La corrección de estilo y la danza del vientre
Estimado Francisco, me pongo en contacto contigo porque he escrito una novela y quisiera, antes de publicarla, que le echaras un vistazo. La he revisado un montón de veces y, sinceramente, creo que no tendrás mucho que corregir. Y además la ha leído también mi tía, que es profesora de la danza del vientre y una lectora empedernida en sus ratos libres. Te envío un capítulo para que evalúes el nivel de redacción y me des el presupuesto.
Atentamente, K
A menudo, recibo emails similares a este. Los envían –ya lo habéis leído– autores que creen que su manuscrito está bastante pulido, con lo cual no me llevará mucho trabajo “darle un repaso”. Esto les honra: aunque su texto mantiene formalmente el tipo –o eso creen–, una sombra de duda les impide entregarlo a la imprenta sin la supervisión de un corrector externo (distingámoslo del corrector interno, ese ser abnegado y atrevido que todos llevamos dentro).
Ahora bien, para darles o quitarles la razón a estas personas sobre si su texto tiene o no mucho que corregir, tendríamos que ponernos de acuerdo previamente en el significado del –en este caso– adverbio “mucho”.
El DRAE define “mucho” (con valor de adjetivo) como “abundante, o que excede a lo ordinario, regular o preciso”, y algo similar podemos leer en la primera acepción con valor de adverbio de cantidad: “Con abundancia, en alto grado, en número o cantidad; más de lo regular, ordinario o preciso”.
Pero ¿cuántas enmiendas pueden ser consideradas “abundantes, o que exceden a lo ordinario, regular o preciso”? Basándome en la experiencia, lo diré ya: bastantes más de las que se espera su autor.
Por norma, el peor corrector de un manuscrito es el propio autor (o en su defecto su tía, la profesora de danza del vientre, que en versiones más pedestres –con todos mis respetos– es el primo banquero, la hermana científica o el amigo mecánico). El autor es el peor corrector al menos por dos motivos: por excesiva cercanía con un producto que ha nacido de su pluma, y posiblemente por ebriedad: leer una y otra vez el mismo texto emborracha.
La pregunta es: ¿puede un autor conseguir un producto –en términos filológicos– acabado? Pues efectivamente es posible. No tiene más que detectar y subsanar errores de puntuación, erratas, incongruencias conceptuales, faltas de ortografía, redundancias, frases excesivamente largas, diálogos desorganizados, entrecomillados fallidos, expresiones contaminadas por el coloquialismo, etcétera. Más: la persona que corrige el manuscrito debe saber que las Versalitas no son palacios de la realeza francesa sino un tipo de letra, que Eufemismo no es un nombre propio, que un pleonasmo (DRAE: “Demasía o redundancia viciosa de palabras”) no una enfermedad coronaria o que la metátesis (DRAE: “Cambio de lugar de algún sonido en un vocablo; p. ej., en perlado por prelado”) no es un cáncer en grado invasivo.
Todo esto lo saben –ah, qué gran momento para la ironía– la tía que es profesora de la danza del vientre, el primo banquero, la hermana científica o el amigo mecánico, los cuales, todo pundonor, disfrutan sus pocos ratos libres poniéndose al día, por ejemplo, con la ayuda de manuales y libros de estilo (no son la misma cosa), los libros sobre el buen uso del castellano que publica cada cierto tiempo el Instituto Cervantes, amén del Diccionario Panhispánico, el DRAE, la enciclopédica obra de José Martínez de Sousa o los ensayos sobre gramática de Álex Grijelmo
Echar mano de voluntariosos correctores externos no cualificados sale barato. Y, a fin de cuentas, es posible que la corrección quede bien… tanto como que yo me gane la vida bailando la danza del vientre en un garito de Estambul…
Los mejores diccionarios (en papel y online)
Libros de Francisco Rodríguez Criado
Francisco Rodríguez Criado: escritor, corrector de estilo, profesor de talleres literarios y creador del blog Narrativa Breve. Ha publicado novelas, libros de relatos, obras de teatro y ensayos novelados. Sus minificciones han sido incluidas en algunas de las mejores antologías de relatos y microrrelatos españolas: El cuarto género narrativo. Antología del microrrelato español (1906-2011). Ed. Irene Andrés-Suárez (Cátedra, Madrid, 2012),Velas al viento. Ed. Fernando Valls (Los cuadernos del vigía, Granada, 2010), La quinta dimensión (Universidad de Extremadura, Mérida, 2009), Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español. Ed. Fernando Valls (Páginas de Espuma, Madrid, 2008), Histerias breves (El problema de Yorick, Albacete, 2006), Relatos relámpago (ERE, Mérida, 2006), etcétera. Es autor de El Diario Down, donde narra en primera persona sus experiencias como padre de un bebé con el Síndrome de Down.
Related posts:
Última actualización el 2023-09-27 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados