruda, los más activos eran el músico Acario Cotapos y los poetas Vicente Huidobro y Juvencio Valle, este último compañero de colegio de Neftalí en el liceo de Temuco.

Empero fue Neruda quien tuvo el rol más protagónico en “El Mono Azul”. Existe una fotografía que es una de las muchas pruebas de ello. Su participación en las actividades de la Alianza de Intelectuales, considerada impropia para un neutral funcionario consular chileno, sería el motivo por el que se le destituiría de su cargo. Antes de que esto ocurriera, su poema «Canto a las madres de los milicianos muertos» publicado en el número 5 de la Revista -del día jueves 24 de septiembre de 1936- apareció con una nota adicional que rezaba: «Este poema se debe a la pluma de un gran poeta cuyo nombre la redacción de “El Mono Azul” estima oportuno no revelar por el momento».

El nombre de Neruda reaparecería largos meses después, concretamente, el 1º de julio de 1937, con su poema «Es así» que después se llamaría «Explico algunas cosas», talvez el más importante de los que integran su libro “España en el Corazón”. Dos semanas más tarde, el 15 de julio, el semanario publicó otra fotografía de Neruda en su portada. Es probable que haya sido alrededor de estas fechas cuando un incisivo Egon Erwin Kisch le preguntó al poeta cómo y por qué se le había ocurrido rebautizarse como Neruda.

Kisch busca un parentesco

-También es probable –expone Robertson Alvarez- que inicialmente Kisch se interesara por saber la proveniencia del apellido del poeta chileno, en el convencimiento de estar hablando con el hijo o nieto de algún checo emigrado desde la maravillosa Praga -o de otro lugar de Bohemia- al sur más sur de la América del Sur, y que por eso cuando este agudo profesional, que siempre quería estar bién informado de todo, oyó decir a Neruda que entre sus antepasados no contaba con ningún checo de ese ni de otro nombre, se sorprendió muchísimo y quiso satisfacer su curiosidad preguntándole: Pero entonces, ¿nombróse usted Neruda… por Jan Neruda? Comprensible pregunta -que sugería la respuesta- si se sabe que Kisch había nacido en Praga donde hay una calle y un monumento en memoria y honor al escritor Jan Neruda, también nacido allí.

Los cuentos de Jan Neruda

-La obra más conocida de Jan Neruda –dijo el doctor Robertson en su conferencia en Alicante- es su libro titulado Cuentos de Malà Strana, muy admirado por Kisch, que en su juventud también escribió unos relatos parecidos a los cuentos de «su» Neruda. Hay indicios, anecdóticos pero muy dignos de crédito, que hacen suponer que antes de conocer a Kisch, nuestro Pablo Neruda nunca había oído hablar del Neruda checo. De acuerdo con esto último se puede asegurar que recién cuando Kisch le habló de él, el poeta chileno se vino a enterar de que en Praga había existido un escritor de ese nombre. Además -puesto que consideraba a Kisch un gran humorista- debe haber creído que este bromeaba al relacionarlo con un escritor checo que le era totalmente desconocido. Por eso le contestó en broma también, desafiándole a que intentase dar él mismo con la respuesta verdadera (a la manera del: ¿»Me preguntáis….?». «Indagadlo, indagadlo» de Los Enigmas); diciéndole además que dudaba de que fuese capaz de resolver el misterio de su nombre con igual éxito que el que había tenido en otros casos.

El doctor Robertson Alvarez nos revela en su conferencia alicantina que Egon Erwin Kisch pertenecía a la minoría germano-parlante de Bohemia y Praga (estaban dentro del mapa del Imperio Austro-Húngaro) donde se inició en el periodismo. Después trabajó diez años en Berlín, colaborando en publicaciones en idioma alemán que se leían también en Praga y en Viena, ciudad esta última donde el escandaloso caso Redl -que Kisch descubrió con la ayuda de un amigo suyo llamado Wagner- tuvo gravísimas repercusiones que contribuyeron no poco al inicio de la primera guerra mundial. La vivísima relación de estos hechos se puede leer en “De cómo llegué a saber que el coronel Redl era un espía”, de Kisch. Años después de estas actividades periodístico-detectivescas y de otras muchas, relacionadas por ejemplo con la prestidigitación, el tatuaje y el fútbol amateur, Kisch llegó a España. Vino, como tantos otros antifascistas del mundo, a ofrecer su solidario apoyo a la causa republicana. Su trabajo en “El Mono Azul” es fácil de demostrar.

Kisch perseguido por la Gestapo

La derrota republicana de 1939 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, significaron para Egon Erwin Kisch -antifascista y judío- una dramática agudización de la criminal amenaza que se cernía sobre su cabeza. Seis años antes, en 1933, víctima de la gran redada de opositores que ordenó Hitler al día siguiente del incendio del Reichstag, Kisch había estado prisionero en la temible cárcel de Berlín-Spandau. Sabía pues, muy bién, que si caía de nuevo en manos de la Gestapo no salvaría la vida por segunda vez. Por eso salió de Europa con destino a EEUU, donde le fue denegado el permiso de residencia; optó entonces por el asilo que le concedió México y marchó al exilio al país donde reencontraría a Pablo Neruda, para reiterarle allí la pregunta ¿por qué Neruda?

Pero si Kisch pensaba que esta vez lograría conocer o descubrir la verdad, se equivocó; en Ciudad de México –cuenta el doctor Robertson Alvarez- su pregunta también se quedó sin respuesta. O, mejor dicho, la que obtuvo fue la que él mismo había ideado e insinuado al poeta: que ese nombre lo había tomado del de Jan Neruda. Pero esa respuesta, sabiéndola gestada a sugerencia propia y además -por haberlo comprobado personalmente- sabiendo que en España e Hispanoamérica ese escritor checo era prácticamente desconocido, le resultaba inaceptable. Es, sin embargo, posible que siempre haya habido un malentendido; porque lo que Pablo Neruda podía y debió decirle a Kisch era únicamente lo que siempre dijo: que el nombre Neruda lo había encontrado casualmente en las páginas de una revista; que, en esa misteriosa revista, el poeta hubiese leído un cuento de Jan Neruda debió ser un agregado imaginado por el propio Kisch, que fue aceptado por muchos, pero que él mismo se resistía a creer.

De no haber sucedido esto último, el tema le habría servido magníficamente para uno de los reportajes que escribió en el país que le asiló, recopilados luego en su libro Descubrimientos en México. No pudo ser así y, años después, Kisch todavía se lamentaba de no saber toda la historia del nombre de Neruda. Su olfato de sabueso le hacía darse cuenta de que lo poco que él sabía acerca de ese enigmático caso, no era más que una mínima parte de la verdadera historia que olía trás ese nombre. Otra prueba de que la con respuesta que él mismo ayudó a prefabricar no podía dar por resuelto el caso, es que terminada la segunda guerra mundial -y por fin retornado a Praga- recibió allí la visita de Neruda; y al reencontrarse con él, le hizo por enésima vez la famosa pregunta. Neruda recuerda esa escena en Confieso que he vivido y también en la entrevista que, con ocasión del Nobel, le hizo L’Express de París en 1971. Cuenta que en Praga, Kisch llegó a apelar a su edad -era unos veinte años mayor que él- al pedirle que finalmente le revelara la verdad acerca de su nombre electivo. (Fig.7) Al periodista francés que le pregunta por qué cambió su nombre por el de Pablo Neruda, le responde: «Hubo un gran poeta y periodista checo, Erwin Kisch, que pasó muchos años de su vida persiguiéndome y haciéndome la misma pregunta que usted, en Madrid, en México, en Praga. Y en Praga me dijo: «Cuéntame el final de la historia…, ya estoy viejo y te he perseguido tanto tiempo…».

Alguien encuentra la punta de la hebra

Sin embargo, el misterio continuaba. Neruda solo le hacía guiños a la pregunta. Él mismo alimentaba con su imprecisión, el surgimiento de diversas teorías, hasta que Hernán Loyola, el año 1981 decide publicar Pablo Neruda. Antología Poética de Bolsillo bajo el sello de Alianza Editorial. En el Cap. I que abarca la poesía nerudiana desde 1915 a 1924, aborda el nombre del poeta. Dice al respecto: ¨La invención del nombre Pablo Neruda marca el momento nominador, formalmente inaugural, para un proyecto poético cuya edificación concreta se desplegará en la escritura bajo el signo de la variedad, de un permanente abrir y cerrar etapas, de un frecuente recomenzar desde escombros y liquidaciones, sin otra aparente unidad que la reiterada puesta en juego y verbalización de materiales autobiográficos”.

Entremedio de esta válida disquisición, Loyola incluye en el texto una nota aclaratoria, la famosa Nota 2 bis, donde estaría la clave del origen del nombre. El doctor Robertson Alvarez cree que dicha nota “tuvo la virtud de reactivar, mi ya casi olvidado interés por intentar desentrañar el enigma del nombre elegido por el joven Neftalí”.

El texto aludido por Robertson es del profesor Loyola, quien en la citada Nota 2 bis revela lo siguiente: “Ya escritas estas notas (se refiere al texto de este Cap. I de la Antología), nos llega desde Chile la edición 187 de la Revistta Hoy (18 de febrero de 1981) donde Miguel Arteche (un conocido escritor y poeta chileno de los años 60 y 70) introduce la posibilidad de que el apellido Neruda haya sido tomado por el estudiante Neftalí Reyes no directamente de alguna traducción de Jan Neruda, sino de la mención que Sherlock Holmes hace de un tal Norman Neruda, pianista, en el relato “Study in Scarlet, de Conan Doyle, ya publicado en Chile bajo el título “Un crimen extraño” (Santiago, Litografía Universi 108).

Esta revelación cambia absolutamente todo lo dicho y especulado anteriormente. Sin embargo, la mención del personaje Norman Neruda puesta por Conan Doyle en esa novela coloca el tema de nuevo dentro de una caja de Pandora, porque Norman Neruda resulta ser un personaje con variadas identidades  e incluso género. Su ocupación a, parecer, era la música, pero eso lo podríamos ver en una próxima entrega.

Continuará.

Santiago de Chile, 30.01.2015

El origen del nombre de Neruda (Segunda parte)

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