
Microrrelato de Mario Levrero: Historia sin retorno Nº 2
Un perro, Campeón. Vivía solo con él y llegó a incomodarme. Lo llevé al bosque, lo dejé atado con una piola que pudiera romper con un poco de perseverancia y volví a casa.
En un par de días lo tuve rascando la puerta; lo dejé entrar.
Se me hizo intolerable; lo llevé a un bosque más lejano y lo até a un árbol con una piola más gruesa (sabía que el defecto no estaba en la piola sino en la fidelidad del animal; quizás tenía la secreta esperanza que esta vez no pudiera liberarse y muriera de hambre).
Volvió algunos días después.
Entonces supe que el perro volvería siempre. No me atrevía a matarlo por temor a los remordimientos; y pensé que aunque lograra efectivamente perderlo, en un bosque más lejano aún, viviría con el temor constante de su regreso; atormentaría mis noches y enturbiaría mis alegrías; me ataría más su ausencia que su presencia.
Entonces dudé apenas un instante ante la majestad del bosque compacto que se alzaba ante mis ojos –umbrío, imponente, desconocido–; resueltamente, comencé a internarme, y seguí internándome hasta que, finalmente, me perdí.
Mario Levrero, La máquina de pensar en Gladys, Arca, 1998
Comentario:
Mientras avanzaba en la lectura del mini-cuento de Mario Levrero, «Historia sin retorno Nº 2», incluido en su libro La máquina de pensar en Gladys no pude dejar de traer a mi mente el cuento de Borges, «La intrusa». En ambos relatos se deja ver la imperiosa necesidad de deshacerse de un ser querido, solo que en el caso de «La intrusa» se trata de una hembra cerril, pero hermosa que ha vuelto locos a dos hermanos. En el relato de Levrero, es un perro llamado Campeón. ¡Valga la comparancia», como diría mi abuela Mercedes. Sin embargo, en ambos casos se plantea con rigor esa disyuntiva brutal de querer o desear a un cuerpo animado, y tener que asesinarlo o dejarlo morir de hambre para que la paz y el sosiego regresen al alma. Ambas situaciones resultan ser muy complejas, además de subjetivas; no obstante, Borges y Levrero, con su genio y poderosa escritura, consiguen resolver la ecuación y dejar al lector con la respiración contenida y la boca muy abierta. Recomiendo este mini cuento del entrañable escritor uruguayo.
Ernesto Bustos Garrido
Sí, y casi en un total acuerdo con Ernesto, me permito arriesgar un comentario sobre Levrero, creo que es más hombre de gatos que de perros, porque de fondo no resuelve la ecuación… cualquier perro y más uno fiel como el de su relato, seguirá al protagonista a cualquier lugar, basta ver los perros de los mendigos que deambulan por las calles para darse cuenta… (muy difícilmente verás un gato con ese nivel de lealtad).
Se podría en un hilo de relatos sobre talentosos escritor que escriben bien pero de temas que no conocen… si no recuerdo mal (y corriendo el riesgo de parecer otro que escribe sin saber, porque no recuerdo dónde) el mismo Borges ha hecho algo parecido con la figura de José Gervasio Artigas…
No me resulta claro lo que dice Zacarías en cuanto a que el autor es mas de gatos que de perros. Es contradictorio. Me parece…